A casi seis meses de la desaparición forzada de Carmen "Lichita" Villalba de 14 años en Paraguay, familiares denunciaron la violencia militar que sigue castigando en el continente
“Hay un nuevo Plan Cóndor”, dice Myrian Villalba Ayala. Lo dice junto a la reja que bordea la Pirámide de Mayo, parada muy cerca de unas baldosas que tienen pintado el pañuelo de las Madres. Myrian habla mientras suenan de fondo ritmos pegadizos del continente americano.
En pocos días se va a cumplir medio año del asesinato de su hija Lilian y de su sobrina María Carmen en el norte del Paraguay, a manos del Ejército de aquel país. Lilian y María Carmen, cuyas vidas fueron arrebatas el 2 de septiembre de 2020, tenían 11 años. Tal como dice la campaña internacional para pedir justicia por el hecho impune: eran niñas.
En Paraguay, el apellido Villalba es mala palabra, por eso Myrian y otrxs familiares debieron exiliarse a la Argentina. Como algunxs de sus integrantes son parte de la lucha armada del campesinado, el Estado aplica todos sus recursos para exterminarlxs, también a costa de matar criaturas.
Myrian no pudo hacer el duelo por la pérdida de la pequeña Lilian y a eso se suma que, desde el 3 de diciembre pasado, también está desaparecida otra sobrina, Carmen Elizabeth, “Lichita”, de 14 años. ¿Por qué? Porque su apellido también es Villalba y porque se encontraba en la zona de conflicto donde el despliegue militar hace recordar, por impunidad y métodos, al Plan Cóndor de las dictaduras regionales.
“Aparición con vida de Lichita ya” y “Eran niñas” son las consignas de la enorme bandera colgada sobre la reja. La bandera y los micrófonos que conforman un escenario improvisado miran a la Casa Rosada. Irán pasando discursos, canciones, poemas, reclamos… En la plaza de la memoria hay un ritual contra el olvido y también celebración del encuentro.
Con un cartel con la cara de su hermana desparecida, gesto juvenil sonriente, está Anita. Es la hermana de Lichita. Es su melliza. Es Lichita duplicada, entre el cartel y el rostro sonriente.
También está la abuela Mariana, una viejita con ojos de agua y voz suave que se pierde entre la música: “No sé dónde está Lichita, no sabemos. Suponemos que la llevaron los militares. Es fundamental la presión internacional para encontrarla. No sabemos si está viva o muerta. La queremos viva”.
“No sé dónde está Lichita, no sabemos. Suponemos que la llevaron los militares. No sabremos si está viva o muerta. La queremos viva. Ojalá la encontremos”
Hay chacarera, una versión feminista de “La jardinera” de Violeta Parra y un coro improvisado de mujeres militantes en el que participa Higui De Jesús. También hay una veintena de pibes y pibas de Fiorito que hacen una cadena humana unida por banderas de Argentina y Paraguay.
Mariana dice que está “dolida y agradecida”, que no piensan bajar los brazos porque sienten el apoyo de las organizaciones sociales y también la energía de la plaza. Dice la abuela de ojos buenos que ellas, las mujeres paraguayas de alma guerrera, “no tenemos derecho a entregarnos”.
El sol se va poniendo detrás del Cabildo. Cae la tarde y también se oscurece la fachada de la Casa Rosada.
Hay una niña argentina de 14 años desaparecida en Paraguay. No es noticia en esta región agitada por el dolor y la memoria.
Los ojos de la abuela se relajan detrás del barbijo cuando habla de Lichita.
“Es decidida, resolutiva, mejor alumna de su escuela”.
“Ojalá la encontremos”.
Ojalá.
El reclamo por Lichita trepó al Cerro Guazú
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Una compañera de Revista Cítrica viajó a Paraguay con la comitiva argentinas que reclama la aparición con vida de Lichita. Aquí cuenta la visita a una comunidad del Cerro Guazú, donde fue vista por última vez la niña de 14 años.
"En los barrios hay experiencias comunitarias muy enriquecedoras"
Zulma Monges es militante por los derechos de las personas migrantes. Nació en Argentina, vivió su infancia en Paraguay y volvió a este país por una vida mejor junto a su mamá. Acá soportó la crisis de 2001, la falta de vivienda digna y la discriminación.