Las otras Higuis

por Jésica Farías
17 de julio de 2017

El caso de Eva Analía “Higui” de Jesús volvió a evidenciar que el acceso a la justicia está condicionado por el género, la orientación sexual y la clase social. Los casos de mujeres que se defendieron de sus agresores y están presas bajo figuras legales que utilizan un sistema “patriarcal y prostituyente”.

Género y pobreza se criminalizan. De ese modo, Higui –quien mató a un hombre cuando se intentaba defender de una patota que quería violarla “correctivamente” por ser lesbiana– deja de ser un caso aislado y se convierte en la norma. Antes de ella fueron las hermanas Jara, quienes en Moreno, al oeste del conurbano bonarense, se defendieron de su agresor-abusador, Juan Antonio Leguizamón Avalos; y Reina Maraz, una mujer boliviana que se declaró inocente, pero en quechua y sin que nadie la tradujera, ante la acusación de haber matado a su marido, Limber Santos, un violento que la prostituía en Florencio Varela, al sur de la provincia de Buenos Aires. Más lejos, padece el machismo Victoria Aguirre, privada de su libertad hace 20 meses, acusada de asesinar a su hija Selene. “Homicidio agravado por el vínculo”, dice la causa sin tener en cuenta que las dos fueron víctimas de Roberto Emilio Lovera, la ex pareja de la muchacha y el femicida de la beba. Algo parecido le pasó a Yanina González: su pareja, Alejandro Fernández, asesinó a golpes a hija Lulú. Ella tuvo que llorarla detenida, acusada de abandono de persona, mientras él estaba libre.

No es mala madre, es mala Justicia

Con ayuda de los medios de comunicación, la figura de la mala madre prende rápido. Que no defendió demasiado, que debería haber sido una leona, que seguro que fue cómplice. Frases que se multiplican y que esconden un fenómeno que la Justicia tampoco ve: las violencias de género detrás de cada caso.

“Vemos a una Justicia ciega frente a las desigualdades, una que busca corregir los roles no cumplidos por las mujeres incriminadas. Y ahí vemos de qué manera juegan los roles y estereotipos de género y sus graves consecuencias”, dice Luciana Gramaglio, de Mujeres por Mujeres, una de las abogadas que defendió a Belén, la joven tucumana que estuvo presa casi 900 días por un aborto espontáneo. Belén llegó en abril de 2014 con dolores abdominales al Hospital Avellaneda de la capital provincial y salió esposada, acusada de un aborto inducido: ni siquiera sabía que estaba gestando. No hubo pruebas en su contra pero su condena llegó igual: homicidio agravado por el vínculo. Después de la lucha feminista, fue absuelta en marzo de este año.

Gabriela Chiqui Conder, de la Gremial de Abogadas y Abogados de la Argentina, analiza: “El sistema judicial está muy aceitado: todo lo que no es normal, es encerrado”. ¿Qué es lo normal? “El hombre blanco, de clase media, dominador”, responde Conder. Y agrega: “Encontramos a muchas mujeres que han sido inculpadas por defenderse de sus agresores, también a las travestis y trans, y ni hablar de cuando están en situación de prostitución porque si se defienden, son castigadas por desafiar al sistema patriarcal y prostituyente”.

Marina y Ailén Jara se defendieron de Avalos, quien las acosaba y hasta llegó a gatillarles un arma, un claro caso de violencia machista que la Justicia no vio. Esa misma Justicia luego cantó “lesiones graves” y las condenó a dos años y un mes de prisión en Magdalena. A ese mismo penal llegó Eva Analía Higui De Jesús, luego de pasar más de medio año detenida por salvarse de una violación correctiva. Esas historias se entrecruzaron con otras que llenaron folios y horas de televisión, vendidas en algunos casos como “justicia por mano propia”, un manotazo del capitalismo y de su aliado, el patriarcado.

Ahora que sí nos ven

La lucha organizada del feminismo se le planta a la Justicia misógina y clasista. Consiguió liberar a las Jara y a Reina, absolvió a Belén. Va por Victoria y por Higui. “Le diría a todas las mujeres que sufrieron como nosotras que todo tiene su tiempo, que luchen por salir adelante. Ver la cantidad de mujeres que luchan me dio tranquilidad y mucha alegría”, le dice Belén a Cítrica. Cuando le preguntamos cómo está ahora, responde: “Tenés que tratar de integrarte a la sociedad y aguantar muchas cosas, después seguir adelante para superarte, luchar para vos misma. No es fácil. Hoy en día, el patriarcado trata mal a las mujeres porque creen que por ser hombres son superiores a nosotras pero no: tenemos los mismos derechos”.

Lejos de la soledad, Higui cuenta que no bajó los brazos “porque se refugió en la familia, amigos y en la gente más allegada. Eso –refuerza– es lo que a mí me rescató”. Es contundente al momento de describir el destrato de la Justicia para con las mujeres, lesbianas, travestis y trans: “Es gente que no nos quiere, que nos odia y discrimina por quienes somos, por cómo nos vestimos. No tienen corazón, no tienen amor”.

 

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