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"Hoy los viejos somos los revolucionarios"

por Revista Cítrica
Fotos: Rodrigo Ruiz
26 de septiembre de 2024

La filósofa y epistemóloga Esther Díaz nos recibió en su departamento de San Telmo para pensar sobre el sexo, la vejez y la muerte. La historia de una mujer que tiene una vida de película.

¿Quién es Esther Díaz? ¿La nena a la que la directora de la escuela primaria le adelantó un grado y a la que su padre le prohibió ir a la secundaria porque las “estudiantas eran todas putas que fumaban y usaban pantalones largos”? ¿La chica que se hizo monja para tener tiempo para leer y dejó el convento porque no había estufa? ¿La mujer que abrió una peluquería para darle de comer a su hijo y a su hija porque su marido era vago, golpeador y borracho? ¿La hija del diariero y la ama de casa que se convirtió en una reconocidísima filósofa y epistemóloga? ¿La joven que a los 26 años recién separada, con dos hijos y atendiendo una peluquería decidió terminar la secundaria y hacer el ingreso a la universidad?¿La profesora y titular de Cátedra de Pensamiento Científico del Ciclo Básico Común que nos enseñó a pensar a miles de estudiantes? ¿La señora de 85 que coge con pibes de 40 años menos? ¿La que un actor porno recuerda como la señora que le hizo parar bien rápido la pija? ¿La que reprocha a un director de cine por no filmarle la concha?¿La filósofa punk? ¿La mujer multiorgasmica que se divierte bailando y disfrazándose?

¿Cuántas vidas entran en Esther Díaz? La vida de Esther Díaz es de película. Tan de película que hasta filmó una película sobre su vida. Se llamó Mujer Nómade, la dirigió Martín Fariña y se estrenó en 2018. El rodaje fue en un momento muy especial. Se acababa de jubilar, por obligación, habían muerto su hijo y su hija y se estaba quedando ciega. Ahí llegó Fariña y le hizo la propuesta. Esther fue directa: “A mí me jubilaron y me cortaron las investigaciones. Yo hago la película si es una investigación, hay que trabajar ocho horas por día”.

“Yo me había inventado un posgrado en metodología de investigación científica cuando no pude seguir en la UBA. Lo estaba dando en la Universidad de Lanús y me dijeron, ‘Esther, tenés que irte, porque te llegó la jubilación, tenés 75 años’ y a los 15 días murió mi hija. Y ahí fue donde me derrumbé, donde creí que el mundo se había acabado, y estando en esa situación, que solamente me la pasaba encerrada escribiendo, y una vez por semana salía al psicoanalista, cayó Martín Fariña a ofrecerme la película y de ahí salió Mujer Nómade. Estuvo también súper lindo, estuvo lindo estar con el chonguito también”.

En Mujer Nómade están todas las vidas de Esther y, por supuesto, también su vida sexual que quedó representada en las escenas filmadas con un actor porno. “Martín nos dijo que habláramos y hagamos lo que quisiéramos. Y acabé realmente, sin penetraciones, como las lesbianas. Yo lo acariciaba todo y él a mí. Y en la parte cuando yo venía de los pies para arriba, simplemente le pasaba por arriba al pene, no se lo agarraba, le pasaba, y el pibe...después contaba en el estreno de la película que se la había hecho parar”.

Esther cuenta que justo para esa época estaba investigando el post-porno. Y que eso fue lo que hicieron con el actor. “A cierta edad ya no importa la penetración, ya la sexualidad pasa más bien por las caricias, pasa más bien por otro tipo de deseo y de goce, no necesariamente por la penetración”. En los últimos años Esther Díaz se ha dedicado a pensar en la vejez y en el sexo.

Jubilades en lucha y jóvenes reaccionarios

 

--¿Qué pensás sobre la resistencia que están dando las jubiladas y jubilados en este momento?

--Estamos en el mundo del revés: estamos viendo a jóvenes reprimir a los viejos y a las viejas. Los viejos y las viejas salen a reclamar y los chicos aceptan plata para pegarle a los viejos. Al revés de lo que pasó históricamente. Los jóvenes siempre eran los revolucionarios. Resulta que ahora el mundo se puso al revés en serio, o sea, los revolucionarios son los viejos y las viejas, y los reaccionarios son los jóvenes.No voy a ser como los viejos pelotudos que dicen que todo el tiempo pasado fue mejor. No, lo mejor es estar vivo ahora. El pasado no existe. Lo mismo con el futuro. No existe. Hay que vivir el presente. Y el presente es eso, cambió el paradigma. También me llama la atención esa necesidad tan grande de lastimar, de ofender, aunque esto es una cosa que no es de hoy ni de ayer, empezó con la digitalidad.El hecho de que el poder sea tan violento, hablo de Milei y compañía, habilita a todas las miserias que todos los seres humanos tenemos dormidas o despiertas dentro nuestro.

--¿Pensaste cuál fue el punto de inflexión en que la vejez pasó a ser revolucionaria y los jóvenes reaccionarios? 

--No lo pensé específicamente. No quiero guitarrear. En mi época, si uno preguntaba en un aula quién no milita, no levantaba nadie la mano. Yo era de las pocas que no. Porque era grande, estaba criando dos hijos, trabajaba todo el día de peluquera, vivía en Ituzaingó y venía todas las noches a estudiar Filosofía y Letras. Estudiaba y no jodía, porque yo lo que quería era recibirme. Pero los chicos jóvenes no hacían eso. A mi por no militar me decían “Cerda”. Es un término que Sartre inventó para decirle a la gente que no milita, que es indiferente…”Son unos cerdos”, dice Sartre.

Cuando empecé en mi cátedra del CBC ya era distinto. Cuando daba clase pedía que levantaran la mano las personas que militan y no entendían la pregunta. Eran los hijos del proceso. Yo estuve 20 años en el CBC, desde el 85 hasta el 2005 y nunca me hicieron un planteo de política.

--¿Por qué creés que la juventud compró el discurso de Milei?

--Lamentablemente tengo que hacer autocrítica porque toda la vida he sido, soy y seguiré siendo peronista. En los últimos años no le hemos dado nada seductor a la juventud. ¿Qué fue lo único que vieron? La Cámpora.

Un movimiento cerrado en sí mismo. Un movimiento que no se abre a la sociedad. O sea, tipo secta. ¿Qué le ofrecimos a los jóvenes para que nos quisieran a nosotros más que a Milei? También fallamos en las técnicas. Una de las cosas que me dijeron muchos jóvenes que votaron a Milei fue que lo votaron porque era lo que decían en Tik-Tok. Todos votaban a Milei en Tik-Tok-. Mientras Massa se ponía en pose. Incluso se hacía sacar las fotos del perfil como si fueran las fotos de San Martín. Faltaban cosas con humor, después las hicieron pero ya era tarde. Y nada ha cambiado. Todavía no tenemos ningún tipo de organización, no para los jóvenes, para nadie. O sea, que si llegamos a ganar, va a ser simplemente por ser el único atajo a lo que está gobernando actualmente.

--¿Cómo se hace un país donde el presidente manda a los filósofos y científicos a competir en el mercado, para explicarle a la juventud que la filosofía o el pensamiento es útil?

--Y bueno, obviamente, la filosofía debe ser la pavada más grande de los zurdos para este presidente que tenemos. Pero yo creo que es muy razonable viéndolo objetivamente, porque tanto el presidente como las personas que tiene alrededor (con alguna excepción como puede ser Guillermo Francos, que es un hombre que sabe de política) son unos ignorantes totales, te das cuenta cuando los escuchás hablar, es mucha la ignorancia porque lo único importante para ellos es la economía, ¿Cómo la economía va a estar delante de la vida? ¿Si nos morimos todos la economía va a seguir sola? No tienen ni siquiera la capacidad de razonamiento como para llegar a esa conclusión. ¿No se dan cuenta que si siempre vamos a poner la economía delante de la vida va a llegar el momento que vamos a desaparecer? ¿Y quién les va a manejar el coche? ¿Quién les va a hacer la comida? ¿Se acuerdan cuando empezó la pandemia lo que hizo un señor que se llevó a la mucama en el baúl del coche porque no sabía ni hacerse un café con leche? Son tan ignorantes que ni siquiera tienen proyección de futuro más allá de los números. Por eso no les conviene que estudiemos. ¿Cómo van a soportar que los súbditos, los que tenemos que estar arrodillados chupándoles el zapato, tengamos más cultura? Es casi de sentido común. Si sos una rata no querés tener un león alrededor tuyo, querés ratas. 

--¿Qué futuro imaginás para el país? ¿Crees que los imaginarios colectivos van a mutar?

--Por experiencia mía y por estudiar historia que esto son ciclos, que de esta vamos a salir. Posiblemente no lo voy a ver yo, pero vamos a salir. Álvaro García Linera dice que hay ondas. Onda liberalismo. Y después viene otra vez onda sensibilidad social. Porque es como dijo Cristina hace poco tiempo, cuando uno es pobre se hace peronista. Porque sabes que es el único gobierno que en la Argentina le ayudó a los necesitados fue el peronista. Pero tan pronto como pasás a ser de clase media y empezás a tener cosas que perder, no querés saber nada. No hay gente más gorila que la gente que fue pobre y salió de pobre gracias al peronismo. Entonces viene una nueva tanda. Entonces ellos se hacen de derecha. Ellos votan a Milei. Pero ahora están todos en la lona. Vuelven a la pobreza. No creo que se vote otra vez por la derecha.

La vejez no es la muerte

 

“Me convocaron para escribir un libro sobre la vejez y estoy investigando. Busco libros del tema y hay muy pocos. El otro día fuí a una librería y pedí libros sobre la vejez. Y en un momento, me traen libros sobre la muerte. Me quedé atónita. No pude decir nada. Pero me quedé pensando. Si yo entro a una librería y pido libros sobre adolescencia, a nadie se le va a ocurrir traerme un libro sobre la muerte. Y la cantidad de muertes en la adolescencia pega un salto muy importante con respecto a la cantidad de muertes de la infancia”.

La anécdota le sirve a Esther para introducirse en el pensamiento de la vejez. Es un ejemplo que bien podría haber estado en sus textos de Pensamiento Científico del CBC que nos desafiaban a ver cómo el imaginario social incidía sobre nuestros pensamientos. “Al salir de la librería pensaba en cómo el imaginario social te va impregnando de que lo único que nos queda a los viejos y a las viejas es la muerte. Bueno ya lo dijo la canciller Diana Mondino. ¿Para qué van a sacar créditos si se van a morir? ¿Y vos para qué elegiste ser canciller? Si tenés 65 años, pelotuda, 65 años, ¿para qué elegiste si te vas a morir? Todos vamos a morir. Después de lo que pasó en la librería, me puse a buscar estadísticas. Y el momento más peligroso de la vida no es la vejez, el momento más peligroso es cuando recién naciste. Ese es el momento donde más mueren las personas. Pero si voy a pedir un libro sobre primera infancia, nadie me va a traer un libro sobre la muerte”.

--El imaginario social colectivo tampoco piensa en la vejez como un momento activo para la sexualidad….

--Me pasó con mi libro sexual "El himen, obstáculo epistemológico”. El fotógrafo me hizo cuatro/cinco fotos jugadas pero sin mostrar mi cabeza. Entonces a las personas que visitaban la editorial, les mostraban el libro con esas fotos y la reacción de las mujeres era peor que la de los hombres. “Pero es una vieja ¿Cómo? ¿La vieja coge? Me da asco”, decían. El asco no es más ni menos que rechazo, es algo que no podés soportar y es irracional.

--¿Ese asco es una construcción? ¿Nos enseñan a qué tenerle asco?

--Cuando esa misma chica a la que le dio asco mi cuerpo tenga mi edad.¿Qué va a decir? Estamos tan colonizados por el patriarcado que no podemos ver más allá. Está tan instalado y se lo creen tanto que dicen: “Cuando tenga 45 cierro el negocio. Ya no hay nada que hacer”. Yo honestamente, nunca soporté el amor, siempre quise ir al enamoramiento. Los tipos no me duran nada. ¿Por qué? Porque quiero estar siempre en la cresta de la ola, pero yo no represento a la media de las mujeres de 84 años, trabajé mucho sobre mí misma, por algo mi doctorado lo hice sobre Foucault. Uno tiene que enamorarse de un autor para hacer un doctorado, me enamoré de su lucidez sobre la sexualidad, sobre las represiones que sufrimos. Uno de los libros que tenía pensado escribir Foucault era justamente sobre este tema de la mujer pero murió de Sida antes de poder escribirlo. Yo seguí por la mía, incluso en mi tesis doctoral escribí un capítulo que después lo publiqué como libro, que es mi libro más vendido, La filosofía de Michel Foucault, ese libro lo saqué imaginando qué iba a decir Foucault en ese texto que la vida no le dio para seguir escribiendo. 

--¿Entonces no le tenés miedo a la muerte?

--No le tengo miedo a la muerte, sí le tengo terror a la decrepitud y a depender de otras personas. Ya no camino como lo hacía antes del COVID, el cuerpo no acompaña. Me acuerdo que mi abuela cuando tenía 90 años decía que cuando se despertaba tenía ganas de baldear la vereda pero que después agarraba la escoba y se daba cuenta que no tenía más fuerza. La mayoría de las personas tenemos un desfasaje entre la edad autopercibida y la edad cronológica. A pesar de esa actitud que siempre tuve de tutearme con la muerte, tuve un intento de suicidio muy jodido, estuve una semana y media inconsciente, no sabía si iba a sobrevivir o no. Fue después de que mis hijos murieron. Hace 6 y 8 años. Murieron uno detrás de otro prácticamente. Lo que siento dentro de mí es que si mis hijos que son lo que más quise en la vida (desde el punto de vista biológico, porque desde otro punto de vista lo que más quiero es la filosofía) pasaron por eso me da vergüenza decir que tengo miedo de morirme. Si mis hijos ya pasaron por la muerte ¿Cómo voy a tener miedo a morir? Sí tengo miedo al límite que me pone el cuerpo, por más que tengo personal trainer, hago gimnasia y trato de caminar, la decrepitud cada vez va a aumentar más. Después de los 70 años, cada día tenés un nuevo dolor, un nuevo dolor en el cuerpo. Es terrible. Hasta tal punto que los médicos, por ejemplo, toman a la vejez casi como una enfermedad. Pacho O’Donell dice que haciendo gimnasia mejoró su rendimiento sexual y que teniendo una vida saludable va a vivir más años. A mi lo que me interesa no es vivir más años. Mi mamá vivió hasta los 103 años, los últimos 10 años ciega y paralítica. ¿Qué sentido tiene cuando ya las fuerzas no te dan? Es cierto tanto yo como Pacho escribimos pero solo yo y Pacho sabemos los dolores que hay en nuestros cuerpos. Lo único que pido a la vida es estar activa hasta el último momento. Estar bien, sentirme bien. 

EL ESTUDIO DE LA FILÓSOFA

 

Hay un dato de la historia de vida de Esther Díaz que no deja de sorprender. Esther a los 26 años no había hecho ni el primer año de la secundaria. Y, sin embargo, se convirtió en una influyente filósofa, epistemóloga y escritora que tuvo a su cargo durante 20 años una de las dos cátedras con más alumnos/as de toda la Universidad de Buenos Aires.

--¿Cómo fue que recién entraste a la Universidad a los 30 años?

--Yo quería ir al Nacional de Buenos Aires. Un colegio donde ni siquiera aceptaban mujeres en aquella época. Pero ni había reparado en eso. Así que un día le pregunté a mi mamá si podía ir a esa secundaria. Porque a mi papá le teníamos tanto respeto que ni me animaba. Y mi mamá me contestó: “Vos no vas a seguir estudiando, ya lo hablamos con tu papá”. Mi papá decía que las estudiantas se vuelven putas, que las veía en el tren fumando y usando pantalones largo. Hice quilombo, me enfermé y lloré pero no hubo nada que hacer. Entonces, me dieron el premio consuelo que terminó siendo un castigo, de que podía estudiar piano, porque la profesora de piano estaba a tres cuadras de casa. No tenía que tomar el tren y convertirme en una puta. Pero fui abusada durante dos años religiosamente por el hermano de la profesora de piano. No me dejaban ir a estudiar porque se volvían putas. Me mandaban a tres cuadras de mi casa y el tipo me abusaba cada vez que me encontraba sola. También me mandaron a aprender costura. Ahí me dejaban porque era en Morón. Y no era tan lejos de casa. Pero me lastimaba los dedos, sangraba, era muy mala. No me gustaba. Yo quería estar en la secundaria. A los 11, 12 años, como no me dejaban estudiar, ya no tenía nada que hacer.

Yo, por mi cuenta, leía. En mi casa no había más que las revistas o los diarios porque mi padre era diariero, un diariero analfabeto. Una vez una amiga de mi mamá, que era muy católica y la quería convencer de ser practicante, le dejó la biblia. Y fue fascinante. Encontré algo para leer, me leí dos veces la biblia completa. Es el libro más pornográfico que leí en mi vida. A mis 12 años supe de la sexualidad por la biblia.

¡Y además de qué manera! Sarah porque estaba vieja no podía darle hijos a Abraham. Entonces le trajo a una esclava y se la puso en la cama al marido para tener hijos. Yo ni tenía idea de lo que era el onanismo y lo aprendí de la biblia.

A los 18 ya no me podían prohibir estudiar, así que me anoté en el Nacional de Morón, y aprobé el examen de ingreso. Y como yo era más grande no estaba cómoda, en las clases de gimnasia llegaba siempre última. Me empecé a sentir mal y decidí meterme a monja de clausura porque pensé que ahí iba a poder leer todo. Pero la vida en el convento fue muy dura y yo sufro mucho el frío y ahí estaba prohibida la lumbre. Así que dejé mi actividad de monja. Y la única opción que me quedaba para irme de casa era casarme. Así que a los 20 años me casé, a los 21 tuve un hijo, a los 23 una hija. Y me di cuenta que ya estaba en la mitad de la vida porque en ese entonces la expectativa de vida era mucho menor y yo sentía un estigma de no haber estudiado. A mí me parecía que todo el mundo me veía con un estigma, con una cicatriz por no haber estudiado. Y pensaba que estaba grande para estudiar. Me había casado con un tipo golpeador que no traía plata a la casa, entonces me volví peluquera. Alquilé un local y armé la pelu. Y ahí, al tratar con diferentes tipos de gente, empecé a apiolarme un poco. Una vez una clienta me invitó a una presentación de unos dibujos, y vi por primera vez, que se puso de moda en esa época justamente, un collage, lo vi acá en Capital, en alguna galería, y entonces en mi casa, no, ahí en la peluquería, hice toda una pared de collage. Seguía con el estigma de no haber estudiado y pensaba que ya estaba grande. Ya me había separado, y criaba a mis dos hijos. Entonces pensé es ahora o nunca, si la muerte me alcanza en el camino, por lo menos me va a alcanzar haciendo lo que yo quiero. Porque yo pensaba eso también, me pongo a estudiar ahora, mientras que trabajo, con dos chicos, no sé cuándo me recibo, y bueno, la muerte me va a alcanzar en el camino, pero por lo menos en el camino que yo quiero ir. Así que fui a un profesor particular para los idiomas que me dijo. “Es una pena que usted curse 5 años, ¿por qué no empieza a dar libre?” Tenía 26 años, a los 28 ya terminé el secundario. Y me mentalice de que antes de los 30 tenía que entrar a la Universidad. Entonces me preparé, por supuesto, todo el día, batiendo cabello en la peluquería, y a la noche, estudiando. Hice el curso de ingreso y el día que pegaban en una cartelera los resultados de los examenes mi corazón se quería salir del pecho. Tengo 84 años, si me preguntás cuál fue el día más feliz de mi vida no tengo ninguna duda: el día en que vi mi nombre, entre los nombres de los que habían ingresado a la universidad. No hay nada que haya superado eso, ni los hijos, ni la familia, ni los amantes que sobraron. 

De todas las Esther Díaz que caben en Esther Díaz la que me le gusta a ella es la que es reconocida.

“Yo soy multiorgánica y tengo mi sexo impecable, a pesar de la edad que tengo. Pero la satisfacción más grande es ser reconocida”, dice ampliando la sonrisa de sus labios pintados con rojo furioso y sexual.

--Pero no te conformaste con entrar a la Universidad, ni siquiera con recibirte...

--Claro. Bueno, entonces cuando entré, me vine para el centro, me busqué un departamento en San Telmo, para estar a la vuelta de lo que era la Biblioteca Nacional. Entonces dejaba a mis hijos, que eran chicos todavía, con una señora que los atendiera y me daba la vuelta para estudiar en la Biblioteca. La carrera de cinco años la hice en tres años y medio. Solamente una materia me fue mal: epistemología. Y al final fue con lo que me gané la vida siempre.

Se habían abierto 15 cátedras de conocimiento científico y después una sola cátedra de problemas filosóficos pero que era para Tomás Abraham. Así que me puse a estudiar conocimiento científico, Tres meses antes de hacerme cargo de estar frente al aula, estudié epistemología por todo lo que no había estudiado antes. Y bueno, después me tuve que seguir perfeccionando, hacer cursos, etcétera, todo lo que se hace para perfeccionarse, y terminé siendo epistemóloga. Y terminé teniendo 10.000 alumnos en Pensamiento Científico y en el aula 12 de Ciudad Universitaria di teóricos para 500 personas, entraban 200 sentadas y se sumaban 300 más paradas. Era una extrañeza que una profesora titular en el CBC de clases teóricas. Nadie da. Los pibes iban aburridos, pensando que iba a ver una vieja de rodete y trajecito sastre, y resulta que aparecía yo, con mis piercings y con el cuero y con las botas, ya me aplaudían hasta antes de subir a dar la clase. 

CINE, LIBROS, MÚSICA Y DIVERSIÓN

 

–¿Dónde te divertís? 

–Bailando, disfrazándome. Tengo un amigo que es un artista muy prestigioso, Alejandro Ros, hace bailes de disfraces como si fuera una obra de arte. Le dicen ‘el chico de las tapas’, porque desde jovencito hizo tapas de discos y lo sigue haciendo, es diseñador gráfico y como obra de arte independientemente de las tapas, prepara bailes. Un baile es una obra de arte para él, que es lo ideal porque es lo más efímero de puede pensarse de una obra de arte, es ese día y punto. Festeje mis ochenta años siendo DJ de uno de esoos bailes de disfraces. El próximo, que va a ser el 19 de octubre, me quiero disfrazar de Gardel con el pelo bien engominado. También me divierto con el cine, es mi gran pasión, en orden sería me divierto primero escribiendo, segundo leyendo, tercero con el cine y por último el baile.

–¿Director de cine o película favorita?

–Las películas de Akira Kurosawa me gustan todas, también las de Luchino Visconti, Muerte en Venecia me encanta y El silencio de Ingmar Bergman, la primera vez que la vi salí enloquecida. No entendí un carajo, pero salí anonadada. Me di cuenta que ahí había algo profundo, lo mismo cuando leo a Baruch Spinoza, difícilmente entiendas lo que leíste de primera movida o en la décima vez pero te das cuenta que es de una profundidad tremenda. Después que fui profesora de filosofía, volví a ver El silencio y comprendí por qué me había gustado tanto.

--¿Un libro de filosofía?

--A Nietzsche no lo leía, no podía creer que no tenía ninguna materia en la que tuviera que estudiar a Nietzsche por obligación. Un día se lo dije a un compañero, justo tenía un Zaratustra en la mano y me lo dio. No lo conocía de antes, ni lo volví a ver en la vida a ese muchacho. Cuando llegué a mi casa, eran como a las 11 de la noche, lo empecé a leer mientras cenaba. No pude dormir hasta que no lo terminé. Cuando lo terminé ya era de día y tenía que hacerme cargo de la peluquería. No entendí un carajo pero es tan poeta, es tan maravilla, es poesía pura.