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El aplauso verdadero

Agencia NaN
29 de noviembre de 2013

Desde hace 14 años, "el francés del tren" recorre los vagones de la Línea Roca, al sur del Conurbano, convirtiendo ese espacio de lo cotidiano en un escenario con público ocasional.

El tren. Ese lugar donde sube y baja gente, espacio en donde no se dan relaciones ni diálogos, zona de lo cotidiano y ajeno al mismo tiempo, lugar que a muchos pertenece por el simple hecho de tener que viajar todos los días.  Entre esos otros, están ellos, los trabajadores de los vagones de la Línea Roca, los que hacen equilibrio y esquivan a la gente apurada. Ése es el lugar de Jean Christophe Pardo, más conocido como "el francés" del tren, músico y compositor que desde hace catorce años lleva sus temas a los pasajeros. Guitarra, quena, amplificador y sombrero en mano. Quien viaje hacia el sur del conurbano bonaerense sabe de quién se habla en esta nota.  

Nació en Francia y fue un refugiado político por ser hijo de inmigrantes, cuando en Argentina comenzaba la última dictadura cívico-militar. Confiesa que en sus inicios le cantaba sobre cuestiones socio-políticas pero hoy la política lo aburre y prefiere transmitir ideas a través de letras filosóficas, de amores e introspecciones.

En diálogo con NaN, "el francés" habló de las historias del tren, de las ventajas y desventajas dentro de un espacio que describe como “lleno de artistas”, aunque aparentan ser solo vendedores, y de la doble conquista de los músicos que van sobre rieles: la de ganarse el lugar como trabajador en los vagones y el aplauso de ese público ocasional que, a veces, está dispuesto a escucharlo y otras no tanto.

--¿Cómo empezaste en la música?
--De chiquito. Tengo en mi familia todo un linaje de músicos. Mi abuelo, Mario Pardo, era autor de folclore y tango. Mi padre es músico popular (está en Francia), y además compositor para orquesta, entonces ya me viene en la sangre. Mis dos abuelas eran profesoras: una de piano y violín, y la otra de guitarra. Cuando me di cuenta de que si no era músico tenía que trabajar, me puse  a hacer esto.

--Arrancaste entonces a través del contacto directo con músicos. De toda esa variedad, ¿con qué te quedaste?
--Hace poco me entrevistaron en un programa de radio. Ese día la pregunta para los oyentes era qué animal serías. Yo pensé esto dentro de mi relación con la música y creo que sería una especie de ornitorrinco porque toco distintos instrumentos y distintos estilos musicales. Son las patas de una cosa, pico de otra, una mezcla. De alguna manera no me cierra eso de un estilo, estoy como aferrado al rock pesado pero me gusta mucho el pop, me gusta el jazz, el folclore, la fusión; tocar con la quena, la guitarra, bajo, batería, flauta traversa y quena traversera. Entonces, a mí la música me gusta en su gran abanico de colores y por eso no me puedo definir en un solo lugar. Me aburro en un estilo y comienzo con otro y después vuelvo al estilo anterior, de esa misma forma están pensados los discos.

--Lo musical ya lo tenías, faltaba dónde tocar. ¿Por qué el tren?
--En el 2000, me reencontré con Leo, un amigo con el que nos conocíamos desde chiquitos, del colegio. Él era como el popular del turno tarde y yo de la mañana, acá en el colegio 26 de Temperley. Nos volvimos a ver en un viaje a Necochea con amigos y nos reconocimos, pegamos buena onda. Él no sabía tocar en ese momento pero le gustaba mucho la música, yo ya tocaba la guitarra, era la época de los primeros porros así que colgábamos. En ese entonces me dijo que iba a aprender a tocar: “vas a ver que un día vamos a tocar juntos”, me dijo. Seis años después me lo encuentro en el túnel de Burzaco tocando la guitarra y cantando a la gorra. Yo en ese momento me había quedado sin laburo. Él tenía una guitarra para zurdos, con la que estaba tocando, y otra para diestros, que tenía que vender. Nos pusimos a tocar juntos en el túnel y quedé en ir en el horario que él iba a tocar ahí y pasar la gorra. Después apareció Gabriel Solari, nos hicimos amigos, se sumó a tocar y pensamos en hacer plata para todos. Entonces, les propuse ir al tren, chamullar ahí y empezar a hacer música. En ese momento no estaba cantando, sí componía y tenía mis propios temas, pero nunca fui de lo mejor cantando, le puse mucha onda, nada más.

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Por Laura Cabrera