Las calles del otro lado de la Cordillera son un aquelarre de represión y celebraciones que los medios no muestran. Los manifestantes señalan al Gobierno de Piñera, los Carabineros y las empresas de comunicación. El maltrato y un tejido de solidaridad que la televisión decidió invisibilizar.
(Desde Santiago.)
Lo esencial es invisible a la televisión, y --sobre todo-- a las empresas de comunicación. No importa demasiado ni dónde ni cuándo se lea esta afirmación. Ocurre en todas las latitudes.
En Chile, los canales locales eligen no mostrar ni las fiestas ni las muertes. Ni las celebraciones de un pueblo en las calles, manifestándose en paz, ni las violentas represiones por parte de Carabineros y del mismo Ejército.
Ni una cosa ni la otra. Evaden las imágenes que inundan las redes sociales, y que reflejan la represión estatal, que ya generó --al menos-- 18 muertos, centenares de heridos, miles de detenidos y hasta desaparecidos.
“Ahí abajo del metro (subte) están torturando y los medios no dicen nada”, denuncia Clara Durán
Las empresas de noticias, que seleccionan qué mostrar y qué ocultar, también soterran el clima de fiesta que predomina en manifestaciones cada vez más numerosas. Marchas en las que, en medio de gases lacrimógenos y disparos de Carabineros, se baila, se canta, se celebra que un país ha despertado, y que no está dispuesto a recibir -nunca más- las migajas del neoliberalismo.
“Ahí abajo del metro (subte) están torturando y los medios no dicen nada”. Clara Durán trajo al epicentro de las protestas en Santiago un cartel con una inscripción que reza: "El gobierno roba, la policía mata, la tele miente". Una trilogía letal que condensa el presente en Chile. Dice además que tiene pruebas de lo que denuncia: "Debajo de la estación de subte Baquedano, se descubrieron --en una comisaría-- pruebas de tortura, y ya hay una causa judicial abierta".
Los principales destinatarios de los carteles son el Gobierno de Piñera, los carabineros y los medios de comunicación
En las manifestaciones, que ya son históricas, atravesando las militarizadas calles chilenas, las consignas se multiplican. Están a la vista de todos aquellos que busquen enterarse: en paredes, remeras, canciones y carteles. Los principales destinatarios son el Gobierno de Sebastián Piñera, los Carabineros y los medios de comunicación.
"No muestran los abusos y el maltrato a la gente que sólo se está manifestando y defendiendo sus derechos. Se enfocan en los disturbios, que --lamentablemente-- se dan. Pero no dicen nada de la unión del pueblo, que es una de las cosas más impresionantes de estos días", dice Juan Pablo Zamorano, quien porta un cartel con una inscripción sin vueltas: "La prensa miente".
"No muestran los abusos y el maltrato a la gente que sólo se está manifestando. Se enfocan en los disturbios, que --lamentablemente-- se dan", remarca Juan Pablo
A su lado, decenas de personas no pueden ver casi nada de su entorno, por los gases lacrimógenos. Rápidamente reciben de manos anónimas limones y agua con bicarbonato de sodio, para calmar los efectos.
“No nos permiten hablar, pero te puedo decir que estamos colapsados, como todos los centros de salud”, dice una médica de urgencias en la puerta de una clínica céntrica. Mientras tanto, decenas de colegas, enfermeros y estudiantes de Medicina improvisan centros de asistencia en medio de las marchas, en otra prueba de la solidaridad silenciada.
“Los medios sólo muestran los delincuentes y el desabastecimiento. No muestran las marchas pacíficas, o cómo nos están reprimiendo. Ni siquiera han dado los nombres de los que han matado”, dice Natalia, que es profesora, y porta un cartel que dice: "Puras falacias, la tele. Chile despertó".
“Un mes y medio estuvimos de paro de docentes; pedíamos por la Educación, y tampoco mostraron nada. Pero ahora es todo el pueblo el que sale a las calles”, señala.
“No nos permiten hablar, pero te puedo decir que estamos colapsados, como todos los centros de salud”, dice una médica de urgencias
Son miles y miles, centenares de horas, desde el jueves pasado. Están en las calles de todas las regiones del país. Le reclaman a Piñera que renuncie. Pero no es sólo él: lo que en verdad exigen es que se acabe este modelo brutal que les aprieta la vida desde el golpe de Estado de 1973.
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