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Alerta feminista en el continente

por Mariana Aquino
Fotos: Juan Pablo Barrientos
06 de mayo de 2020

El coronavirus puso a prueba los sistemas sanitarios y las políticas públicas de cada país de Latinoamérica. En este contexto de asilamiento, las mujeres, lesbianas, travestis y trans son las más afectadas: las tareas del cuidado recaen sobre ellas, se recrudece la violencia machista y la economía informal se desploma en sus espaldas. ¿Cómo reorganizar la lucha en un escenario tan incierto?

Enfrentar una pandemia en medio de un golpe de Estado. Ese es el desafío que tiene el pueblo boliviano por estos días. El gobierno de facto de Jeanine Áñez aprovechó el pánico que genera a nivel mundial el coronavirus para justificar la represión sistemática que impulsan desde la salida de Evo Morales del gobierno. “Una cosa es hacer la cuarentena en tu casa con los militares repartiendo barbijos y comida, y otra muy distinta que te cuiden los mismos asesinos de tu hermano o tu madre, como pasa en Senkata, con tanques alrededor de las casas. Acá hubo más acciones de represión que acciones de salud”, reflexiona Adriana Guzmán, referente de Feminismo Comunitario Antipatriarcal de Bolivia.

En Chile también el pueblo lucha contra otra pandemia: el gobierno represivo de Sebastián Piñera, quien se preocupó más por contemplar las necesidades del empresariado chileno y de reafirmar su poder, puesto en jaque desde las revueltas populares iniciadas en octubre de 2019, que de ofrecer medidas que contribuyan a brindar seguridad sanitaria a la población.

“La única preocupación de Sebastián Piñera fue darle certidumbre a las grandes empresas”

“El toque de queda y el intento de higienizar políticamente la ciudad al borrar todo rastro de la revuelta de la Plaza de la Dignidad es netamente represivo. La policía y los militares cumplen una función política muy similar a la que cumplieron durante la revuelta”, comenta Alondra Carrillo, de la Coordinadora Feminista 8M de Chile.

 Allí la cuarentena no es obligatoria, más bien “parcial, dinámica y flexible”, lo que significa que el cuidado sanitario queda librado a las posibilidades de cada persona. Para Alondra, “la clase trabajadora hoy se ve obligada a consumir, si es que los tiene, sus ahorros de cesantías y sus ahorros previsionales para mantenerse; mientras se le dan todas las garantías a las empresas”.

Mientras, Ecuador enfrenta una emergencia sanitaria sin precedentes. Similar a la de Estados Unidos o Italia, pero con una densidad poblacional que agrava más la situación. “Hoy en Guayaquil las personas están cayendo literalmente fallecidas en la calle y son dejadas a su suerte porque nadie quiere tocar los cuerpos. Hay un pánico social, un miedo generalizado y un maltrato terrible hacia los muertos y hacia sus familiares”, remarca Lía Burbano, docente y activista lesbiana, directora de la Fundación Feminista Mujer & Mujer.
 
En Bolivia denuncian el  “racismo histórico” del sistema de salud tradicional. “Para los pueblos indígenas siempre la medicina fue de maltrato. Acá no le aplaudimos como pasa en Argentina, tenemos una historia de humillación con los médicos tradicionales”.

Y una vez más el peso de la crisis cayó sobre las espaldas curtidas de las mujeres, lesbianas, travestis y trans de Latinoamérica. Y nos encontramos en un estado de alerta feminista ante la profundización de la violencia patriarcal. “Nuestras vidas valen más que sus ganancias”, grita Alondra desde el centro de la revuelta chilena que agitó aquella utopía de una Latinoamérica libre y soberana.

Y denuncia: “En Chile un 92% de las mujeres que se encuentran desarrollando teletrabajo debe al mismo tiempo encargarse de las labores domésticas y de cuidado. La cuarentena supone, además, un riesgo para las mujeres que son forzadas a la convivencia permanente con sus agresores y lejos de sus redes de apoyo”.

Lo mismo pasa en Bolivia. La economía popular se desploma y con ella la fuente de ingreso del 70% de las mujeres. “Necesitamos salir a la calle para poder comer; además estar en nuestras casas para nosotras significa más trabajo. La violencia machista también es más fuerte, ya hubo tres femicidios en este tiempo y no hay medidas desde el Estado. Si no nos mata el coronavirus nos matará el hambre o la violencia machista. Realmente estamos en peligro”, advierte Adriana. 

Con un Estado ausente, preocupado más por responder a los requerimientos del FMI que a las necesidades de la ciudadanía, los servicios públicos en Ecuador se privatizan y solo puedan acceder a ellos las personas que tienen recursos económicos; no hay medicamentos básicos ni barbijos. “En los barrios periféricos no hay agua potable, las condiciones de insalubridad son altísimas y muchas de esas construcciones son de caña y de cartón”, cuenta Lía desde Guayaquil, la ciudad con la tasa de desempleo y de empleo informal más alta de todo el país, donde muchas personas tienen que subsistir con menos de dos dólares diarios.
 
Brasil juega una partida difícil con los delirios de un Jair Bolsonaro que subestimó desde el principio la pandemia y priorizó el poder económico por sobre las vidas humanas. En las favelas hay alrededor de 13 millones de personas, todas viven hacinadas y con sus necesidades básicas insatisfechas, la mayoría de ellas si no sale a trabajar no tiene qué comer.

“En Bolivia, si no nos mata el coronavirus nos matará el hambre o la violencia machista”


Las organizaciones sociales realizan campañas para contrarrestar esta realidad que golpea. Y si la realidad golpea, golpea más duro a las mujeres.Sabemos que con el aislamiento aumentaron las denuncias por violencia hacia las mujeres en Brasil. En una situación normal las mujeres que denuncian violencia no tienen adónde ir porque el Estado no da respuestas, y ahora mucho menos. Por eso el movimiento feminista está organizado. Hacemos grupos y charlas para hablar del tema y estamos definiendo en nuestras redes ninjas qué medidas de contención hay que tomar”, anunció Isis María de Midia Ninja.
 
En un mundo excitado por la pandemia, la violencia del sistema patriarcal se repite de forma calcada en cada punto del continente; pero los feminismos no bajan la guardia, se organizan para dar pelea al mismo monstruo de mil cabezas: en Chile con un plan de emergencia; y en Bolivia, Brasil y Ecuador con asistencia a mujeres que hacen la cuarentena con sus agresores. Así nos organizamos. Porque para ser libre y soberana, nuestra Latinoamérica debe ser necesariamente feminista.