El nuevo Papa se hizo conocido por caminar las calles de Buenos Aires como uno más. Aquí, un recorrido por sus lugares más habituales.
El devedé sigue envuelto y cerrado. Es el primero de una pilita de películas que hay en el escritorio de Julio Rimoldi, el director del Canal 21.Todas las llevó Jorge Mario Bergoglio para verlas cuando tuviera algo de tiempo. Como en la habitación de la Curia donde vivía no había televisor y mucho menos reproductor de devedés, el papa Franscisco llamaba a Rimoldi para ver films. Por lo general, la invitación sucedía los sábados.
"Estas las vemos a mi vuelta", le dijo el entonces cardenal a Rimoldi una semana antes de partir a Roma.
En la pilita, la primera caja que se ve resulta una suerte de determinismo divino: Habemus Papa, del director italiano Nanni Moretti. Como todas las que están ahí, se la regalaron a Bergoglio. Pero el Papa nunca la pudo ver.
El Canal 21, ubicado en Rivadavia 415, es uno de los lugares a los que Bergoglio asistía con frecuencia. Era “su” canal.Y es, también, parte de la ciudad que añorará durante su papado en el Vaticano. Su Buenos Aires, ahora, pasará a ser una suerte de recorrido turístico.
El centro espiritual
Los alrededores de la Catedral de Buenos Aires, por estos días, tienen la impronta de un partido de fútbol o festival de música. Por Rivadavia, por Diagonal Norte y en la Plaza de Mayo se multiplican los hombres y mujeres que venden estampitas, pines, posters y calendarios con la imagen de Francisco, el nuevo dios argentino.
Se respira, en el aire, cierta algarabía y orgullo. El ego de los argentinos, otra vez, está por las nubes que habita el Señor. Y en la tierra, en el principal edificio católico de la ciudad, la gente va y viene como nunca antes había sucedido en la historia. Allí, donde Francisco confesaba casi de incógnito, ahora hay un revuelo inaudito. En la santería hay decenas de personas que esperan para comprar algún recuerdo, y en el Retablo Privilegiado del Santo Cristo de los Buenos Aires Óuna de las capillas laterales de la CatedralÓ, varias señoras escriben en cuadernos el orgullo, los deseos y las felicitaciones para su Papa. Ninguna sabe fehacientemente si alguna vez Bergoglio leerá sus palabras, pero tampoco les importa: de algún modo hay que expresar la alegría, dicen.
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En la puerta de la peluquería y barbería Romano, en Avenida de Mayo al 560, colgaron dos carteles que combinan jactancia, alegría y tristeza. “Un orgullo haber tenido como cliente durante 20 años al papa Francisco”, escribieron como para que todos los caminantes de la zona se enteren que ahí, en ese espacio que permanece anclado en el tiempo y en el que se sigue afeitando con navaja, asistía el flamante Papa del fin del mundo. Una vez por mes, Bergoglio llegaba bien temprano para que Mirta, la pedicura del lugar, le cortara las uñas de los pies. El pelo hacía tiempo que no se lo cortaba allí: un peluquero que trabajaba en ese lugar iba hasta la Curia para cortárselo.
La última vez que los dueños de la barbería vieron a Bergoglio cruzar la puerta de doble hoja fue una semana antes de que partiera para el Vaticano.
"Pensá que nunca nos sacamos una foto y ahora no lo vamos a ver más", le dijo Alicia, una de las señoras que atiende el lugar, a Mirta. Las dos lloraban.
Alicia recuerda que aquella última vez, bromeó a Bergoglio y le preguntó si se iba a “postular”.
"Dejáme que así estoy en paz", le respondió.
Sus estudios
Después de una semana de convivir con móviles, camarógrafos, fotógrafos y curiosos, los niños y adolescentes que van a los colegios donde estudió Bergoglio volvieron a experimentar cierto clima de serenidad. La escuela pública Óy por ende laicaÓ Pedro Cerviño, en la calle Varela al 300, en Flores, conserva el “suficiente” con el que Bergoglio terminó su sexto grado como un tesoro. El papel está amarillento, raído, pero se alcanza a ver el aprobado del papa Francisco.
Allí, por lo que cuenta Ernesto Lach, pianista y compañero de la primaria, Bergoglio se entusiasmaba con el fútbol y, especialmente, con el legendario San Lorenzo de 1946. Ese que Bergoglio se jacta de repetir de memoria.
El recorrido estudiantil de Bergoglio siguió en la Escuela Nacional de Educación Técnica Nº 27, en la calle Virgilio 1980, en el barrio de Floresta, donde hizo la secundaria y se especializó como técnico químico. No muy lejos de allí, en el noroeste porteño,Bergoglio comenzó su carrera religiosa en el seminario de Villa Devoto (en José Cubas 3543).
El Colegio del Salvador y su Universidad también son parte de la Buenos Aires que añorará el papa Francisco. En el colegio, Bergoglio dio clases de Literatura y Psicología, mientras que en el instituto universitario fue vicecanciller y tuvo un rol trascendente en el rectorado.
Su barrio
Flores, ahora, no es un barrio porteño. Es el barrio del nuevo Papa. En Membrillar 531, donde vivió Bergoglio cuando era pequeño, los medios del mundo siguen yendo a fotografiar una casa que está reformada casi por completo. La que queda casi intacta es la plazoleta Brumana, en la esquina de su ex casa, donde jugaba con Oscar, uno de sus hermanos.
En breve, la calle Membrillar podría pasar a llamarse papa Francisco, si es que prospera un proyecto de ley que presentó esta semana el legislador del PRO Cristian Ritondo. Una idea que puede convertir a Flores Ócomo San Telmo o RecoletaÓ en un barrio turístico.

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