Una escuela que enseña a incluir

por Estefanía Santoro
Fotos: Victoria Cuomo
05 de abril de 2019

Es el primer emprendimiento laboral a nivel mundial gestionado y administrado por travestis. Lo creó la activista y luchadora Lohana Berkins en 2008. Hoy, a pesar de que el Gobierno no ayuda, produce indumentaria, saca a las personas de la calle y promueve la integración social.

Hace 11 años atrás, Lohana Berkins pensaba cómo sacar de la calle a las travestis y trans en situación de prostitución porque lo que para algunas es una elección, para otras es la única forma de subsistencia. Lohana quería demostrarle a la sociedad que ellas podían insertarse en el mercado laboral y que en realidad la principal dificultad que les impedía conseguir un empleo era la exclusión y la discriminación que sufrían a diario. A través del Ministerio de Trabajo, Berkins consiguió una casa amplia de dos plantas en el barrio de Crucecita, en Avellaneda, e instaló la Escuela Cooperativa Textil de Trabajo para Travestis y Trans Nadia Echazú, en  honor a una activista y gran luchadora por los derechos de travestis y trans, al igual que lo fue Lohana.

Esta cooperativa es el primer emprendimiento laboral a nivel mundial gestionado y administrado por travestis, que además incluye la modalidad educativa: brinda capacitación en costura a todas las ingresantes. El taller fue inaugurado en junio de 2008 con 22 trabajadoras y en poco tiempo llegaron a ser 65. El gran logro fue que se convirtió en el puntapié inicial para que muchas de las personas que trabajaban allí se animaran a crear sus propias cooperativas y a terminar sus estudios: “Después de pasar por acá muchas compañeras abrieron su propia peluquería, hacen bordados, trabajan para otros diseñadores, otras están estudiando, la mayoría de las que pasaron por acá no volvieron a la calle y eso es uno de los grandes logros, demostramos que se puede salir adelante. Ahora somos menos y estamos visitando otras entidades, universidades y cooperativas para que se sumen más chicas”, cuenta Gloria, socia fundadora de la cooperativa.

Hace 11 años atrás, Lohana Berkins pensaba cómo sacar de la calle a las travestis y trans en situación de prostitución

Otro de los objetivos de este proyecto fue la integración social. Es por eso que la cooperativa siempre tuvo abierta la participación no solo a personas travestis y trans. “Si bien es una cooperativa de chicas trans la finalidad era también que se pueda trabajar conjuntamente para contrarrestar la marginación, demostrar a la sociedad que no hay nada malo en ser trans. Entonces se decidió incluir a mujeres para que una ama de casa, una lesbiana, sin distinción pueda trabajar”, explica Gloria mientras corta retazos de tela en una mesa blanca, al lado de rollos gigantes de gabardina negra esperando ser convertidos en prendas. 

Foto: Vicky Cuomo

Foto: Vicky Cuomo

Brisa, socia fundadora y actual presidenta, cuenta que la cooperativa le cambió la vida: “Es mi primer trabajo, nunca tuve otro porque no me dieron la oportunidad, a pesar de que tengo estudios. Esa discriminación todavía ocurre. Hay chicas que estaban perdidas en la droga y nosotros tratamos de sacarlas. Queríamos darle una contención, no solo un trabajo”.

La cooperativa realiza una amplia variedad de actividades como sublimado, estampado, serigrafía, pero se ha destacado principalmente en la producción de guardapolvos: llegaron a confeccionar más de 700 guardapolvos por quincena, con una jornada laboral que inicia a las nueve de la mañana y finaliza a las 17. “Tenemos clientes privados y también trabajamos para el Estado, pero desde que asumió este gobierno esa línea se cortó”, cuenta Brisa.

En 2009 las costureras de la cooperativa cumplieron un sueño: lanzarse en la confección de alta costura y organizar un desfile en el Hotel Bauen. “Algunas compañeras desfilaron como modelos con los vestidos que hicimos acá, cinco vestidos de alta costura, fue lo más lindo, una noche maravillosa donde pudimos mostrar la creatividad que tenemos”, recuerda Brisa. 

La mayoría de las que pasaron por acá no volvieron a la calle y eso es uno de los grandes logros, demostramos que se puede salir adelante

Hoy la cooperativa vive una realidad que entristece; dos de las diez mesas que sostienen las máquinas de coser están vacías y el volumen de producción se redujo principalmente por dos razones. Por un lado, desde la asunción de Cambiemos, el Estado dejó de ser su principal comprador; por el otro, muchas de las chicas que trabajaban allí fallecieron. “A nosotras lo que más nos golpeó fue el suicidio de una compañera que trabajaba con nosotras, porque no llegaba a fin de mes y no podía sacar su jubilación. Nos dolió en el alma porque para nosotras era como una madre”, dice Brisa.

Foto: Vicky Cuomo

Foto: Vicky Cuomo


Adelina es otra de las mujeres que se sumó a la cooperativa desde los inicios. “Este lugar me permitió salir de una situación de violencia con mi marido”, remarca. Adelina recuerda lo que le dijo su prima Lohana: “Dejate de joder con ese viejo, vení a la cooperativa a trabajar”. Así pudo independizarse y alejarse de su marido maltratador.

Gabi Villanueva habla lento, cuenta que los años ya le pesan un poco. Ella, como tantas otras, es el deseo de Lohana hecho realidad. Después de estar 20 años en la calle entró a la cooperativa, trabaja allí desde que abrió. “Yo la calle la hacía por necesidad y acá vengo porque me gusta, la paso bien y además los días sábados cuido a un bebé”, cuenta con una sonrisa. 

Mientras cose el cuello de un guardapolvo, Brisa cuenta que hace poco se enteró que hay mujeres que dicen que no quieren a las travestis en el feminismo y que le gustaría sentarse a debatir con ellas. “Si nos dividimos nunca vamos a llegar a terminar con la violencia”.

Foto: Vicky Cuomo

Foto: Vicky Cuomo

Brisa termina la charla con un consejo para las chicas que están en la calle: “Las puertas de la cooperativa están abiertas para todas aquellas que quieran venir a capacitarse, a trabajar, a tener un sueldo digno y a cambiar sus vidas. Si no quieren venir acá, lo más importante que tienen que hacer es estudiar, porque estudiando llegas a todos lados. Yo pude estudiar, pero no tuve oportunidad. Ahora es un poco más fácil porque hay espacios para las chicas trans. Antes no había nada de eso. Hay un pequeño cambio, no el cambio que nosotras quisiéramos: aún falta. Por eso hay que seguir empujando”. 
 

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