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El cóctel de la crueldad: La receta de Bullrich y Milei que se repite en las calles

por Revista Cítrica
Fotos: Rodrigo Ruiz
28 de mayo de 2025

Una y otra vez, cada miércoles frente al Congreso, la represión policial se convierte en la respuesta del gobierno a los reclamos de los jubilados. Fotoperiodistas, curas y manifestantes son víctimas de una brutalidad que no distingue entre cuerpos y que parece ser la nueva costumbre de la democracia argentina.

La escena se ha vuelto tan recurrente como la falta de una respuesta digna del Estado a la crisis de los jubilados. Cada miércoles, la brutalidad policial marca el pulso de la manifestación en las afueras del Congreso.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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No hay distinción de roles: fotoperiodistas, como Rodrigo Ruiz de Revista Cítrica y Rocío Bao de Infonews, reciben gases lacrimógenos directamente en los ojos, una agresión calculada para cegar a los testigos y silenciar la verdad que las cámaras capturan. El único disparo que debería existir en una protesta, el de una cámara de fotos, se enfrenta a una violencia indiscriminada. Los ojos del fotógrafo son los de la sociedad, y por eso se busca anularlos.

El "palito de abollar ideologías" de la gestión de La Libertad Avanza, de la mano de Patricia Bullrich, se ha convertido en una estrategia sistemática. Golpear a jubilados, gasear periodistas y detener a personas de manera arbitraria es el cóctel de una política que parece considerar la protesta social un enemigo a erradicar. Los testimonios se acumulan: el Padre Paco, gaseado de nuevo; los manifestantes, detenidos sin justificación; y la violencia constante contra quienes cubren los hechos, con el riesgo vital que eso conlleva. Este accionar se ha vuelto una costumbre de un gobierno que parece encontrar en la represión la solución a los problemas económicos.

Mientras tanto, en una pantalla, la fascinación por la épica de "El Eternauta", un orgullo nacional que habla de invasiones de monstruos, nieve tóxica y la premisa de que "nadie se salva solo". En la otra pantalla, la realidad de las calles de Buenos Aires: gases, palazos y detenciones a personas mayores que reclaman por una jubilación de $300.000, una miseria que no les alcanza ni para comer ni para sus medicamentos. La crisis de la tercera edad es total, un reflejo del desamparo de un Estado que les ha dado la espalda después de una vida de aportes. La crueldad no es una coincidencia, sino un método para saldar una deuda con el FMI a costa de los más vulnerables.

La pregunta que resuena es inevitable: ¿dónde queda la democracia y la Constitución en este escenario? La "libertad que avanza" se revela como la receta de la represión, una forma de gobierno que utiliza la violencia para silenciar la disidencia. Y en medio de esta dicotomía, surge el interrogante fundamental: ¿quién salvará al país de la invasión de los monstruos y de la nieve tóxica que contamina el pensamiento? La ficción se encuentra de frente con la realidad en la calle, y es el heroísmo colectivo de esos jubilados y jubiladas organizados el que nos muestra que la única forma de enfrentar la soledad política es la unidad. La elección es clara: seguir mirando la pantalla de la ficción o salir a la calle para construir la realidad que queremos.