Decir que en Argentina no hay racismo es volver a negar la historia
por Sandra Chagas *Fotos: Juan Pablo Barrientos
05 de junio de 2020
A partir de la conmoción que generó el asesinato de George Floyd en Estados Unidos, la afrodescendiente Sandra Chagas viaja hasta el origen de la discriminación y crímenes raciales que se produjeron en Argentina desde el siglo XIX. Y recupera un caso testigo: el de José Delfin Acosta Martínez, asesinado en 1996 por la Policía por oponerse a la detención arbitraria de dos hombres negros.
Los primeros violados, asesinados, desaparecidos y discriminados en la Argentina, desde antes de su Constitución y hasta estos días, fueron y son los pueblos originarios. Ese es el primer reconocimiento, desde ahí debemos partir. Lo otro, lo que viene, será desmontar aquel dicho popular de que "en Argentina no existen negros", todo un símbolo del negacionismo y la exclusión racial.
Lxs afroargentinxs fueron negadxs por la historia educativa diseñada por el propio Estado argentino a través de Domingo Sarmiento. Era una historia que siempre miraba a Europa. La sociedad argentina fue tallada a través de ideas negacionistas, eurocentristas y racistas que se mantuvieron en el tiempo, y que provocaron una mayor dificultad para incluir y aceptar al afrodescendiente como parte de la identidad argentina. Sometió a esas personas por el solo hecho visible de su existencia y rasgos afrodescendientes, en conexión directa a padecer exclusión y desigualdad social, racismo, discriminación racial, xenofobia y otras formas conexas de intolerancia.
La historia real sobre lxs afroargentinxs es muy larga para contar en una nota. Pero lo más urgente que debemos hacer es derribar esa construcción estatal y cultural: los afroargentinxs existen y son previos a la Nación argentina. Todos ellos afrodescendientes de la deuda del reconocimiento aún no saldada, del proyecto genocida de la trata esclavista transatlántica africana y explotación de origen económico generacional de su diáspora afrodescendiente.
Lxs afroargentinxs fueron negadxs por la historia educativa pretendidamente europea y diseñada por Domingo Sarmiento
Decir que en Argentina no hay racismo o discriminación racial es volver a negar la historia. El Estado y la sociedad, con la misma metodología de sometimiento, abusa y persigue a los pueblos originarios. La brutal paliza a la familia Qom en Chaco lo demuestra. Es parte de una continuidad basada en la persecución étnica, racial, originaria y africana.
En los últimos días, los medios periodísticos posaron su mirada en lo que ocurre en Estados Unidos luego del asesinato racista de George Floyd, pero en Argentina existen miles de casos diarios, de abusos y persecuciones de origen discriminatorios. Muchos, con "suerte", terminan siendo casos reconocidos de Gatillo Fácil. Y digo "suerte", con el perdón de las víctimas y sus familiares, porque en su gran mayoría, debido a la corrupción institucional, disfrazan la realidad con delincuencia, ocultando pruebas o falseando otras, para incriminar a la propia víctima. La gran mayoría de los casos de Gatillo Fácil no tienen como prueba del delito imágenes documentadas en video, como sucedió con el caso del afroamericano George Floyd.
La tragedia para la familia no termina solo con la pérdida humana de un ser querido, sino que comienza un mundo siniestro sin duelo, donde se convierten en rehenes de la inseguridad y amenazas de los corruptos asesinos, cómplices y encubridores del sistema institucional, por buscar y reclamar justicia y defensa de los derechos humanos.
La historia que instaló Sarmiento lamentablemente sigue hasta hoy. Tanto en Europa como en Argentina, los Estados violan el derecho a refugio o asilo político si las personas son de origen africano. Los africanos en Argentina quedan expuestos al abuso y aún con títulos universitarios, por indocumentados se ven obligados a la venta ambulante o trabajos con sueldos indignos. Existe una persecución sistemática de la Policía: les cobran coimas y después los persiguen y los golpean, se quedan con su mercadería sin un acta documental, entran en sus hogares con amenazas de deportarlos y les roban. Violan todos sus derechos y si sales en su defensa, terminas asesinado como el activista senegalés Massar Ba.
La historia instalada en el siglo XIX lamentablemente sigue hasta hoy. En Europa y Argentina, los Estados violan el derecho a refugio si las personas son de origen africano
El Artículo 25 de la Constitución argentina dice: "El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes". Pero no aplica el mismo derecho para los africanos.
Huyendo de la violencia policial y persecución étnica racial en épocas de dictadura en Uruguay, migraron a Argentina en 1982 dos hermanos activistas afrodescendientes: José Delfin y Ángel Acosta Martínez, que junto al músico afrouruguayo Diego Bonga Martínez fundaron el Grupo Cultural Afro, para combatir el racismo, visibilizar la existencia del afroargentino, defender los derechos humanos de los africanos y afrodescendientes, divulgar las influencias socioculturales africanistas en el Rio de la Plata y promover el Candombe como forma de vida sin fines de lucro en Argentina.
A José Delfin Acosta Martínez lo asesinó la Policía Federal en 1996, pero su caso no tuvo la repercusión que tuvo aquí el asesinato de George Floyd. Aquel día, José Delfin no dudó en salir en defensa de dos jóvenes afrobrasileños que ni conocía, pero que eran arrestados por el color de su piel. La Policía no toleró su protesta, y también lo arrestó. Eran tres afrodescendientes en presencia de muchas otras personas blancas, que también indignadas reclamaban a gritos por la injusticia y abuso policial racista.
A José Delfin Acosta Martínez lo asesinó la Policía Federal en 1996, pero su caso no tuvo la repercusión que tuvo aquí el asesinato de George Floyd.
Dentro de la Comisaria 5ª de Buenos Aires le pegaron a los tres, pero con José Delfin se ensañaron: lo apartaron y para humillarlo lo desnudaron, lo esposaron y lo torturaron. Lo castigaron a palazos y patadas hasta provocarle convulsiones. Falleció en una ambulancia camino al hospital el 5 de abril de 1996, menos de una hora después de su arresto.
“No es posible defender los derechos humanos del activista negro José Delfin Acosta Martínez, asesinado por la Policía por salir en defensa del arresto racista de dos jóvenes negros por el color de la piel, si dicen que ‘en Argentina no hay negros’. Entonces José no murió”, leyó ante la ONU, en la Conferencia Ciudadana de las Américas de 2000 en Santiago de Chile, la afroargentina Lucía Molina, directora de la Casa de la Cultura Indo Afro Americana de Santa Fe. Luego de esa intervención, la ONU le pide al Estado argentino representado por el INADI que responda. El Estado no supo hacerlo.
Luego de esa exposición, la ONU pidió a los activistas afrodescendientes que demostráramos la existencia de los afroargentinos. Se conformó una mesa de trabajo entre activistas afroargentinos, afrodescendientes y africanos, el INDEC y el Banco Mundial, y lo pudimos demostrar. De ahí surge la incorporación de la pregunta sobre afrodescendencia en el Censo Nacional, que no se realizó en todos los hogares. Vaya paradoja: ni siquiera se la hicieron a Lucia Molina. En el siglo XXI, el comportamiento del Estado es casi el mismo que en el siglo XIX.
Veinticuatro años después de ese asesinato racial, la familia Acosta Martínez está a la espera de una condena al Estado argentino en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH). La familia declaró que este Estado que niega a la negritud y discrimina a los pueblos indígenas es responsable de la muerte de José Delfin.
Los hermanos Acosta Martínez son hijos de un matrimonio mixto (como siempre se dijo): madre blanca y padre negro. Aunque los dos son afrodescendientes, José Delfin nació visiblemente negro, y Ángel nació visiblemente blanco.
El que sufrió las consecuencias y fue asesinado ya sabemos quién fue.
* Integrante del Movimiento Afrocultural y del grupo Matambas, de mujeres negras y afrodescendientes.
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