Carta para vos, que votaste a Milei
por Mariano PagnuccoFotos: Juan Pablo Barrientos
21 de noviembre de 2023
Desde la vereda del dolor profundo por la elección mayoritaria en las urnas, un intento de reflexión sobre las razones de quienes creen que comienza una etapa de bienestar para el país. Un diálogo de compatriota a compatriota y una propuesta de abrazo para cuando la sonrisa se transforme en rabia.
Esta carta es para vos, compatriota, que desde el domingo a la noche tenés clavada una sonrisa en la cara porque sentís que ganaste y con vos ganó el país, incluso yo que desde el domingo tengo el corazón roto y las palabras aplastadas. Te escribo porque aprendí con los años de la Argentina que la alegría es un patrimonio legítimo del pueblo y desde esta vereda de pesar cuésta entender la alegría, ¿pero cómo negártela?
Qué bueno que puedas sonreír, después de tanta angustia por la dificultad de hacer rendir la guita cada mes, por el cansancio que provoca el malabar de multiplicar los laburos para llegar a cubrir todos los días la comida familiar, por el desgaste de juntar cada gota de esfuerzo desde que amanece para que la vida no sea pura supervivencia. Cómo no entenderte, compatriota, si desde esta tristeza honda que llevo adentro conozco esa realidad porque me salpica con más o menos fuerza cada tanto, igual que a tantos y tantas compatriotas que comparten hoy mi sentimiento de tristeza.
Te escribo porque te duele como a mí que tengamos a cuatro de cada diez personas en este suelo viviendo en la pobreza, porque te indigna como a mí que de un día para otro se haya disparado el valor del tomate o la yerba o la harina, porque te despierta rabia como a mí que la clase dirigente esté cada vez más lejos de la clase laburante que la elige para dirigir. Seguro compartimos los motivos del cansancio en este país que queremos mejor, vos desde la sonrisa en la cara y yo desde las palabras aplastadas por la tristeza.
Adivino que tu alegría es por la esperanza, por la confianza en un cambio que sentís que va a llegar, por la ficha que una vez más le confiás al juego de la democracia. Mi dolor, compatriota, es porque no puedo anticipar el futuro pero aprendí con los años de la Argentina que conviene mirar el pasado para entender lo que fuimos, los caminos que elegimos como pueblo, las luchas que ganamos y las elecciones en las que perdimos (sueños, esperanzas, futuros).
Hoy tengo pesar de padre porque conozco mi historia familiar. Sé que este país le abrió los brazos a mi abuelo que llegó sin hablar castellano, a la edad en que yo pegaba figuritas, a la tierra donde forjó destino y familia. Sé por conocer mi historia (que es la historia del país) que a un inmigrante de pueblo rural italiano que aprendió el castellano a la par del oficio de chapista el único movimiento político que le ofreció reconocimiento y pertenencia fue el peronismo.
Recuerdo el relato de mi abuelo, compatriota, de haber caminado bajo el sol, desde el borde de la ciudad hasta la Plaza de Mayo aquel 17 de octubre de 1945. Él estuvo en la fundación mítica del peronismo. Lo sé, lo tengo guardado en mi ADN y me ayuda a entender mi historia (nuestra historia) aunque no comulgue con el peronismo.
Sé por ser hijo, también, que vivimos antes un tiempo de promesas y esperanzas de futuro, de horizontes de revolución productiva y bienestar para las mayorías. Mi infancia, que transcurrió en la crudeza menemista de los noventa, fue una mezcla de la felicidad del juego despreocupado con la incertidumbre de mi viejo cuando privatizaron Gas del Estado, la empresa estatal donde laburó sus años más prósperos y donde también se jubiló mi abuelo.
Seguramente en esos años alternados entre desocupación y changas hasta que pudo volver a laburar con estabilidad, mi viejo habrá sentido como vos y como yo algo de dolor, cansancio y rabia por el país y la realidad tan asfixiante.
Cómo no entenderte la sonrisa y la esperanza, compatriota. Desde esta vereda de dolor profundo por lo que anticipo que se viene después de la decisión mayoritaria de quienes eligieron un cambio para el país muy parecido a las tristezas del pasado, compatriota, te invito a un ejercicio de memoria y de abrazo colectivo.
Proponete contrastar la sonrisa de hoy con la realidad económica, social y política de los próximos seis, doce, dieciocho meses.
Si seguís con la sonrisa clavada en la cara, olvidate de esta carta, del pasado y de la historia del país (nuestra historia).
Si, en cambio, la mueca alegre se te va desdibujando y otra vez te gana la rabia y el cansancio, sabé que desde hoy estamos construyendo, en esta vereda de dolor por lo que vos y millones eligieron en las urnas, comunidad y trinchera para hacerle frente a los golpes que reciba nuestro pueblo, nuestra clase laburante.
Si sentís que el ánimo te fue cambiando, sabé que no bajamos los brazos (no los bajaron ni mi abuelo ni mi viejo), que con el peso de las elecciones frustradas y los sueños fallidos a cuestas, en este país somos millones quienes seguimos apostando a la construcción colectiva, a los horizontes de prosperidad para las mayorías, a la Argentina donde vos y yo podamos ser felices sin que nadie se quede afuera.
Disculpame, compatriota, por las palabras aplastadas y el dolor flotando sobre las ideas.
Sabé que te voy a estar esperando en esta vereda cuando creas conveniente transformar la rabia en acción.
Ojalá me equivoque, por el país en el que vos y yo convivimos en los extremos de los sentimientos.
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