Kurt: el sonido de la angustia entre los ruidos
Diego Pintos20 de febrero de 2017
A cincuenta años de su nacimiento, el recuerdo de Revista Cítrica para el hombre-rayo-frágil que supo hacer tambalear las sólidas estructuras de rock. Semblanza para el pibe dormido.
Fin del mundo. Última década por vivir antes del siglo XXI. Lejos de la odisea en el espacio, mucho más cerca de la maceración y autodestrucción masiva. Bombas de aquí para allá y un diluvio de palabras y voces que se multiplicaban ante la viral expansión de Internet. En ese frenesí atolondrado de información que invadió cada uno de los sentidos, pareceres y pensares, un precoz adolescente bonaerense tercermundista-sudaca-vintage, se disponía a grabar un cassette, garabateado con fibra negra indeleble.
El walkman era blanco, con la tapa un poco rota, no cerraba del todo bien. Los auriculares todavía eran de vincha, recubiertos de gomaespuma fina de color negro. Una tarde de sol, se calzó el armatoste en la cintura, colocó el flamante cassette y partió. Corrió a la parada del ómnibus, apresurado, se colgó del estribo con el último aliento y sacó boleto mínimo. Tomó asiento, y con los ojos cerrados apretó play.
El primer riff del disco no empezaba nunca. Se preguntó si habría sido un error al grabar. -¿Será que apreté play en lugar de play-rec en el doble cassettera? ¿Tan boludo pude ser?-, conversaba con sus cavilaciones. El cassette seguía girando y los desgarradores martillazos de guitarra de Smells like teen spirit no aparecían. Hurgó en el walkman, y la cinta había desaparecido. En el apuro por no perder el ómnibus, la-tapa-un-poco-rota-que-no-cerraba-bien, no cerró, y el cassette salió eyectado al empedrado. Así olía el espíritu adolescente. Una cinta que nunca terminaba por comenzar, y voces que no iban a aparecer. Desilusión. Generación X. Nevermind.
-A Boddah: (era el nombre de un amigo imaginario que Kurt Cobain tenía cuando pequeño). “Hablando como el estúpido con gran experiencia que preferiría ser un charlatán infantil castrado. Esta nota debería ser muy fácil de entender”-.
(*) Fragmentos de la carta encontrada al lado del cuerpo sin vida de Kurt Cobain.
Lado A. Play. Leyendas y más leyendas, dentro de leyendas. Los recuerdos siempre mienten un poco, y así las historias mundanas cobran un adorable misticismo. La imagen y música del grunge (palabra inglesa que se traduciría como “sucio, desalineado, zarrapastroso”) y particularmente las iconografías de Kurt Cobain y Eddie Vedder, se convirtieron en el fiel reflejo de un espejo roto, que le corrió el velo a toda una generación de jóvenes sombríos. Les sugirieron una forma de identidad propia a una camada adolescente hastiada de falsos ídolos de plástico y el absurdo glamour fantasioso que sólo podía existir en las lujosas calles de Los Angeles, California. Sonaba como una especie de retorno a lo experimental de los años 70, pero con un aullido turbodistorsionado, con la perilla del ruido fuera de control.
En Nirvana y en Kurt, el paso del anonimato-punk-sin-futuro al desenfrenado éxito y el ultramerchandising ocurrió en un abrir y cerrar de ojos. Pero ese parpadeo fue insoportable para Cobain. El tipo tenía una navaja en la lengua, un agujero en el alma y una trituradora en la garganta. Nevermind fue un disco que hizo estallar a la industria musical y a la música en sí a nivel mundial. Destrozó a Use your Illusion de Guns and Roses y a Dangerous de Michael Jackson en 1992. Todo fue distinto luego del lanzamiento de aquel disco que llevaba en la portada la imagen de un bebé, desnudo, inocente, zambullido en una piscina, tratando de alcanzar un billete de un dólar atravesado por un anzuelo. La provocación era clara, y el repudio al imperante y devorador sistema capitalista, también.
-La joven angustia ha valido la pena; ahora estoy aburrido y viejo-, cantaba Kurt en Serve de servants, tema con el que Nirvana abriría su último trabajo, In Útero. Con apenas un cuarto de siglo sobre sus espaldas, sangraba ese desgarrador mensaje en una no menos desgarradora voz.
-A nadie le gustó In Utero, ni a mis amigos. Pero a mi me encanta, es el sonido que siempre quise alcanzar, desde el primer disco-, afirmó. Todo fue un reguero de pólvora. Y Kurt hizo que todo acabase. La angustia, el dolor, la bronquitis crónica, la depresión, los miedos, la heroína, la música, y los ruidos en su cabeza.
-Los miraba y trataba de decirles con la mirada: por favor, no me lastimen-, porque eso era lo que Cobain percibía -en ocasiones- de su propio público, sentía que se convertían en un monstruo devorador. -Me pone incómodo que me traten como un fucking Dios o algo así, no puedo sostenerlo-, repetía con una apática fatiga mental. La máquina del mainstream los empezaba a despedazar.
-Ya hace demasiado tiempo que no me emociono ni escuchando, ni creando música, ni tampoco escribiéndola, ni siquiera haciendo Rock'n'Roll. Me siento increíblemente culpable-. (*)
Traumatizado por el divorcio de sus padres, aquel niño de 8 años, alegre, cariñoso y sensible, pasó a estar emocionalmente devastado en un instante. Le diagnosticaron un trastorno por déficit de atención con hiperactividad, entonces fue medicado con fuertes sedantes. Continuó su niñez avergonzado, ocultando la realidad de su familia quebrada a sus compañeros de escuela. Más tarde, en la adolescencia, su madre, Wendy Fradenburg, lo echó de casa. Su padre, Donald Cobain, lo defraudó (En una carta, Kurt le escribió: -Nunca he tomado partido ni por vos ni por mi madre, porque cuando era pequeño los despreciaba a los dos por igual-).
Su ciudad natal, Aberdeen (Washington), se convirtió en una fiera hambrienta. Esa vida de ansiedades encontró la calma de la marihuana muy pronto, a los 13 años. Vagabundo del mundo, errante nómade, poeta de lo estético, escritor de tinieblas. Siendo adolescente llegó a dormir en la sala de espera del hospital donde nació, el Harbour Community Hospital de Washington. -Ojalá hubiera alguien a quien pudiera pedirle consejo. Alguien que no me hiciera sentir como un bicho raro por vomitar lo que llevo dentro y tratar de explicar todas las inseguridades que me vienen atormentando desde hace unos 25 años-. Una de las leyendas cuenta que cuando Kurt estaba de mal humor se sentaba en un rincón durante más de 45 minutos, sin hablar.
Nirvana debutó discográficamente en 1989 con su disco Bleach; en 1991 vendría el sismo musical llamado Nevermind (su novia del apogeo glamoroso, Courtney Love, después de escuchar el tema In bloom y darse cuenta de lo bueno que era, dijo: -Al instante sentí lástima por Kurt, me di cuenta inmediatamente de la pesadilla que se le venía encima-); en marzo de 1993 llegó In Utero, disco al que Kurt quiso llamarlo -Me odio y quiero morir-. Después se realizó el conocido Unplugged In New York. Un éxito absoluto.
En el medio ocurrió de todo: la relación con Courtney Love Michelle Harrison (se casó en febrero de 1992 en Hawaii); se envenenó con heroína (una droga que Kurt afirmaba consumir para paliar los horrorosos dolores de estómago que padecía; alguna vez escribió en su diario: -He decidido que si me siento como si fuera un drogadicto, quizá pueda comenzar a serlo-). Luego, el 18 de agosto de 1992 tuvo una hija (Frances Bean) y con ella llegaría la batalla legal por la tenencia de la pequeña. Padeció varios episodios depresivos, más drogas, giras, la presión del periodismo amarillo (la revista Vanity Fair publicó una nota en la que denunciaba que Courtney siguió consumiendo drogas durante el embarazo, y el aluvión de rumores devastó a la pareja). Desilusiones, depresiones, engaños amorosos de Courtney con Billy Corgan (Smashing Pumpkins) crisis nerviosas. Hasta que en un hotel en Roma, Italia, ingirió más de medio centenar de royphnoles, pastillas narcóticas, mezcladas con alcohol. Todo en apenas tres años. El mundo era demasiado grande, pesado, insostenible.
Entonces optó por el refugio, el aislamiento. -Me he visto forzado a convertirme en una solitaria estrella del rock. Esto es no conceder entrevistas, no aparecer en la radio, etc. Esta decisión se debe a las legiones de autoridades autodesignadas en el mundo de la música, que no solamente no son músicos, sino que no han aportado nada auténtico al rock and roll, además de ser los mayores misóginos, en todas las formas de expresión-.
-Simular que lo estoy pasando 100% bien sería el peor crimen que me pudiese imaginar. A veces tengo la sensación de tener que fichar (como en una fábrica) antes de subir al escenario. Lo he intentado todo para que eso no ocurriese. Y sigo intentándolo, créeme Dios, pero no es suficiente-. (*)
Y un día, Cobain pisó Argentina. La mañana del jueves 29 de octubre de 1992, Nirvana y su comitiva llegó al aeropuerto de Ezeiza. Tocaron en Vélez, una noche de viernes. Las chicas de Calamity Jane fueron la banda soporte; insultada y apedreada por el público. Kurt odió semejante misoginia y se notó en el set de Nirvana.
Los dolores de estómago seguían siendo insoportables. Kurt permaneció en la habitación del hotel los cuatro días que estuvo en Argentina, con un cocinero que estaba disponible para él las 24 horas. Amable, distante, silencioso, de mirada extraviada. Las horas de Cobain en Buenos Aires no fueron diferentes al resto de sus padecimientos existenciales permanentes. En la única entrevista que dio a un medio local, Kurt dijo que no había tocado "Smells like teen spirit" porque entendía que la gente no se merecía esa canción tras haber tratado mal a las Calamity Jane.
-Me importa un carajo-, gritaban los Sex Pistols, y él hizo propia esa frase. Pero cuando se cansó de enojarse y pasó a sumirse en la tristeza, todo le daba igual. Y su euforia mutó a ser una desidia con forma de susurro: -Oh, well, whatever, never mind- (Está bien, como quieras, nada importa).
-Debo ser uno de aquellos narcisistas que sólo aprecian las cosas cuando ya han ocurrido. Soy demasiado sencillo. Necesito estar un poco anestesiado para recuperar el entusiasmo que tenía cuando era un niño-. (*)
Kurt solía mentir y mentirse acerca del abuso de drogas, principalmente la heroína. Intentó desmitificarla, hasta la trató de “aburrida” alguna vez. La dejó, volvió, volvió a dejarla. Pugnó por el amor profundo que le tenía a su pequeña Frances Bean, lo hizo por ella, pero el ruido era demasiado fuerte.
El 8 de abril de 1994, tres días después de que Cobain se volara la cabeza con una escopeta, pero el mismo día en que se conoció la noticia de su muerte, Eddie Vedder, voz de Pearl Jam, dijo a su público en medio de un concierto: -Ninguno de nosotros estaría esta noche aquí, si no fuera por Kurt Cobain-.
-Pienso que simplemente amo demasiado a la gente. Tanto, que eso me hace sentir fucking triste. El típico piscis triste, sensible, insatisfecho, ¡Dios mío! ¿Por qué no puedo disfrutar? ¡No lo sé!-. (*)
Años más tarde, el bajista de Nirvana, Krist Novoselic, fue consultado acerca de los recuerdos que le había dejado Kurt y logró esbozar una frase contundente: -No consuman heroína? lo digo en serio-. Eso era todo. No había más que decir. Su piel escamada, su mirada penetrantemente extraviada, amores y desamores, las letras, las composiciones viscerales. Kurt.
Se había convertido en el grito de una generación muda hasta entonces. Los freaks, los retraídos, los marginales, comenzaron a vivir la vida grunge. -Quiero cambiar nuestro estilo de música, quiero hacer algo diferente, bien diferente. Y quiero tener suficiente valor como para hacerlo. Quiero experimentar-. Ese era el espíritu que marcaba Cobain: experimentación constante. -Me gusta tocar la guitarra acústica. Me podría servir cuando sea viejo. Sentado en una silla, y tocar como Johnny Cash. No es broma. ¿Quién sabe?-.
-No puedo soportar la idea de que Frances se convierta en una rockera siniestra, miserable y autodestructiva como en lo que me he convertido yo-. (*)
La relación con Love era un espejo de sus sufrimientos infantiles: las decepciones, la soledad, el rechazo, la posibilidad insoportable de un nuevo divorcio en su vida, y los fantasmas del pasado. Según Courtney, ella trató de hacerlo reaccionar dándole un ultimátum: -Si no te internás para desintoxicarte, no vas a poder ver a tu hija-. Irónicamente, ella seguía inyectándose. Pero la respuesta de Kurt no fue la deseada por la líder de Hole. Si bien Cobain se internó en una clínica en California para rehabilitarse del consumo de heroína el 30 de marzo de 1994, dos días después se escapó por los fondos del edificio, saltando un muro, fugándose en la oscuridad de la noche, sin dejar rastros.
Tomó un vuelo a Seattle. Se sentó, y advirtió que a su lado estaba Duff Mckagan, entonces bajista de Guns and Roses. Ambos estaban enredados hasta el cuello con la heroína. Kurt dijo que se había escapado de Exodus, la clínica. Pero luego la conversación versó sobre otros temas, porque ninguno de los dos quería hablar sobre sus adicciones. Pasó por los refugios de varios de sus dealers amigos, hasta que decidió comprar un arma. Era el 2 de abril. A través de su amigo, Dylan Carlson, compró una escopeta Remington.
Kurt le contó a Dylan que la compraba para protegerse, pues tenía miedo de que alguien fue se a su casa a intentar lastimarlo. Otras versiones indican que Kurt habría comprado el arma antes de internarse por desintoxicación de drogas, y no después; y que no habría sido Carlson quien se la habría facilitado, sino un amigo en común que tenían Kurt y Courtney, Michael DeWitt.
Love denunció su desaparición a la policía, sin embargo no lo hizo con su nombre, sino con el nombre de la madre de Cobain, Wendy Fradenburg. El 3 de abril contrató un detective privado -Tom Grant- para poder hallarlo. Se estima que el 5 de abril, Cobain se quitó la vida en su mansión, el número 171 del boulevard Lake Washington, Madrona, Seattle, valuada en 1,5 millones de dólares. Las versiones policiales indicaron que Kurt fue a la cocina, abrió la heladera, tomó una lata de gaseosa y caminó al invernadero, en el jardín de la mansión. Bebió, se inyectó una impresionante dosis de heroína y se suicidó con un disparo de escopeta en su rostro, alrededor de las 11:30 de la mañana.
Su cuerpo fue hallado tres días después por el electricista de la empresa Veca Electric, Gary Smith, quien fue a colocar un sistema de luces y alarmas en la mansión Cobain. Al principio creyó que era un maniquí, pero sangraba por una de sus orejas, entonces alertó a la policía local.
-Gracias a todos, desde lo más profundo de mi estómago nauseabundo, por sus cartas y su interés durante los últimos años. Soy una criatura voluble y lunática. Se me ha acabado la pasión. Y recuerden que “es mejor quemarse que apagarse lentamente”- (frase de Neil Young).
-Siempre igual, los que no pueden más, se van-, cantó Charly en su Viernes 3 am. Una premonición del homenaje que años después le hiciera a Cobain y a Nirvana, en su unplugged de MTV, teñido de rubio, a su manera. Lado A. Stop.
Kurt: el sonido de la angustia entre los ruidos II
Segunda parte de la historia del ícono grunge que sacudió al mundo, a 25 años de su muerte. ¿Se suicidó? ¿Fue asesinado? Pareciera ser que ninguna verdad convencerá a nadie, nunca.
Dillom y la huérfana generación del suicidio
A través del nuevo disco de Dillom, Mariposa Trash reflexiona sobre la generación 2000, jóvenes que desconfían de la política y los grandes valores de la democracia. Macrismo, pandemia y albertismo, un cóctel que sólo les transmite “fracaso”. ¿Cómo vivencia esta generación la era Milei?
Yuyo Noé, entre el caos y una cultura urgente
Artista plástico, escritor y crítico de arte, todo eso es Luis Felipe Noé, o simplemente “Yuyo”. Visitamos a uno de los artistas plásticos más importantes de Latinoamérica, nos mostró su mundo y charlamos de cultura, actualidad y política.