La escritura como método de supervivencia
por Nelson SantacruzFotos: Yamila Aquino
09 de mayo de 2023
Mientras en La Rural se celebra la Feria del Libro, dos integrantes del colectivo “Escritores Villeres” nos hablan de la redacción popular fuera de cualquier stand: la narración cruda de las villas, los prejuicios de la academia y la necesidad de plantarse políticamente con sus propias prosas.
Los Piletones, en el corazón de Villa Soldati, no tiene el mismo paisaje que cualquier villa de la Ciudad de Buenos Aires. El híbrido entre los monoblocks y las casas de ladrillos cobra vida por los pastizales y los potreros que desembocan en un lago teñido de camalotales, basura, mosquitos, patos y ese verde oscuro que saluda a los visitantes con sus aguas contaminadas pero a la vez, contradictoriamente, con una costanera donde el barrio se hace uno con la naturaleza entre mates, un partidito de fútbol o la escritura de poesías.
Mientras en La Rural se celebra la Feria del Libro, nos vinimos a Soldati a conocer a dos de las integrantes del Colectivo Escritores Villeres. Lejos de las marcas publicitarias o del sello de una editorial, Dina Choquetarqui y Ornella Martínez nos contaron sobre los desafíos de entenderse artistas, la narración cruda de las villas en este tiempo, el estigma que gira en los circuitos poéticos y la necesidad de plantarse políticamente con sus propias prosas. La marca de la represión estatal, la falta de trabajo y el aumento del consumo se despliegan como ejes troncales de las vivencias de las chicas, pero también la belleza cultural y literaria chorrea desde los pasillos, como un río de cuentos y versos que cada vez ocupan más espacio en la escena literaria independiente.
Hoy Escritores Villeres se expande y tiene colaboradores en diferentes villas de la Ciudad: "El espacio se fue gestando en el Centro Cultural Ni un Pibe Menos del barrio Fátima, con la propuesta de los talleres de periodismo de La Poderosa", recordó Dina. A inicios de 2018, en pleno show mediático sobre el gatillo fácil en manos del efectivo Luis Chocobar, quien fue felicitado por Mauricio Macri tras asesinar a un adolescente, la temática retumbó en los pibes del barrio. Ese caso, de diciembre de 2017, fue uno de los puntapiés para problematizar la narrativa de los medios sobre la represión policial hacia los cuerpos empobrecidos. Ornella se sinceró al explicarnos sus inicios: "¡No sabíamos por dónde empezar ni con qué nos íbamos a encontrar en la escritura! Era difícil para nosotras vernos como artistas, pero todo creció gracias al boca en boca. Uno de los primeros lugares donde nos convocaron fue en el Palais de Glace". Así, de la mano de ese mismo tejido, sus relatos se hilvanaron con propuestas del colectivo Identidad Marrón hasta llegar a participar de un documental de Canal Encuentro. Un proceso nada fácil.
"No vengo de una familia con plata, con papás intelectuales o con un capital cultural grande, vengo de esto, del barrio"
−¿Cómo toma el circuito de la poesía la idea de un colectivo de escritores villeres?
−Dina: Hay un sector progresista que nos legitima un poco más pero siempre con un condimento de lo carencial, ¿no? Tratamos de ir contra eso pero también tomamos las herramientas que esos círculos ofrecen. Muchas veces, en el barrio, notamos que nuestro futuro es ser albañil, empleada doméstica o comerciante y tus viejos tienen ese sueño que seas arquitecta, médica o abogada para “ascender socialmente”. No se ve como un trabajo ser artista, vivir de la escritura o la música. Es decir, nos cuesta valorarnos a nosotras mismas, es un doble trabajo. Además, no hay referentes claros. Siempre nombramos al escritor y director de cine César González, pero la lista nos queda hasta ahí. Es porque muchas veces quienes sí prosperan en la academia o la literatura no toman la identidad villera como bandera, a pesar de sus raíces.
EL GAMBETEO DE ORNELLA
Los 24 años de “Orne” no vienen solos. Su infancia fue sellada por esa bocha que vio girar en los potreros de Villa Soldati, por esa niña que decidió jugar con los varones porque le fascinaba gambetear, por esos padres que no dejaban de laburar, por ese centro cultural “Construyendo Sueños” donde agarró su primer libro y por esa vez que al leer respondió: “¡No entiendo ni una mierda!”. En esos rincones comunitarios lleno de actividades para las infancias, ella malabareaba con los pies y con las manos: deportes, manualidades, huertas, panadería y esos libros lejanos que pronto despertarían su interés. Hoy sus letras corren como sus piernas en el “Sacachispas” donde entrena, será por eso mismo que su palabra favorita es “fútbol”.
−¿Desde dónde escriben?
−Orne: La situación económica del barrio, con la inflación de este momento, empeoró todo. ¡No se dan una idea! Acá nos la rebuscamos vendiendo en la feria ropa usada, por ejemplo. Desde ahí escribimos. Desde que hay que tener tres laburos porque no alcanza con uno, desde esos alquileres que rondan los quince o veinte mil pesos y que si tenés chicos no te alquilan y también desde ver la cantidad de gente que hay en la calle.
−¿Qué te preocupa de eso, Orne?
−Que el consumo de drogas creció una banda. Me parece que para que los pibes se rescaten tienen que crear y acompañar más los centros culturales, se tiene que trabajar realmente con los pibes. Que haya gente por acá mostrándoles otros caminos, no solo mandar policías.
"Ser escritora villera es tener una identidad. La escritura me dice que pertenezco acá, al barrio, que tengo voz, que estoy viva"
Entre las changas que le salen, las poesías que escupen sus dedos y los apuntes para estudiar, Orne busca inspiración en la orgullosa bibliografía de Ioshua, Walter Lezcano, El Freud de la Villa e Inés Púrpura: “Escribo y seguiré escribiendo porque me hace bien, me divierto. En la escritura encontré una herramienta para el barrio, contra los discursos de odio que hay. Si sos de un medio te digo vení… tomémonos unos mates y vas a ver lo diferentes que somos a cómo lo dice la tele”.
DINA Y SU ANCESTRALIDAD
Choquetarqui tiene ascendencia aymara. A sus 23 años Dina lo sabe, lo siente, lo transmite y lo milita tanto como su propia marronitud. Desde ahí narra, desde ahí explica cómo llegó con seis años escapando con su familia de la crisis económica de Bolivia, allá por 2005. Huyendo de las secuelas de la Guerra del Agua y la Guerra del Gas (epicentro de grandes protestas sociales en Bolivia similares al 2001 de Argentina), Dina conoció Los Piletones como nunca antes: "Dejé el primer grado a la mitad y me vine, fue chocante pasar por toda la urbanidad de Buenos Aires para llegar al barrio. En ese momento esto parecía un desierto, mi mentalidad de niña lo asociaba a esos lugares abandonados de las películas de EEUU, con sus casas muy chiquitas". Era el inicio, sin que lo supiera, de una vida trazada por muchas preguntas.
−¿Qué se escribe sobre ustedes?
−Dina: La verdad, falta mucho por desarmar. Se escucha lo negativo, como siempre, o lo lindo pero como parte de la meritocracia. En realidad siento que hay un montón de gente que está tratando de encontrarse en nuestros barrios con eso más artístico, pero eso nunca se refleja en la tele. Antes en los medios era mucho más violenta la forma de descripción, pero ahora encuentran el modo de seguir haciéndolo.
−¿Cómo conviven con las contradicciones políticas al momento de redactar?
−Es difícil porque, como decís, hay muchas contradicciones en el barrio. Orne marcaba lo del consumo de drogas y es cierto, las historias son muy fuertes. Por ejemplo, lo último que me atravesó, fue que un chico mató a una señora al robarle. Yo sé que ese pibe atrás tiene un montón de negligencia por parte del Estado, entiendo esa realidad y duele, pero también entiendo que la vecina que mató era madre. Todo me lleva a preguntarme qué hacen los gobiernos, porque este caso está muy unido al consumo. Yo escribo desde el desglose y el análisis de estas realidades y contradicciones también.
−¿Tienen lugar en la Feria del Libro?
−No nos convocan a vender ni un fanzine. Veo puestos que llevan muchos años allí y no puedo evitar asociarlo como un lugar elitista, porque además los libros están muy caros. No creo que nos llamen, la verdad, pero eso no nos bajonea a la hora de soñar un libro propio. Nosotras no escribimos ficción, sino lo que vemos y nos pasa. Además, creo que es una buena forma de dejar algo en el barrio, un documento artístico con nuestras palabras.
Las letras de Camila Sosa Villada, en Dina, dan un empujón literario como tantos otros artistas de las palabras que siguen gritando por estos territorios castigados. Entre el caos y la belleza de este lago en Los Piletones, Dina explicó que su palabra favorita es “resistencia”, por la historia migratoria de su familia y por ser nieta de indígenas aymara: “Resistir, resistencia, resistiendo para estar”. Este 28 de mayo, en el Centro Cultural Kirchner, Escritores Villeres sigue su camino a puro recitado, para contagiar la magia de estos relatos que apenas son un ejemplo en el universo literario villero. Esa biblioteca sin estantes, esas páginas sin hojas, estos renglones sin tinta, se resumen a sí mismos, en la mirada de Ornella y Dina y en el “escribo porque existo”.
−¿Cómo quieren cerrar esta nota?
−Dina: Diciendo que “villeres” porque queremos abarcar todas las identidades. Desde las vecinas lesbianas, travestis, trans y personas no binarias. Ahí encontramos otro potencial, en nuestras historias. No vengo de una familia con plata, con papás intelectuales o con un capital cultural grande, vengo de esto, del barrio.
−Orne: Lo mismo. Ser escritora villera es tener una identidad. Mi mamá es ama de casa, mi papá albañil, y no están visibilizados. La escritura me dice que pertenezco acá, al barrio, que tengo voz, que estoy viva.
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