Lejos de dirimirse en reuniones anunciadas por TV, el tironeo político por el cierre de las escuelas permanecerá como una soga que va y viene con la pandemia de fondo. La explosión de casos, el difuso límite entre esperar o desbordarse y datos que no importan, porque lo que prevalece, de un lado y del otro, son las ideas preconcebidas.
Las escuelas porteñas –sus docentes, sus alumnos, sus familias– quedaron en el medio de un tironeo político que lejos de dirimirse en reuniones pedidas y anunciadas por televisión, permanecerá como una soga raída que va y viene con la pandemia de fondo.
Bienvenidos, bienvenidas: ésta es nuestra nueva normalidad.
El contexto internacional no ofrece certezas, tampoco fórmulas, y mucho menos previsiones. Entonces todo es más difícil. Nadie se anima a elogiar a Uruguay ni a Chile como pasaba hasta hace un mes, pero hay quienes tienen todas las recetas para afrontar esta segunda ola de contagios de Covid-19.
Lejos del slogan “vamos a salir mejores” de marzo de 2020 (ja), lo que domina el escenario esta semana en Argentina –o en el AMBA, esa patria portuaria y egoista a la que pertenecemos– es la llave de las escuelas, un tema atravesado por una evidente especulación política que, consciente o inconscientemente, asoma como prenda y factor de representatividad: “La gente quiere”, “la gente está enojadísima”, “la gente ya no aguanta más”. Como si nuestro país fuera una gran masa homogénea.
El contexto internacional no ofrece certezas, tampoco fórmulas. Ya nadie se anima a elogiar a Uruguay ni a Chile
La discusión en las últimas horas –en el trabajo, en grupos de WhatsApp y en las más altas esferas políticas– es si las escuelas de Buenos Aires deben estar cerradas o abiertas. Se citan frases y datos que muchas veces son falsos pero a casi nadie le importa: estamos en medio de una discusión de sordos. Somos sordos, estamos sordos, con postulaciones preconcebidas que por lo general no cambian por más de que les tiremos 100 toneladas de verdades y estadísticas sobre la mesa.
Lo más terrible es que la dirigencia política no asume su responsabilidad y ofrece datos y visiones que muchas veces no se condicen con la realidad. El “nos basamos en la evidencia” que el jefe de Gobierno porteño usó como muletilla fue solo eso: una muletilla.
La única diferencia es que los funcionarios, en lugar de pelearse en los chat de mamis y papis de tercer grado, se lanzan dardos por cadena nacional, en conferencias de prensa preparadas hasta en los más mínimos detalles como en Borgen o House of Card, y a través de datos o líneas internas que se cristalizan en notas o editoriales a veces genuinas, a veces operadas y a veces directamente pagas.
La dirigencia política no asume su responsabilidad y ofrece datos y visiones que muchas veces no se condicen con la realidad
Todo se complejiza porque el Presidente anuncia a la noche lo que el ministro de Educación había negado a la mañana. Porque la misma ministra de Salud había pedido esperar unos días hasta formalizar cualquier anuncio sobre la presencialidad escolar. Y porque luego del anuncio de nuevas restricciones –entre ellas el cierre de escuelas en el AMBA– quienes se erigieron como los paladines y defensores de la escuela pública son los mismos que recortaron el presupuesto educativo, borraron de un plumazo las netbooks y el Conectar Igualdad, no construyeron ni un aula y, cuando pudieron, reprimieron a docentes en la Plaza del Congreso.
Está todo tan hablado y discutido que se pierden de vista algunos datos que podrían llevar algo de certidumbre: hace 13 años que la inversión en Educación en la ciudad más rica del país decrece. Hay miles de chicos y chicas sin vacantes que deben recurrir a colegios privados o parroquiales, sobre todo en el sur de la Ciudad. ¿Qué hacemos con eso?
Esto no invalida lo otro. Hay enojos tan consistentes como la argumentación de las nuevas medidas. El cansancio de un sector de la sociedad no es porque las escuelas van a estar cerradas las próximas dos semanas, sino porque estuvieron cerradas todo 2020. Y eso es atendible.
¿Y las pibas y los pibes? ¿Qué dicen, qué opinan? Porque nadie parece haberlos invitado a la pelea.
Con obras sociales y prepagas advirtiendo que las terapias intensivas estaban al 100%, con escuelas que, de hecho, tenían a la mitad de la comunidad en burbujas aisladas por la explosión de contagios de las últimas semanas y con una proyección de casos que aterra, la decisión del Presidente –inconsulta, desprolija, como fuera– tiene varios motivos para entenderse.
Hace 13 años que la inversión en Educación en la ciudad más rica del país decrece. ¿Qué hacemos con eso?
Estamos en ese difuso límite en el que una semana más o una semana menos puede significar un desborde y la proliferación de escenas dantescas que nadie querrá ver.
Con el cierre por tiempo determinado para no caer en los errores pasados, la pregunta es cómo asistirá el Gobierno a los sectores más golpeados por todo este año y ahora por este cierre de 15 días. Porque sin IFE y sin ATP, los 15 mil pesos adicionales para quienes cobran la Asignación Universal por Hijo están bien, pero parecen insuficientes. Ahí también habrá que poner la lupa. Al menos para no sentirnos tan idiotas al recordar las tapas azules de los diarios del año pasado. Esas que titulaban que al virus lo frenamos entre todos.
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