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El teatro popular de Norman Briski

por Revista Cítrica
11 de abril de 2014

El actor arranca la tercera temporada de su obra El Barrio se subleva en el Teatro Calíban, México 1428, barrio de Monserrat.

Por Guillermo Chulak

Desde que se acercó al mundo del arte, Norman Briski no paró. Protagonizó éxitos con colegas de su generación y con popes como Eduardo “Tato” Pavlovsky o Griselda Gambaro, entre otros, abrió su sala de experimentación. En cine, sus últimas incursiones fueron en Dictablanda, la película que el director Alejandro Agresti filmó con John Cusack y Al Pacino, sobre tres extranjeros perdidos en Buenos Aires. También participó de La mala verdad, con Alberto de Mendoza y Malena Solda, la opera prima de Miguel Ángel Rocca.
Es un hombre intenso al que siempre le interesó crear escenas potentes. Este actor de voz grave y fuerte y gestualidad expansiva despliega una paleta muy intensa que tiñe todo lo que dice y también su cuerpo entero. Nacido en 1938, Briski abrió en 1986 la sala Calibán, un lugar de investigación escénica donde concreta varios de sus sueños.
¿Dónde están depositados sus sueños hoy?
Sonará contradictorio, pero, en fin, somos bichos contradictorios casi todo el tiempo. Tengo confianza en que alguien este inventando algo con auspicios o sin ellos que sea potente donde me pueda meter a jugar. No lo haría si ese producto fuera deplorable o reaccionario. En la historia de la humanidad, la vinculación entre estado y cultura fue más bien negativa. Es necesario tener una dosis de confianza recíproca para soñar en un proyecto, por ejemplo, pero hay contradicciones que no se aguantan.
¿Cuáles?
Este Gobierno tiene muchas (rie). Cristina está en un lugar donde necesita la propaganda de los derechos humanos, pero también es un derecho humano que todos los chicos tengan un nivel proteico estable o que en el Borda tengan una internación digna. Muchos de esos estados contradictorios los vemos todos los días en los medios: yo puedo no ser k y necesitar a Página 12 para que diga que están haciendo mi obra. Tenemos que ser inteligentes y saber que no trabajo ni para Clarín ni para página 12 sino que quiero que la gente venga a ver una experiencia de teatro. Tenés el caso de Lanata, por ejemplo. El fue extremadamente solidario con nosotros, venía y te daba la propaganda, mirá a dónde fue a parar. ¡Se pudrió Lanata!, pero se pudrieron unos cuantos. Lo podrido es interesante, toda decadencia al teatro le interesa. A Lanata lo conocemos de chico, el asunto está en que está resentido con los k porque no le dieron el lugarcito. Si él era ultra amigo de Horacio Verbitsky, eran compañeros de asambleas, hicieron cosas extraordinarias los dos: asambleas populares, plazas llenas y todo lo demás lo organizaban ellos. Podes resentirte, pero no con tu gente, sino con el que te jodió.

¿Usted en qué se contradice?
(piensa) Mi tea¬tro, El Calibán, cumple 25 años. Alguna vez dije que cual¬quier método que dure más de un minuto ya no sirve. ¡Digo tantas cosas! Mi experiencia me brinda la capacidad de interpretar la realidad, entonces puedo ver mejor “la paja en el ojo ajeno”, puedo decir, por ejemplo, que todavía el teatro no dio cuenta de la gravedad de estos capitalismos pseudo dependientes o pseudo independientes. Me vuelve loco esta situación que sucede, estos progresismos me confunden mucho porque por un lado tienen cosas ligadas a lo que significó treinta mil muertos en Argentina pero por otro hubo más veintidós muertos en 2012. No quiero un capitalismo generoso porque nunca existirá, porque nunca voy a creer en un patrón bueno. Esto es un gatopardismo que apunta a un cambio sin que cambie nada.
¿Cuál es su relación con la política hoy?
Ahora estoy volcado al teatro popular Óel verdadero teatro necesarioÓ y también el que menos se hace porque es un esfuerzo muy grande. Con Brazo Largo, hacemos obras en barrios obreros, villas miseria y fábricas recuperadas, desde las problemáticas y vinculación con los propios protagonistas de esos espacios. Pero más que nada, me gustaría desaparecer de esa escena para que la importancia la tenga la clase trabajadora independiente de la burocracia como proyecto de poder. Pero, bueno, ahí puedo inquietar o movilizar determinadas cosas. Es un juego que sería bueno reconocer, y a mi me gusta mucho, pero tampoco voy a cambiar al mundo con eso. Soy escéptico con estos pseudo progresismos, con el peronismo de hoy, con la clase política argentina. Si creo en las asambleas: es la invención más sofisticada de los hombres. Esa sofisticación de discutir algo, hablar grupalmente, es el nivel más alto que pueden conseguir las personas.

Ideas Gigantes 

“El barro se subleva” está planteado como un unipersonal en el que el ac¬tor Eduardo Misch interpreta a varios hombres. La obra es crítica del sistema capitalista y propone una “nueva subjetividad revolucio¬naria”. “Mi sujeto (...) será acusado de inocente, boludo, trosko y anarco. Sea ésta la mejor definición del hombre que estoy buscando, y si la busco es porque ni está solo ni lo estoy yo porque me están leyendo”, escribió el autor para la contratapa del libro que contiene este texto y la novela Nagasaki de memoria (editorial Dunken). El material literario completa el trabajo sobre las tablas, hecho de ideas potentes, que lleva a la máxima expresión su naturaleza de encuentro, invención y resistencia.

El barrio se subleva todos los sábados a las 22hs en Teatro Caliban. México 1428. entrada $ 60.- reservas: 4381 0521