La historia de Emiliano Acosta es similar a la historia de miles de personas que no llegan al sueño de la casa propia. Y si lo logran, si pueden construirse con esfuerzo un hogar, viene el Estado con sus topadoras a arrasarlo todo. Desalojos que dejan a familias disgregadas y sin un rumbo claro, en un país donde con trabajar no alcanza para vivir dignamente.
Emiliano Acosta labura todo el día. Gana poco y nada, como casi todo el país. O lo que gana no le alcanza para nada. Emiliano armó una casa para su familia: su pareja Daiana y su hijo Kalen, de cuatro años, que tiene trastorno de espectro autista. No podía alquilar una casa, entonces -junto a otras 30 familias- tomó unos terrenos abandonados para tener un techo donde vivir. Y lo consiguieron. Se instalaron. Hasta el viernes anterior a la final del Mundial. Porque en la Argentina, y especialmente en la provincia de Buenos Aires, también somos campeones mundiales en desalojos. Todo sucede sin aviso, sin soluciones. Cuando las personas que no pueden pagar 70 mil pesos para alquilar una vivienda encuentran (y se construyen) un techo donde vivir ahí aparece el Estado, quien justamente ocasionó ese déficit habitacional, para desalojarlas. Sin importar adónde irán los pibes y las pibas. Sin importar que un pibe autista pierda su espacio. Sin contención psicológica ni económica. Ahí está el Estado presente. Ahí está la Policía. Desalojando. Destrozando vidas y familias.
“Yo solo quiero tener un lugar donde vivir, con un patio donde mi hijo pueda jugar tranquilo. Laburo todo el día, gano dos mangos y no puedo alquilar”. Eso es lo único que pide Emiliano Acosta. Un lugar donde vivir. Pero ya no lo tiene. Su familia, junto a las otras 30, fue desalojada de forma violenta por la policía de la provincia de Buenos Aires el 16 de diciembre de 2022 del barrio Las Rosas de Burzaco, partido de Almirante Brown. “Dos días antes de la final del mundo nos echaron”, dice Emiliano. Tendrían que haber visto a Messi levantar la Copa del Mundo en el living de su casa, construida con tanto esfuerzo. Pero no pasó. Tendrían que haber ido a festejar la tercera a la plaza del barrio. Tampoco pasó. Desde ese 16 de diciembre no hay más casa, ni plaza ni barrio. Entró la policía con camiones hidrantes y en un desmedido operativo ejecutó el desalojo.
Y la familia se desarmó. Ya no comparte el mismo techo. Daiana y Kalen se fueron a vivir a lo de la abuela. Y Emiliano duerme en el comedor de la casa de su papá: “Estos tipos me destruyeron la familia, no sabemos qué hacer. Hoy fuimos a averiguar alquileres, una locura todo. No podemos pagar una casa digna para vivir con el nene. La impotencia que siento, no se imaginan”.
“¿Saben lo que es tener que estar de un lado para otro sin poder descansar? Me quiero matar. Mi nene está angustiado, no entiende bien qué pasa. Perdió su hamaca, su cama elástica, todas las cosas que le gustan”. Kalen no tiene más su espacio de juego. Le destrozaron su casa. ¿Habrá policías, jueces, políticos que en vez de ejecutar tanta burocracia tengan alguna empatía? ¿Habrá quienes se den cuenta de que su trabajo es separar familias? ¿Habrá quienes entiendan lo que significa perder su casa para un niño autista?
"¿Saben lo que es tener que estar de un lado para otro sin poder descansar? Me quiero matar. Mi nene está angustiado, no entiende bien qué pasa"
Emiiano tenía la casa armada: “Toda de material, cada mes ponía todo mi sueldo ahí. Todo para que mi hijo tenga sus comodidades y pueda ser feliz. Y mirá ahora, no nos quedó nada”. Emiliano trabaja en un laboratorio 10 horas por día, gana 150 mil pesos al mes y el alquiler de una casa en el conurbano no baja de los 70 mil. Daiana no trabaja afuera de la casa. Los cuidados del nene le demandan las 24 horas del día. Esa es una decisión que tomaron como familia."Ya lo charlamos, si tenemos que ir a alquilar ella tendrá que salir. No sé que vamos a hacer con mi nene", dice preocupado Emiliano.
El predio que ocupaban las 30 familias pertenecía al Hogar Israelita y por más de 40 años permaneció abandonado, cuando un grupo de familias de Almirante Brown sin vivienda decidió ocuparlo. No robaron nada. Inclusive empezaron a pagar los impuestos municipales y a construir. Siempre con la intención de comprar los terrenos, pero desde el Municipio de Brown se negaron a lotear y venderles. Sufrieron varias amenazas de desalojo hasta que se concretó: “Nos echaron nomás. Nos sorprendió porque al pagar todo y tener intención de comprarlos, no esperábamos esto. Ahora ellos quieren que pase el tiempo, que nos resignemos y que todo quede en la nada. Yo les pedí pagar el terreno, no quisieron. No les interesa, se ve que quieren el lugar para otra cosa”, dice Emiliano sobre el terreno que estuvo abandonado más de 40 años.
Sin embargo la Justicia, el trato de la policía y los desalojos no son iguales para todes. Cuenta Emiliano que a pocos metros de donde estaba su casa vive la concejala Mabel Klebh del Frente de Todos: “Ella tampoco es dueña del terreno, el suyo también pertenece al Hogar Israelita, pero a ella nadie la desalojó. Todo es parte de la misma corrupción. Viste cuando querés pelear contra algo o alguien y hagas lo que hagas no le vas a ganar… Igual te va a cagar. Eso nos pasa. Yo siento mucha impotencia”.
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