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¿Aprendimos algo en este 2020?

por Agustín Colombo
Fotos: Federico Imas
31 de diciembre de 2020

La pandemia vino a evidenciarnos, una vez más, cómo se divide el mundo. Una reflexión sobre las desigualdades que cristalizó el Covid-19 y sobre el rol de los medios autogestivos en un contexto dominado por la lógica del clickbait y el contenido basura.

¿Se acuerdan cuando imaginábamos que la pandemia nos iba a hacer mejores? Era marzo, el país y el mundo se habían detenido, las aguas de Venecia aparecieron cristalinas, los animales tomaban las calles de algunos pueblos y el #QuedateEnCasa no solo era un hashtag o un slogan: era nuestra realidad.

Pero los meses fueron pasando, el Covid-19 se diseminó con fuerza por todo el mundo, los contagios se multiplicaron y las muertes también. Nos acostumbramos a leer y escuchar sobre tasa de letalidad, trazabilidad y todas esas palabras de jerga epidemiológica. Nos buscábamos en la tabla de posiciones de la pandemia como si fuera un torneo de fútbol, advertimos con el IFE que nueve millones de argentinos y argentinas viven a la deriva y que ni el propio Estado lo sabía, que los ricos nunca van a ser solidarios y que el Gobierno tiene una denodada vocación por quedar bien con todos. Un equilibrio imposible: ni muy muy, ni tan tan en medio de la peste y luego de cuatro años de macrismo. 

Advertimos con el IFE que nueve millones de argentinos y argentinas viven a la deriva y que ni el propio Estado lo sabía

Y como si no alcanzara este panorama de pesadilla, ahí estaban los medios y periodistas, con récord de audiencias, ahora definidos como esenciales pero en la mayoría de los casos con sueldos que están por debajo de la canasta básica. Podría ser gravísimo si no fuera porque médicxs y enfermerxs -únicos héroes en este lío- se encuentran en la misma situación y son bastante más importantes que quienes trabajamos en prensa. 

 

La pandemia y las cuarentenas, lejos de mejorarnos, vinieron a demostrarnos tres cosas

1. Las personas peor pagas de cada país son las más esenciales para su funcionamiento.

2. Las economías se derrumban casi en el mismo momento en que se deja de vender cosas inútiles a gente endeudada.

3. Es posible reducir la contaminación

Ahora lo sabemos. Aunque también sabemos, a diferencia de lo que creíamos al principio, que todo eso difícilmente cambie. Somos esto: un mundo yendo a un colapso. Un país partido, lleno de desigualdades que se profundizan, pero que cada tanto nos enorgullece: por suerte, el año termina con una ampliación de derechos para las mujeres y cuerpos gestantes. Una lucha histórica que se concretó el 30 de diciembre de 2020. 

Para quienes trabajamos en medios autogestivos, este 2020 también nos demostró que los Estados nos siguen viendo con desdén a pesar de que nuestro trabajo, cada día que pasa, demuestra la importancia de tratar a la información como un derecho y no como una mercancía.

Porque mientras luchamos contra la discriminación económica de los Estados, que financian como nunca a medios grandes -a través de pauta, de ATP, de licitaciones y ahora de REPRO- pero se desentienden de los incumplimientos que cometen con sus trabajadores, también damos una pelea casi filosófica sobre el rol de nuestro oficio: cada vez más, el periodismo de calidad, comprometido con el rigor y la verdad, que quizás va lento pero más profundo, se encuentra allí, en los medios recuperados y autogestivos.

Lejos de la lógica del ráting, los medios autogestivos damos una pelea casi filosófica sobre el rol de nuestro oficio

Los otros, los “grandes medios”, cada vez más chicos en plantillas y menos grandes en lo simbólico, imponen la lógica del clickbait, el ráting y el contenido basura que “rinde” pero no informa: solo estupidiza, distrae, aliena.

En alguna medida, todo esto nos ordena. Sabemos que Cítrica, con todas sus limitaciones, debe caminar por la otra vereda. Por eso terminamos el año fortaleciendo nuestra comunidad de lectoras y lectores, y tratando de visibilizar las problemáticas que invisibiliza Buenos Aires (la represión a los qom en Chaco, el avance de la megaminería en Chubut) o el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (la venta de la Costanera o la desproporcionada ferocidad de su Policía).

No estamos solos ni solas: a nuestro lado hay muchos medios -cooperativos y no cooperativos- en una búsqueda similar. Sabemos que el futuro, por la pandemia y por nuestro oficio, será cada vez más difícil. El mundo se cae, pero trataremos al menos de seguir aquí para contarlo.