Las voces de los humedales exigen que salga la ley

por Revista Cítrica
Fotos: Hernán Vitenberg
10 de noviembre de 2022

El territorio isleño del delta del Paraná está lleno de vida, también humana, que resignifica la importancia de aquellos ecosistemas que representan un 20 por ciento de la geografía argentina. Trabajo, alimento, familia y arte confluyen en el reclamo por una ley que no puede seguir esperando.

¿Qué decir de los humedales? Que representan aproximadamente el 20 por ciento de la superficie argentina. Que abarcan al menos 600 mil kilómetros cuadrados del territorio. Que, según la normativa internacional, hay en el país 23 sitios de estas características que deberían ser protegidos. Que en estos ecosistemas habitan aves, mamíferos, anfibios, insectos, peces, plantas... y muchísimos ejemplares de nuestra especie, la humana.

Y si bien es el ser humano el principal responsable de la amenaza hacia los humedales (por la vía de los incendios, los desarrollos inmobiliarios, la deforestación, el uso del suelo para el monocultivo, las industrias extractivas y más), también es un habitante histórico de estos paisajes híbridos donde el agua y la tierra se mezclan, donde la cultura de la pesca y los oficios artesanales son un modo de vida, donde se construye desde hace décadas un espíritu humano integrado a ese entorno exuberante.

Mientras el grupo humano que decide la suerte política del pueblo discutirá nuevamente la posible sanción de una Ley de Humedales para proteger estos ecosistemas vitales, en los territorios se agitan las voces que defienden los humedales porque encuentran allí hogar, espacio de trabajo y sentido de pertenencia. Esa marea de voces tiene mucho para decirle a la clase dirigente y a la sociedad no anfibia sobre la urgencia de contar con una norma legislativa que sigue haciéndose esperar por las presiones económicas para que no salga.

 

Artistas de los humedales

Dani de la isla, artista cantora entre las aguas que lleva y trae el milenario Paraná, ve más allá de la explotación económica y la voracidad del mercado cuando piensa en el humedal. Dani ve otros mundos posibles que pone en palabras así: “Porque nos merecemos una vida regada de nutrias y garzas, surubíes, dorados y bogas y pescadores y pescadoras y mujeres y hombres tejiendo mimbre, porque nos merecemos un mundo de gurises en el agua disfrutando de la salud del río, del agua dulce, de la Tierra sin Mal. Porque queremos una vida alucinante, llena de verde, de agua y de camalotes, por eso queremos una Ley de Humedales”.

Otro artista del humedal, juglar de las infancias actuales y de las que habitan en corazones adultos, interpela a la población con una metáfora corporal apta para todo público. “El humedal es como el riñón de la Pachamana y hay que cuidarlo”, dice Palmito, autor de canciones que hablan de ese pedazo de territorio que para muchas personas es lugar de recreación o zona de paso, pero para tantas más es un rincón de vida donde transcurre la vida. 

Uno de los hits de Palmito refieren al héroe ocasional que tuvo la discusión (fallida) de la ley en 2021: el carpincho. “Despeinado chancho isleño”, “enorme roedor, del cuis hermano mayor” lo nombra con simpatía el artista isleño que hace viajar sus melodías con la corriente. El ska-rpincho de Palmito es, sin dudas, el himno más bailable dedicado a ese animalito de rostro gracioso.


Oficios anfibios

En el conurbano norte bonaerense, concretamente en Tigre, se encuentra el Puerto de Frutos. Es, en verdad, una memoria de otro tiempo, porque hoy casi no se usa como puerto y mucho menos se consiguen ahí frutas frescas llegadas de las islas. Es un enclave más para recibir turismo, muchedumbre de paso que disfruta del humedal como un espacio prestado. Sin embargo, el Puerto de Frutos reaviva en la historia ribereña todos los oficios que se han cultivado en las islas.

Al navegar los ríos y arroyos y canales del delta del Paraná, esa intricada ramificación de vías fluviales únicas en el mundo, es posible descubrir los múltiples territorios del trabajo. Por ejemplo, la madera, materia prima de las casas tradicionales de la población isleña. Ñeco, habitante del humedal desde hace 22 años, es trabajador de un aserradero que integra un espacio cooperativo llamado Tierra sin Mal. A través de otros modos de organizar el trabajo se abren otras perspectivas para dimensionar el valor no monetario del entorno amenazado.

¿Qué es el humedal para la especie humana, entonces? Fuente de agua, de recreación, de trabajo... y de alimento. Algo de la tradición frutera que remite al famoso puerto vive cotidianamente con ellas, las Dulceras del Río, una cooperativa de trabajo que elabora dulces y conservas que viajan desde las islas hacia distintos puntos del país. Productos alimenticios artesanales, pura cepa cooperativa, nutrición para las mesas argentinas bajo la lógica de la economía social. Entre cacerolas y hornallas, las mujeres trabajadoras endulzan la lucha por la Ley de Humedales dando sus propios motivos para no bajar los brazos.

 

La cultura de la isla

Las lenguas originarias han tenido desde siempre la capacidad de nombrar el entorno para conocerlo, y también embellecerlo con la palabra que nombra. “Itekoa” es el modo guaraní de decir “aldea del agua”. De ese linaje lingüístico se ha nutrido un dinámico y polifacético espacio de encuentro en el río Espera, Primera Sección de islas de Tigre. 

En Itekoa-Aldea del agua hay festivales artísticos, talleres de oficios y el corazón rítmico de una radio comunitaria, FM El Ceibal. Laura, una de sus integrantes, conoce por experiencia sensorial la importancia del humedal.

A media hora de navegación desde Itekoa, siguiendo la ruta del Espera hacia el Sarmiento y antes de mezclarse con el río Luján, hay otro espacio cultural de puertas y corazón abierto en la isla: Casa Puente. Gambado y Viejo Fulminante es la ubicación náutica precisa. Un lugar donde siempre pasan cosas, para referencia de sus habitués.

Hay veces que se baila en Casa Puente. Otras se cocina y se come. Algunas otras se trabaja y, casi siempre, se aprende compartiendo colectivamente los saberes. Del Taller de Ecología Política y Humedales nacieron debates, intercambios, propuestas... y la convicción de que hay que seguir peleando por la Ley de Humedales. Pero no cualquier proyecto, sino el que fue consensuado con las organizaciones ambientales y territoriales.

Ni la dimensión puramente económica ni la anécdota sencillamente geográfica alcanzan para que el grupo de humanos que deben velar por el bienestar de sus pares en el terreno de la política aprehendan la importancia de los humedales. Tal vez por eso haya que sumergirse en la marea de voces que le dan un sentido trascendental al asunto. Ojalá que el Congreso las escuche.
 

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