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Otras miradas del bicentenario de Marx

por Laura Litvinoff
04 de mayo de 2018

A 200 años de su nacimiento, las facetas menos conocidas según Beatriz Sarlo, Naty Menstrual, Alejandro Katz, Damiano Tagliavini y Mariana Dimópulos. Ecología, periodismo, historia argentina, poesía y cartas de amor.

Hoy es el cumpleaños número 200 de Karl Marx. Decimos es y no “sería”, porque creemos que personalidades como él transgreden todo; y en ese todo va incluida la muerte. En un mundo cada vez más industrializado, explotado y globalizado, las ideas y las enseñanzas del revolucionario más grande del siglo diecinueve están vivas y parecen más necesarias que nunca. Pero en este caso, para festejar un aniversario tan especial, decidimos alejarnos un poco de su costado más célebre, para publicar algunas de sus facetas tal vez más desconocidas, que fueron analizadas por pensadores y artistas de nuestra cultura en el evento “Marx nace”, llevado a cabo hace apenas unas semanas en el Teatro Nacional Cervantes. Porque si hay algo que Marx tuvo siempre, fue una vocación de investigar lo que sucedía en otras disciplinas científicas y artísticas para poder entender al sistema capitalista no solamente como algo propio de las ciudades, las industrias o las fábricas, sino como una profunda y compleja problemática universal.

 

Marxismo ecológico: “Apropiación privada de recursos comunes”

Los problemas sociales de la relación capital-trabajo y capital-naturaleza, ya estaban presentes en la obra de Marx. Damiano Tagliavini, licenciado en Ciencias Políticas e Investigador del Conicet, nos comenta que la escisión que genera el capitalismo entre el hombre y el fruto de su trabajo, y también entre el hombre y la naturaleza, es lo que lleva a pensar en un cambio radical urgente. Y agrega que Marx escribió varios textos periodísticos sobre estos temas, como por ejemplo el que hizo para el diario “La Gaceta”, en donde analiza y cuestiona un delito puntual ocasionado por el robo de leña.

La tierra, para decirlo rápidamente, fue fabricada por Dios. No puede ser materia de apropiación privada, y el capital privado humano no tiene derecho de adueñarse de ella.

En aquel entonces, “ir a los bosques a buscar leña para cocinar, obtener energía, calefaccionarse y demás, era el derecho tradicional de los campesinos de la zona donde él vivía, pero al momento en que ese derecho dejó de ser un bien común, es decir, se privatizó, el Estado creó el delito para poder reprimir, mediante la fuerza, a quienes hacían uso de ese bien”. Un hecho que parece algo del siglo diecinueve, hoy también existe, afirma Tagliavini, con casos como por ejemplo la famosa “Guerra del agua” durante el año 2000 en Cochabamba, Bolivia.

La apropiación privada de recursos comunes es apenas una de las bases del capitalismo que tanto cuestionaba Marx, un sistema socioeconómico que necesita crear nuevas necesidades constantemente para seguir reproduciéndose. En ese sentido, Tagliavini señala otro ejemplo relacionado a lo que Marx llamó “la ampliación del sistema de necesidades”, y es lo que pasa cuando el mercado ya llegó a un contexto global y no tiene más mercados que ocupar. “Lo que sucede con el agua es paradójico, porque vivimos en una ciudad -por Capital Federal- con la mayor fuente de agua de Argentina, y sin embargo consumimos agua embotellada que viene de Mendoza.”

El movimiento feminista, una lucha que lleva muchos años, hoy está volviendo a cuestionar los fundamentos más fuertes del sistema capitalista.

Las condiciones naturales de producción, es decir, los bienes comunes, la fertilidad de los suelos, la disponibilidad de agua, etc, son una de las condiciones que el capital necesita para producir, pero tienen la característica de no estar en el lugar ni en el momento indicado, ni en la calidad ni cantidad que el capital requiere, y es por eso que, para garantizar la disponibilidad de esas condiciones, el capital necesita de un tercer actor: el Estado capitalista. Tagliavini destaca que “lo interesante de eso es que ahí se puede generar la posibilidad de ruptura, de intersección, y puede aparecer la lucha, como sucede hoy con los nuevos movimientos sociales que defienden la tierra o el agua y que están poniéndole un freno al capital para que pare de reproducirse, a la vez que parecen estar generando las condiciones para hacer un cambio de tipo radical. En ese sentido, es muy importante la democracia, la participación de las población con respecto al gobierno, y la lucha por el tipo de Estado y de democracia que queremos también, porque eso ayuda a buscar una alternativa al capitalismo que no sea solamente de tipo clasista, sino también ecológico. Y también es importante destacar hoy al movimiento feminista, que si bien viene de una lucha que ya lleva muchos años, hoy está volviendo a aparecer para cuestionar algunos de los fundamentos más fuertes del sistema capitalista.”

 

Del campo a la ciudad: "Marx explica la historia argentina"

Durante el largo proceso por el cual los sectores propietarios se fueron adueñando de los bienes comunes, los campesinos y jornaleros fueron las verdaderas víctimas del despojo, viéndose obligados a abandonar el campo para emigrar a las ciudades porque ya no tenían cómo comer. A través de los años, esos mismos campesinos se convirtieron en la mano de obra que luego se llamó proletariado industrial.

La periodista y ensayista Beatriz Sarlo, analiza este movimiento y lo compara con lo que ocurre desde hace muchísimos años con los pueblos originarios en América Latina: “Las tierras comunales que hasta el siglo dieciocho aparecían en los mapas con el nombre en latín ‘Res Nullius’ -cosa de nadie-, después de la llamada Expedición al Desierto -que en realidad era un lugar poblado por los pueblos originarios y que no fue la primera vez que se hizo algo así sino que había empezado con Rosas- se convirtieron en las grandes extensiones que fueron las propiedades rurales de lo que luego se dio a llamar ´la oligarquía argentina´. Es decir que ahí fue donde se fundaron las grandes fortunas de Argentina. Y justamente era eso lo que a Marx le interesaba criticar: que la tierra no es materia de apropiación privada".

Nadie le ganó a Marx en radicalidad, y esto se ve muy claro en sus libros: él no se perdona nada y no le perdona nada a nadie

Por eso Sarlo resalta que “razonando desde el punto de vista capitalista, todo lo que es de apropiación privada lo es porque fue fabricado por hombres y por mujeres, a los que los capitalistas les pagan un sueldo, pero siempre pensando en que son mercancías fabricadas por hombres y por mujeres; en cambio, la tierra, para decirlo rápidamente, fue fabricada por Dios, y lo que fabrica Dios no puede ser materia de apropiación privada, por eso el capital privado humano no tiene derecho de adueñarse de esto. Entonces lo que sucedió en realidad fue un gigantesco proceso de apropiación privada, como también pasó en la época colonial: la apropiación de un bien que ni siquiera era considerado privado por la ideología de aquellos que lo estaban ocupando antes.”

 

Marx periodista, Marx traductor: gestos políticos y crítica radical.

Quizás Marx cuestionaba tanto al capitalismo porque, además de tener una conciencia y un compromiso social enormes, también padecía en carne propia sus más profundas desigualdades: Marx vivió de la supervivencia, no tuvo mayores ingresos económicos, y uno de ellos fue el periodismo. Publicaba muchas cosas disímiles y artículos poco conocidos. Uno de ellos, publicado en la revista “Espejo de la sociedad”, en el año 1846, resulta especialmente interesante. En él, nos cuenta la traductora y licenciada en Letras Mariana Dimópulos, “Marx expresa una impronta mucho más crítica que panfletaria, y también es interesante porque aparece la cuestión genérica: reproduce y traduce de una forma especial tres historias de mujeres que están retratadas en la memoria de Peuchet. Son tres mujeres que se suicidan por transgredir normas relacionadas a la sexualidad de la época, pero que, al no ser proletarias, los habituales lectores de Marx se desconciertan.

Marx quería que la crítica no sea solo una forma de mirar o de representar, sino una forma de hacer. Ese legado hay que rescatar.

Pero él parece haber elegido ese texto porque allí se une la crítica social radical que tanto practicaba, y un estilo de narración muy parecido a las novelas realistas de esa época, de las cuales él también era un avidísimo lector”, señala Dimópulos. Otra característica muy destacable de aquel texto, es que Marx se toma muchísimas licencias a la hora de traducirlo. “Cuando, por ejemplo, Peuchet habla de dios, Marx lo saca, y lo más interesante es cuando saca directamente toda una frase del original. Cuando Peuchet dice: ´...no me interesa la teoría social, voy a ir directamente a los hechos…’, Marx lo reemplaza por una frase del manifiesto comunista: ‘De no ser por una reforma total del orden social actual, cualquier otra tentativa de cambio sería inútil’. Esta licencia tan significativa resulta un gesto político enorme”. Y para finalizar, la traductora agrega: “Nadie le ganó a Marx en radicalidad, y esto se ve muy claro en sus libros: él no se perdona nada y no le perdona nada a nadie. Eso es un ejemplo de crítica radical. Cuando empezó su carrera intelectual, lo primero que planteó fue que se venía del idealismo y que había que llegar a la realidad sea como sea. Y él lo hizo a través de esa crítica radical y de la acción política. Lo que Marx quería era que la crítica no sea solo una forma de mirar o de representar, sino una forma de hacer. Y ese es el primer y último legado que hay que rescatar de él.”

 

La poesía de Marx: el público estúpido

Además de ser filósofo, economista, teórico político, sociólogo, historiador y periodista, Marx también era un gran artista. Este es uno de sus poemas más destacados, que fue recitado por la escritora y performer Naty Menstrual en el evento del Cervantes:

 

“En sus butacas,

cómodamente estúpidos,

el público alemán calla sentado.

 

La tormenta se sacude de un lado al otro,

el cielo se cubre de nubes lúgubres,

relámpagos serpentean sin que nada los estremezca.

 

Pero cuando sale el sol,

los vientos susurran,

la tormenta reposa.

 

Ahí el público se levanta,

grita;

y escribe un libro.

El barullo se acabó.

 

Y empieza a fantasear.

Quiere sentir el fondo de la cosa.

Sostiene que esa no es la forma correcta,

que el cielo brama equivocado,

que el universo debería ser más sistemático.

 

Primero rascarse la cabeza,

después los pies.

 

Porque el público se comporta como un niño.

Se pone a buscar cosas muertas,

cuando debería comprender el presente

y dejar andar tierra y cielo

que sigan su camino acostumbrado.

 

Que la ola bañe serena

la orilla rocosa.


El amor según Marx: cartas, "pasiones profundas" y ausencias 

Hay una teoría, o más bien un mito, que dice que es muy difícil llevar una vida apasionada en el espacio público, es decir, en el ámbito de la profesión o la vocación, y que sea igual de intensa en el espacio íntimo o privado, en el ámbito del amor. Pero Marx derriba este mito en vida, porque para él, su relación con Jenny Von Westphalen era tan importante como su trabajo. Se conocieron de niños, tuvieron siete hijos, y apenas dos años después de la muerte de ella, Marx también murió.

Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia

Su gran amigo Friedrich Engels -con quien escribió el Manifiesto comunista- aseguró que la tristeza se apoderó de Marx cuando perdió a su compañera de toda la vida. Aquí va un extracto de dos cartas de amor, de Karl a Jenny, subrayadas por el crítico y ensayista Alejandro Katz.

 

Querida mía:

(...) “Es suficiente, mi amada, que tu imagen se desvanezca en un simple sueño, para que yo sepa de inmediato que el tiempo le sirvió a mi amor como le sirven el sol y la lluvia a las plantas para agrandarse y crecer. Apenas te alejas, mi amor por ti aparece tal como es: un gigante que concentra en sí mismo toda la energía de mi espíritu y todo el amor de mi corazón. Vuelvo a ser un hombre porque vivo una gran pasión. Vas a sonreír, querida, y preguntarte cómo, de golpe, vengo a desplegar toda esa bella retórica... si yo pudiera apretar contra mi corazón tu tierno corazón impuro me callaría y no diría una palabra más. Al no poder utilizar mis labios para besarte, lo hago con mi lengua y mis palabras. Tu Karl.”

(...) “La separación temporal es útil, ya que la comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen tan altas, mientras que las minucias de la vida diaria, al tropezar con ellas, crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones: los hábitos consuetudinarios que, como resultado de la proximidad se apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su vigor bajo el mágico influjo de la ausencia (...)”