El accionar del Instituto de Vivienda de la Ciudad de Buenos Aires pone en riesgo a vecinos y vecinas en los barrios. Esta semana, el resultado del uso discrecional de los recursos del Estado tiene un final trágico: la muerte de un pibe de 20 años.
Siempre se preguntan cómo se vive en la villa, pero pocas veces cómo se muere. Son, los vecinos y las vecinas, “protagonistas” de los zócalos de la inseguridad y nunca víctimas de las lógicas inseguras que chorrean desde la mala praxis del Estado. Por eso cuando llega a cuentagotas una obra pública, y más si es en plena cocina electoral, las balaceras aumentan y cada licitación de construcción en el territorio se vuelve una zona de disputa entre punteros y los vecinos que transitan por cualquier pasillo, todos parte del limbo de la desigualdad.
Durante un conflicto del Gobierno de la Ciudad en el Camino de Sirga de Villa 21-24, en el sector Tres Rosas, el 21 de septiembre Dante recibió un tiro en la cabeza.
¿Entonces? Entonces posverdad: “Ajuste narco”. Un titular bien grande y llamativo, con música trágica, que lejos está de comprender el llanto de una madre que acaba de perder un hijo por una bala perdida. Pero ojo, puede que se haya gatillado en el barrio, pero el revólver proviene de un funcionario, no en el sentido literal. Es decir, las consecuencias son territoriales, las causas no.
Sabemos que no podemos decir que hace menos de un mes encontraron dos cabezas en la Villa 31, que en el Bajo Flores se cena con el fondo coral de los disparos, que también en la 31, tan urbanizada, en menos de dos semanas ya fallecieron cinco pibes y que en Fátima, por donde andaba Villarruel hace poquito, es muy común la circulación de armas en las narices de la yuta. Pero eso no sale en la tele, o cuando sale lo cuentan mal. Depende de la pauta… se cuenta, se omite, se dibuja o se ametralla con desinformación. Mientras escribimos esto, en el Cementerio de Flores está bajando a unos metros bajo tierra otro nuevo cajón. El de Dante Lencina, un pibito de 20 años.
Durante un conflicto del Gobierno de la Ciudad en el Camino de Sirga de Villa 21-24, en el sector Tres Rosas, el 21 de septiembre Dante recibió un tiro en la cabeza. Ayer, tras medio mes en lucha, falleció en el Hospital Penna. Entonces cayó el clásico horror show. Para A24 una vecina gritó angustiada: "Acá no es el narcotráfico, las drogas no son el tema. Acá, ¿saben qué? El Gobierno avala a algunos vecinos que le pagan a la Comisaría 30. ¿Cómo? El Instituto de Vivienda de la Ciudad le dio poder a un hijo de puta para ser dueño del barrio. Él tiene plata, fierros y el apoyo del Instituto de Vivienda de la Ciudad".
De esta idea se desprende el título de la “licitación de la vida”. Porque a medida que se pide agua potable, electricidad en condiciones, acceso a viviendas dignas o la reparación de las calles para que no se inunde más ya se sabe con quién va a arreglar el Estado para garantizarlo cada tanto. En este caso, en el marco de las obras de la Causa Mendoza, que tramita en el Juzgado Federal de Morón de Jorge Rodriguez, se ordenó al IVC realizar relocalizaciones y mejoras de viviendas. ¿Y qué pasó? El GCBA ejecutó con los de siempre: "Acá este señor quería agarrar toda la plata del remodelamiento de viviendas y de los departamentos en construcción”, añadió la vecina refiriéndose a uno de los tantos que tienen teléfono libre con funcionarios para actuar con saña.
Así se muere en la villa, como Dante, cuyo único crimen fue caminar por su barrio.
¿Y la Policía? Muchas gracias, casualmente solo está disponibles para el gatillo fácil. Las familias de la Villa 21-24 apuntan, más allá de las individualidades del barrio, al accionar estatal que se lava las manos responsabilizando a los vecinos tras el título de "un ajuste narco" o "narcomenudeo". Pero son sectores liberados, donde no hay un solo efectivo a la hora pautada. Desde las organizaciones sociales se ha dicho siempre a las autoridades correspondientes, en este caso el actual presidente del IVC, Carlos Pedrini, y a Gabriel Mraida, ministro de Desarrollo Social de la Ciudad, que para las licitaciones de obras públicas cuenten con la comunidad organizada, las representaciones barriales elegidas, los espacios históricos. Pero se insiste en que se dispute, vecino contra vecino, cada miga que caiga en estos suelos.
Cada vez que hay obras, llegan con sangre. Ahora mismo están llorando a Dante, de 20 años, insistimos. Un chico querido, con una madre que sobrevive como cocinera comunitaria, con hermanitas pequeñas, con decenas de chicos llorando al “profe” que les entrenaba en el fulbito de cualquier potrero. A ese chico que llegaba a fin de mes siendo barrendero. Otra vez visitamos un cementerio, con flores nuevas. Así se muere en la villa, como Dante, cuyo único crimen fue caminar por su barrio.
La cuarentena en una villa
Un vecino de la Villa 21-24 cuenta en primera persona lo que significa el aislamiento social en su barrio, las estrategias comunitarias para paliar el hambre y el combate contra la epidemia del dengue, que le quita protagonismo a la pandemia.
“Un virus contagioso arrasa con un barrio donde la gente vive hacinada”
Mientras crecen exponencialmente los casos de COVID-19 en la Villa 31/31 Bis, quienes atienden la salud de lxs vecinxs reclaman por la falta de materiales sanitarios, la escasez de personal de limpieza y el abandono absoluto que padece la población villera.
Desalojo a la dignidad
La historia de Emiliano Acosta es similar a la historia de miles de personas que no llegan al sueño de la casa propia. Y si lo logran, si pueden construirse con esfuerzo un hogar, viene el Estado con sus topadoras a arrasarlo todo. Desalojos que dejan a familias disgregadas y sin un rumbo claro, en un país donde con trabajar no alcanza para vivir dignamente.