Esenciales de salud: de los aplausos a los palazos
por Revista CítricaFotos: Agustina Salinas
18 de junio de 2021
Autoconvocadxs de Salud protestaron en el Puente Pueyrredón por el fin de la precarización y salarios dignos pero se encontraron con gas pimienta, escudazos y patadas de prefectos. Tampoco pudieron honrar la memoria de sus colegas que perdieron la vida.
El frío sube desde el Riachuelo y recuerda en la piel y en la memoria que es junio. En el Puente Pueyrredón, del lado de Avellaneda, hay un grupo que quiere avanzar para cortar el acceso vehicular en esa frontera entre Provincia y Capital. Un cordón de Prefectura (escudos transparentes, botas negras y cascos que cubren caras serias con barbijos) impide el avance.
–Le llamamos el puente de la dignidad. Queremos subir simbólicamente para poner las fotos de nuestros compañeros que ya fallecieron.
La voz de mujer frente a los micrófonos presentes le pone coordenadas al reclamo: es el año dos de la pandemia y la convocatoria en la calle de Autoconvocadxs de Salud (ambos de color claro, barbijos, algunas máscaras de protección) trae a la realidad argentina una serie de reclamos que parecen olvidados, como los aplausos que la sociedad les ofrecía apenas unos meses atrás.
Exigen:
*Salarios igual a la canasta familiar.
*Fin de la precarización y los contratos informales.
*Régimen de insalubridad para lxs esenciales de salud.
*Fin de la persecusión, la violencia laboral y de género contra las trabajadoras que luchan.
*Pensión igual a la canasta básica para hijos e hijas de profesionales de la salud muertxs por COVID-19.
La voz de mujer se agita a metros del cordón de uniformados: “No podemos seguir con este sueldo de miseria, no podemos seguir las mujeres padeciendo violencia institucional, laboral y de género. A mí el Estado bonaerense me debe cinco meses trabajados en el hospital público en plena pandemia y estoy acá viva, pero hay compañeras que se murieron sin cobrar cinco o seis meses de sueldo. Además, los sueldos son de miseria y si nos morimos, no tenemos ni una pensión para dejarles a nuestras familias. Los sindicatos patriarcales y burócratas no nos escuchan”.
En el AMBA hubo no menos de 300 fallecimientos desde el comienzo de la pandemia.
Esta lucha no es solo en Buenos Aires, dicen, y dan ejemplos de las provincias. En Misiones, por ejemplo, el personal de Enfermería tiene un básico inferior a los 20.000 pesos. “Estuvimos acampando 63 días en el Ministerio de Salud y nadie nos escuchó”, recuerda otra mujer. Son mayoría ellas. Feminización y precarización van de la mano en salud.
El grupo de Autoconvocadxs (con solidaridad de otros gremios, como el docente Ademys) quiere subir al puente, llevar a lo más alto de la frontera entre Provincia y Capital las pancartas con caras de compañeros y compañeras que perdieron la vida. Difícil calcular la cifra, pero en el AMBA hubo no menos de 300 fallecimientos desde el comienzo de la pandemia.
Hay forcejeos, los escudos quedan pegados a los ambos claros de salud. La tensión crece porque es junio y es el Puente Pueyrredón. Algo de la memoria de lucha se reaviva en la mañana fría.
Hay gas pimienta, empujones, escudazos y varias patadas de prefectos que quieren evitar el paso de lxs laburantes que no son tantxs, ni tan violentos como el cordón de la policía.
Otra mujer: “La única respuesta es la represión policial, todos los Gobiernos nos abandonaron. Lo único que tenemos es compañeros muertos”. Otra: “Esto nos hacen los intendentes… hay muchos contratos de monotributo, ¡contratos de diez años! Los trabajadores de la salud necesitamos un sueldo digno para vivir”.
Detrás de los barbijos y las mascarillas hay caras cansadas porque “venimos a reclamar después de una o dos guardias”, como dice una de las trabajadoras. Habla a los micrófonos para que sepa la sociedad y la clase gobernante: “¡Al Presidente de la Nación le decimos que no nos vamos a mover del puente hasta que nos den una explicación! ¡Dejen de matarnos!”.
También aparecen denuncias sobre la vacunación: “En la Ciudad de Buenos Aires contratan estudiantes de Enfermería para vacunar y les deben plata. Y ni siquiera están vacunados… quienes vacunan no están vacunados. ¡Despierten! Hay compañeros con la primera dosis nada más y otros ni siquiera fueron vacunados”.
Otra denuncia apunta a que “la ART no nos cubre”, que en verdad significa que “nos cubre solamente 10 días cuando nos infectamos y después quedamos con secuelas”. Y, además, dice la trabajadora cansada: “Nuestras obras sociales están quebradas”.
La tensión sigue en el aire, porque la decisión es no moverse “hasta que alguien de la Casa Rosada venga a dar explicaciones”. No queda lejos la Rosada, pero primero hay que cruzar el puente y atravesar el cordón de prefectura que amaga todo el tiempo con reprimir. De un lado las pancartas con los nombres de lxs fallecidxs. Del otro lado, escudos y gases. De un lado, policías con armas de fuego, del otro lado, enfermeras conteniéndose en un abrazo
“También venimos por una salud pública digna”, aclara con bronca la enfermera precarizada más locuaz, después de una o dos guardias de corrido antes de autoconvocarse en el puente una mañana fría de junio. Para reclamar por lo suyo. Para que la sociedad que antes aplaudía no olvide quiénes dieron la vida en la primera línea cuando las vacunas ni siquiera existían.
A la salud mental no se la aborda con brutalidad policial
La resonancia del caso de “Chano” Moreno Charpentier visibilizó un accionar frecuente de las fuerzas de seguridad, que semanas antes se había cobrado la vida de Giovanni Rodriguez (35 años), Martin “Tino” John (62 años) y Victoria Núñez (27 años). El reclamo de Berni por las pistolas taser, que acható el debate. Un cuadro complejo que debe empezar por mayor formación a efectivos en estrategias de intervención y resolución de conflictos.
La salud precarizada
Les residentes de varios hospitales públicos se manifestaron frente al Ministerio de Salud, en la Ciudad de Buenos Aires, por mejores condiciones laborales.
¡Aguante el Garrahan!
Thiago Ruiz fue operado de un tumor a principios de año en Paraguay y la semana pasada, siendo paciente del Hospital Garrahan, quiso agradecer y solidarizarse con sus trabajadoras y trabajadores. Un niño, un hospital, dos historias, dos luchas.