La fiesta pagana gana las calles porteñas, donde las mujeres se organizan y toman roles cada vez más protagónicos. La visibilidad de murgueres con identidades disidentes. Corsos libres de violencias, pañuelos verdes en los bombos, en las galeras y en las levitas.
“Ola verde de esperanza / que empodera y emociona / Mi cuerpo yo decido, ningún penar oculto / El viejo modelo apesta, se cae y no lo dudo… / Cae duro / Lo que te cuento no es un cuento / Te adornan lo que está obsoleto… / Te aclaro y te repito / no somos un objeto / ¡Te aclaro y te repito, no somos un objeto!”.
La Murga Poetas de Nadie está en las calles. Recorre en un micro escolar al menos tres o cuatro corsos cada fin de semana del Carnaval porteño, pero también del conurbano bonaerense. Es fin de semana largo por el festejo del rey o la reina momo, según quién lo cuente. Un fin de semana largo que estuvo fuera del almanaque argentino desde 1976, prohibido por la última dictadura cívico militar clerical, hasta 2011, cuando fue restituido.
Mientras tanto, a la 1.30 de la madrugada del sábado, un varón cis (varón cuya identidad de género coincide con su fenotipo sexual) de la Iglesia Universal pregona el disciplinamiento de nuestros cuerpos en un canal de aire en nombre del Señor. Y habla de la “inundación del Carnaval”. El Carnaval como amenaza. El Carnaval como un exceso. El Carnaval que hay que erradicar.
Pero el Carnaval, tan pagano como nació, está las calles más fuerte que nunca. Y está, también, en proceso de transformación. Hay cada vez más pibas en sus roles protagónicos. Hay cada vez más mujeres en lugares de dirección. Hay cada vez más bombistas mujeres. Hay cada vez más corsos que se identifican como “libres de violencias”. Hay cada vez más identidades disidentes visibilizando sus dotes murgueros. Hay cada vez más pañuelos verdes en los platillos, en las galeras, atados a los guantes y en los apliques de las levitas. Y hay, cada vez más, letras con lenguaje inclusivo. La marea feminista también atravesó a las murgas. Las está inundando, como dice el varón cis de la Iglesia Universal. Tiene razón. Y no hay vuelta atrás.
“El bombo dentro de la murga siempre fue el símbolo del macho por sobre todas las cosas. El bombo y la dirección. Hoy hay cada vez más directoras y bombistas mujeres”, dice Jazmín Lentini, de 35 años, que hace 20 que es murguera. Este es su segundo carnaval tocando el bombo.
"Hay cada vez más mujeres en lugares de dirección. Hay cada vez más bombistas mujeres. Hay cada vez más corsos que se identifican como “libres de violencias”
“En 2018 empecé un taller de bombas organizado por pibas y para pibas en el Parque Centenario. Yo, que soy murguera desde los 15 años, no sabía tocar el bombo que es el ABC de la murga. Muchas empezamos a gracias a eso. Hoy vamos a los encuentros de mujeres y salimos en las marchas del 8M cerca de 40 bombistas”.
Jazmín se refiere al taller de Metabomba, organizado por Flor Ruva, Julia Brusse y Suyai Nieva, que también en 2018 realizó un relevamiento sobre la cantidad de mujeres en las murgas que salieron ese carnaval y sobre sus roles. Los datos fueron más que reveladores: del total de mujeres en las murgas, menos del 5% se desempeñaba en la percusión y apenas el 0.4% ocupaba lugares de dirección. “El taller fue creciendo. Venían pibas de murgas de CABA pero también del conurbano. Y se fueron a replicarlo en sus propios territorios”. En Poetas de nadie, la murga donde Jazmín es bombista, tiene hoy mayoría mujeres al frente a la percusión.
Zulema Barrios tiene 66 años, es uruguaya y llegó a Buenos Aires a los 20 huyendo de la dictadura en su país. Es integrante desde sus inicios de la murga rioplatense La Redoblona, que funciona hace 23 años en la radio La Tribu, en el barrio de Almagro. Y fue, durante 15 años, su directora, además de vestuarista y cantante. “Éramos 3 o 4 mujeres nada más que íbamos a las reuniones de directores de murga donde todos los demás eran varones. Hace poco un murguero ‘tradicional’ de Buenos Aires –dice Zulema y recalca las comillas con las manos-- hizo un comentario de que yo era la mujer que más le había gritado en la vida. ¿Pero sabés lo que era él? ¡Un gritón de cuarta! Me gritaba mucho, no solo porque yo era mujer sino también porque llevaba a ese circuito de carnaval porteño a una murga que es rioplatense, que tiene mezcla de las murgas porteñas con las uruguayas”.
Era gritando, cuenta Zulema, la única forma de hacerse escuchar entre los gritos de los directores varones que, claro, no eran señalados por levantar la voz. “Yo empezaba a exponer lo que quería proponer o cambiar y me saltaba uno de aquí, otro de allá. ¿Cómo hacía para hacerme escuchar? Levantaba la voz. Porque estos me gritaban, decían cualquier golazo. Una vez me dijeron: ‘Zulema, la tuya no es una murga, ¿por qué venís a hablar acá?’ Y yo me tenía que pelear: ‘¿Ah, sí? La definición de murga quién la da, ¿vos? ¿Los Linyeras de la Boca que salen tocando instrumentos italianos son aceptados como inmigrantes y nosotros no? ¡Lo que vos tenés, además de machismo, es xenofobia, hermano!’”.
Zulema, que desde hace 12 años está al frente del programa Carnaval de Radio, por La Tribu, es una de las “ancestras” del Carnaval. Y cuenta que en La Redoblona hay paridad en la percusión y en la dirección. “Siempre sucedió eso con mucha naturalidad. Las mujeres estuvimos siempre en lugares de dirección. Nuestra primera directora coral, en el 99, era mujer. Tuvimos tres directoras de percusión”.
Y dice, también, que más allá de la masividad que tuvo el movimiento feminista en los últimos años, hay que reivindicar a las que nos antecedieron. “Las mujeres que lucharon en los 70 también lo hicieron en las calles. Hay desaparecidas, mujeres que estuvieron en la cárcel durante años, que eran tremendas revolucionarias, jugándose la vida. Zitarrosa tiene una canción preciosa que dice: ‘no hay revoluciones tempranas, crecen desde el pie’. Y es así. La revolución feminista no nació de golpe”.
Corsos libres de violencias
“Hoy Cachengue te viene a decir / que en la plaza del Cid murgueamos para resistir / contra el femicidio y la fuerza de la pólice / contra el saqueo, la venganza es ser feliz”.
Cachengue y sudor, murga de arpillera ocupa la placita de avenida San Martín y Rojas, a metros del Cid Campeador, desde hace 25 años. Y es, además, una de las pocas murgas porteñas que no participa, por decisión propia, del circuito oficial del Carnaval en la Ciudad de Buenos Aires. Tiene, también, una conformación horizontal, donde las decisiones se toman en forma asamblearia. Y realiza en forma autogestiva uno de los corsos que durante los últimos años empezaron a identificarse como “Libres de violencias”.
“En Cachengue siempre fuimos más compañeras que compañeros. Hace ya unos años empezamos a plantearnos cuestiones de vínculos y de los roles de las mujeres, la necesidad de que tuviéramos más protagonismo. Y eso también generó reacciones en algunos varones. Tanto que un grupo muy grande, muy referente, se fue. No se bancaron la transformación de la murga”. La que habla es Julia Salido, de 33 años. Hace 12 años que está en la murga y es testigo de esas transformaciones de las que habla.
“Hemos tenido que echar a compañeros que habían sido denunciados o escrachados por compañeras. Algunos con actitudes de machirulos pero también casos horrendos. Cada caso se trató de manera distinta. Pero este ‘no nos callarnos más de las pibas’ nos obligó a ser conscientes de que hay actitudes que no nos bancamos más y que siempre vamos a apoyar y a creerle a las compañeras”. Julia cuenta que también, como los corsos son libres y abiertos, tienen armado un protocolo de seguridad para evitar que haya situaciones de violencia durante los festejos de carnaval.
Cachengue y sudor es, además, miembro del Movimiento de Murgas Independientes, que está conformado por murgas de todo el país y que todos los años organiza un encuentro nacional. Hasta hace unos años se realizaba los fines de semana largos de octubre, los mismos en lo que se realiza en Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries. Fueron las mismas pibas las que se plantaron y obligaron a cambiar la fecha para un fin de semana largo de noviembre. Ellas no se querían quedar sin su propio Encuentro.
“Hemos tenido que echar a compañeros que habían sido denunciados o escrachados por compañeras. Algunos con actitudes de machirulos pero también casos horrendos".
“Primero nos empezamos a organizar entre las murgueras del Movimiento, para compartir las situaciones machistas que vivíamos en nuestras propias murgas. Nos costó mucho hacerles entender a los compañeros sobre porqué necesitábamos juntarnos solo nosotras. Y también nos organizamos para ir al Encuentro Plurinacional de Chaco, en 2017. Llenamos un micro de murgueras para ir y organizamos encuentros regionales solo de compañeras murgueras, donde empezamos a armar una lista de murgueros denunciados en todo el país para evitar que lleven sus prácticas a otros espacios”.
Diversidad en las murgas
“Estamos mirando atentes / la gente que hay por acá / hay niñes y adolescentes / mujeres, hombres, travestis y trans… / Hay jóvenes que luchaban / por un mundo más igual / hay mujeres que murieron / por no tener aborto legal…/ Aborto legal, aborto legal”.
La letra es parte del cuplé de La Redoblona, o la crítica, como se le llama de este lado del río. No sólo la letra del espectáculo de este año incluye otros modos de estar en el mundo que no son solamente binarios. Hace dos años, con el asesoramiento de la activista travesti y escritora Florencia Guimaraes, montaron un espectáculo basado en la comunidad LGTBI+.
“Este es mi tercer carnaval, toco la trompeta. Mis recuerdos de las murgas en mi barrio no son muy buenos, hasta que conocí a Cachengue”, dice Guade Bongiovanni, de 28 años. Guade es librero, músico y se autopercibe como trans no binario. La E al final de su nombre es como eligió que lo nombren. Dice que se considera feminista y que es “muy notorio” cómo algunas murgas empezaron a ser atravesadas por el feminismo.
Sin embargo, cuenta, todavía hay situaciones de violencias muy difíciles de erradicar. Sin ir más lejos, hace apenas unos días, en un festival de Carnaval en un centro cultural de Villa Crespo, donde fue a tocar con Cachengue, fue interceptado por dos varones cis en la puerta del baño. Lo acorralaron y lo golpearon para pedirle fuego. Tuvo que recurrir a la barra para pedir que los sacaran del lugar.
“Ya habíamos estado con mis amigas rodeadas por un grupo de chabones que se nos pegaban demasiado, bailando con una actitud invasiva. Cuando fui al baño me los encontré. Yo con los baños suelo tener un poco de frustración, porque no sé a cuál ir, a dónde me voy a sentir mejor, dónde puedo llegar a ser violentade o no. Salieron en actitud chongo, me encerraron, me pegaron un cachetazo en la cara, me pidieron fuego con una actitud violenta. Después se justificaron diciendo que pensaban que yo era un varón cis, como si fuera que esa violencia está permitida con los varones cis, como si fuera que otras violencias son solo si sos mujer”.
Guade recorrió su proceso de transición junto a sus compañeres de la murga. “Hace dos años le puse un nombre a lo que me pasaba y a mis incomodidades. Y me di cuenta de que yo no me identificaba como una mujer. Me pregunté si eso significaba que yo me identificaba como un varón y me di cuenta que no era tan así, me di cuenta que pueden haber cosas que están sin nombrar, que están en el medio”. Y relata que cuando llegó a la murga había otra piba que se llamaba Guadalupe, así que para evitar confusiones aprovechó para decir que él ya se venía pensando como Guade. “Al toque me adoptaron con ese nombre, aunque en mi documento sea otro”.
Fue gracias a Cachengue, al que denomina como una murga “súper feminista”, que hoy se siente mucho mejor con quien es. “En Cachengue todo el tiempo se debate acerca de los géneros y hay mucha escucha, eso me ayudó un montón y gracias a eso hoy me siento en un lugar muy distinto al de hace dos años en el que yo no entendía que carajo me pasaba. Aunque sigo sin entender muchas cosas, me siento amparado en una identidad en la que me siento mucho mejor y en la que me siento respetade por mis compañeres de la murga”.
Para visibilizar sus identidades diversas, también se conformó hace unos años Murguerxs por la diversidad, donde confluyen compañeres con identidades disidentes al sistema heteronormativo, biologicista y patriarcal. “La murga y la diversidad van de la mano porque son una receta exquisita donde el mayor y más rico ingrediente son las personas como un solo resultado en conjunto y exitoso desde tanta diferencia. Murgueros y murgueras por la diversidad es un espacio formado por integrantes de distintas agrupaciones de carnaval y murgas unidas por una fuerte convicción y lema: El Respeto y la Aceptación, sea por diversidad sexual o cultural, y con esta certeza, la murga se pone de pie y dice presente”.
Activismo transmasculino y aborto
Blas Radi, profesor de filosofía y activista de DDHH reflexiona sobre la ausencia de varones trans en el debate por la legalización del aborto y recupera los aportes históricos del activismo transmasculino sobre salud y derechos reproductivos.
El aborto ¡es ley!
Con 38 votos a favor y 29 en contra, el Senado aprobó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Un hito histórico que recoge una lucha de largo aliento y abre un futuro mejor para las nuevas generaciones.
“Ser trans significa estar parado en una postura opuesta al sistema”
Luchi de Gyldenfeldt, una de las creadoras y protagonistas de la "Ópera Queer", abraza el arte disidente como una forma de militancia y sostiene que los transfeminismos son gestores de belleza. Será docente de la primera cátedra del mundo de Canto Disidente. Cómo desacartonar el museo del canto lírico para que salga la voz verdadera.