Cuando el progreso mete la pata en el charco

por Revista Cítrica
02 de febrero de 2017

En el Día Mundial de los Humedales, la geógrafa Patricia Pintos y el biólogo Raúl Montenegro explican cómo el modelo productivo actual pone en riesgo a la biodiversidad y nos destroza más rápido de lo que creemos.

Los negocios inmobiliarios y el sistema de producción están destrozando a los humedales. Con el objetivo de frenarlos el Senado aprobó una Ley de Humedales a fines de 2016, aunque con muchas modificaciones con respecto al proyecto original, porque tanto el poder económico como el político no quisieron ponerle límites a las economías extractivas.

Sin embargo, no es de conocimiento masivo y popular, cuáles son las funciones de los humedales ni los riesgos que podrían implicar sus desapariciones. Patricia Pintos, Geógrafa e Investigadora del Centro de Investigaciones Geográficas de la Universidad de La Plata; y Raúl Montenegro, biólogo ambientalista y Premio Nobel alternativo en 2004, explicaron a Revista Cítrica por qué son tan imprescindibles. La conclusión a la hipótesis es la de siempre: quien manda es la falsa economía, la neoliberal, la que alienta la sobreproducción para el hoy. Y no la economía verdadera, la que administra los recursos escasos. La economía que manda, en tiempos de polución violenta, es la que destroza el medio ambiente como si la naturaleza y los seres humanos perteneciesen a dos mundos distintos.

¿Cuáles son las funciones de los humedales?

Patricia: Ocupan un poco más del 20 % de la superficie del país por lo que tienen mucha importancia a nivel de expresión superficial. Cumplen con una gran cantidad de funciones, que se conocen como bienes y servicios ecosistémicos. Son grandes reservorios de agua dulce- aunque también hay humedales marinos- que tienen la capacidad de contener al agua. Se comportan como si fuesen esponjas naturales. Y en lugares donde habita la población, esto tiene el valor de morigerar el impacto de las inundaciones y las sequías. Y aporta al consumo de agua en las ciudades. Los humedales tienen una gran cantidad de funciones que son muy importantes para el desarrollo de la vida humana. No debemos pensarlos desde una lógica ambientalista solamente: están en contacto con la sociedad y son fundamentales para el desarrollo de vidas más armónicas con la naturaleza.

Darle un valor económico a los humedales es una visión cuestionable.  Es decir, si una empresa contamina, y existe una multa que se le pueda aplicar, quien contamina seguirá contaminando, si le conviene.

¿Qué se pone en riesgo si los humedales se reducen o dejan de existir?

Patricia: Tenemos que entender que genéricamente es difícil de conceptuar. Hay muchos y muy variados. Hay humedales donde no vive gente, y hay otros -como el del Delta del Paraná o los humedales asociados a las tres cuencas del Río Luján, del Reconquista y del Matanza-Riachuelo- en los que viven 15 millones de personas.  Hay humedales en la Patagonia, en el Litoral -donde están los Esteros y en los que se desarrollan muchas actividades productivas-. Es decir que no existe una respuesta unívoca a eso, pero podemos decir que en la medida en que los humedales están asociados a poblaciones y a áreas urbanizadas, cumplen funciones muy importantes en términos de una calidad ambiental y de vida para los habitantes de su entorno. En el caso del Río Luján, por ejemplo, para resolver los problemas de inundaciones en esa cuenca, agravados por la construcción de urbanizaciones cerradas sobre humedales, hay que hacer enormes obras de ingeniería hidráulica muy costosas y que las tiene que pagar la sociedad en su conjunto. Sin embargo, de haberse previsto la transformación de estos ecosistemas tan valiosos -que iban a padecer estos impactos-, bien podrían haberse evitado.

Raúl: Los humedales en Argentina están perdiendo biodiversidad. Aunque los tengan protegidos o salvaguardados por una ley, es inexorable que terminen perdiendo biodiversidad. Gobiernos y muchas organizaciones de la sociedad civil casi no llegan a dimensionar lo que significa esa biodiversidad. Los humedales la tienen, pero cuanto más pequeños se hacen y cuanto más se aíslan uno de otros, comienza a regir el principio de biogeografía de islas. Es decir que se comportan como una isla y pierden diversidad. El principio de Biogeografía de islas es un principio creado en los años 60 por los ecologistas Robert MacArthur y E. O. Wilson que explica que cuando uno tiene un ambiente rodeado por ambientes destruidos, o que tiene interrumpida la conexión con otros ambientes, empiezan a perder diversidad, casi automáticamente. Lamentablemente los humedales tienen menos defensores que los sistemas terrestres.

¿Eso se debe a que aún la mayoría de la población aún no ha comprendido qué son y qué significan los humedales?

Raúl: Los principales problemas que veo es que los humedales no son entendidos por los gobiernos ni por la sociedad. No hay comprensión al respecto. Y es por esta incomprensión que se genera una menor protección, y ganan los grandes intereses corporativos, como por ejemplo los de las arroceras. Estas empresas son una de las grandes amenazas para los humedales en la zona norte del país. Llegan, avanzan y destruyen hasta donde los gobiernos lo permiten. En Argentina, esta falta de comprensión facilita la destrucción de los humedales. Hay excepciones como en los Esteros del Iberá, donde aportes muy importantes han hecho que se esté privilegiando la conservación por encima de los intereses de las arroceras. Pero no deja de ser una excepción.

Si tengo un humedal con una biodiversidad de cientos de especies y las reemplazo solamente con arroz, dejo de tener un humedal con biodiversidad y paso a tener uno con arroz. Así crecen los bolsillos del arrocero, pero la sociedad pierde los servicios ambientales que daba ese humedal. Lo del arroz en el humedal es igual a lo de la soja en lo terrestre.

Patricia, ¿Qué opinás sobre las valoraciones de humedales con niveles económicos, como si fuesen productos o servicios?

Patricia: Darle un valor económico a los humedales es una visión cuestionable. Se trata de una mirada economicista de los servicios ecosistémicos, muy parecida a la de: "El que contamina, paga".  Es decir, si una empresa contamina, y existe una multa que se le pueda aplicar, quien contamina seguirá contaminando, si le conviene. Y en relación a los humedales hay una equivalencia. Si los servicios ecosistémicos de los humedales afectados se pueden pagar, entonces van a seguir destruyendo los humedales. Esa era la propuesta del primer borrador que había hecho la Comisión de Agricultura, a cargo del senador Alfredo De Ángeli, quien había previsto la posibilidad de compensar la destrucción de un humedal remediando otro humedal. Es decir, habilitaban a destruir un humedal en la medida que compenses -a través de actividades de remediación- un humedal equivalente. Y cada humedal tiene un valor intrínseco en el lugar en el que está ubicado. Yo no puedo ir a destruir un humedal en la Patagonia, con el permiso de mejorar ambientalmente un humedal en el noroeste argentino. No es así. El humedal que está ahí es importante en el lugar en el que está, y no en otro lado. Pero es cierto que hay una corriente de la economía neoclásica que le pone precio a todo. Los humedales no tienen un valor económico solamente; tienen un valor social, medioambiental, un valor propio. Hay una forma de valorar los humedales, que se subdividen en el valor de uso y el valor del no uso. Éste último tiene que ver con la existencia misma del humedal para las generaciones venideras. Entonces, es imposible valorar económicamente un humedal a partir de un criterio economicista. Existe una mirada económica y neoclásica que tiende a valorar económicamente a los recursos y que dice que: si vos estás dispuesto a pagar por esos recursos, esos recursos tienen un valor económico que se puede pagar en el mercado. Eso es lo cuestionable.

¿El daño a los humedales también está vinculado con el sistema de producción alimenticio basado en agrotóxicos?

Patricia: Hoy el cultivo de la soja está desplazando las fronteras productivas cada vez más, y está pudiéndose cultivar soja en lugares que antes eran imposibles. Un poco por la aplicación de los transgénicos, pero también por las prácticas productivas. Hay lugares que tienen ecosistemas de humedales que claramente están siendo vulnerados por el desplazamiento de la frontera agrícola. Y ahí estamos poniendo en riesgo tanto la flora como la fauna autóctona. Cuando se transforma el ecosistema de un humedal -que es un ecosistema que tiene una forma de vida particular, donde las formaciones de flora que crecen son propias de ambientes acuáticos y las de fauna también están asociadas al agua-, se pone en riesgo su hábitat natural. La pérdida de humedales no refiere a un sector de la sociedad particular, sino que perder estos ecosistemas tan valiosos nos afecta a la sociedad como un todo.

Raúl: Es lo mismo que desmontar un monte en Chaco y colocar cultivo transgénico. Si tengo un humedal con una biodiversidad de cientos de especies y las reemplazo solamente con arroz, dejo de tener un humedal con biodiversidad y paso a tener uno con arroz. Así crecen los bolsillos del arrocero, pero la sociedad pierde los servicios ambientales que daba ese humedal. Casi no hay ninguna diferencia entre la soja en lo terrestre y el arroz en el humedal. Sólo que los humedales son reducidos y están ubicados geográficamente de forma caprichosa. Entonces cada daño que se produzca en ellos, tendrá un impacto mucho más devastador.

 

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