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Un muffin de soja no combate la desnutrición

por Pablo Bruetman
05 de agosto de 2021

El Gobierno de Salta experimentó darles un “bloque nutricional” compuesto de soja a 30 niñas y niños wichí. Médicos, nutricionistas y ambientalistas denuncian no solo que no sirve para combatir la desnutrición sino que la misma soja y los desmontes realizados para producirla son la principal causa del hambre en la provincia.

Un muffin de soja. Hecho con esa soja maldita que deja a la selva sin sus árboles, sus frutas, sus verduras y sus animales. A niños y niñas wichí de Alto La Sierra, poblado del municipio de Santa Victoria Este, en el departamento Rivadavia, provincia de Salta, les hicieron un testeo como si sus cuerpos fueran un banco de pruebas. Les dieron un “superalimento” para terminar con la desnutrición. Se trata de un muffin o magdalena  “a base de harina de trigo y soja fortificado que contiene 9 aminoácidos esenciales (especialmente para el desarrollo de la talla en niños), vitaminas y minerales”. Sus creadores recomiendan en menores de 8 años una porción diaria de 70 gramos. Con esos gramos sostienen que puede darse “una correcta suplementación de los nutrientes esenciales” y que de esa forma se “aporta la proteína que les falta” a los niños y niñas desnutridos y desnutridas. 

En vez de carne, huevos y cereales para generar las proteínas faltantes o de espinaca, huevos, quesos, naranjas o bananas para nutrirse de calcio y hierro, la Provincia de Salta propone suplantar estos nutrientes. Ni proteínas, ni hierro, ni calcio, ni potasio. Ni nada. Solo harina de soja, harina de trigo y químicos. Un bodoque en vez de alimento. No por nada lo bautizaron como Bloque Nutricional.

Un dato más: la prueba piloto, que duró 30 días y contó con el apoyo del Ministerio de la Producción de Salta, arrojó como resultado un aumento del peso en quienes consumieron los muffins. Sí, les dieron harina y engordaron: toda una revelación.

Los muffins, según la información difundida por el Gobierno de Salta, fueron avalados por el Ministerio de Agroindustria de la Provincia de Buenos Aires. Y podrían repartirse a niños y niñas en escuelas bonaerenses. Más de 85 organizaciones, entre las que se encuentran por ejemplo los Médicos de Pueblos Fumigados, la Federación de Profesionales de la Salud (FESPROSA) y la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria de la Escuela de Nutrición de la UBA, firmaron una carta pidiendo tanto a la provincia de Salta como a la de Buenos Aires retirar los permisos otorgados al Bloque Nutricional “para preservar la salud colectiva de niños, niñas y adolescentes y de la población en general que habitan en dichas jurisdicciones”.

“A los niños y las niñas con desnutrición de las poblaciones wichi no les van a solucionar el hambre con una porquería que les dan. En realidad lo que necesitan es poder acceder a la tierra, a los alimentos que les daba el monte"

¿Cómo puede ser que la política pública en contra del hambre no sea recuperar una alimentación saludable con frutas, verduras legumbres o carne sino un bloque de harina producido en laboratorios? ¿Cómo pueden llamar “superalimento” a un pedazo de soja y trigo que por ejemplo ninguna persona celíaca puede consumir?¿Tanto más difícil es hacer llegar a las comunidades wichi un superalimento de verdad como por ejemplo la quinoa que se produce en la misma Puna? 

“Es terrible. Suponen que con un ultra procesado van a solucionar la desnutrición. Es vergonzoso. Más que vergonzoso, a esta altura es inaceptable. No se puede crear una comida para pobres”, sentencia Gloria Sammartino, Doctora en Antropología de la (UBA) con Especialización en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina e integrante de las Cátedras de Soberanía Alimentaria.

“A los niños y las niñas con desnutrición de las poblaciones wichi no les van a solucionar el hambre con una porquería que les dan. En realidad lo que necesitan es poder acceder a la tierra, son comunidades que saben desde hace miles de años qué alimentos necesitan y cómo prepararlos. Son los alimentos que les daba el monte y que justamente fueron desapareciendo por la producción ganadera y sojera”, agrega Sammartino. 

¿Qué alimentos son los que faltan? Rodolfo Franco, médico que trabaja en Salta junto a las comunidades wichí detalla: “Los animales de la zona ya casi no existen. Ya no hay chancho de monte ni avestruz. Y jaguar rara vez se ve alguno. Y de las especies vegetales como el quebracho, el palo santo y el algarrobo queda muy poco. Son las maderas más importantes de la región. Como no es alimento de hombre blanco, no se cuidó”.

Las comunidades wichís siempre fueron cazadoras recolectoras. Iban a un territorio, hacían un campamento provisorio en un área, cazaban a los animales y dejaban el territorio para que se recupere. De esta forma, había un equilibrio ecológico. “Ahora el agronegocio y los sojeros agarran los campos y dejan una parcelita para wichis de 500 hectáreas pero ellos vivían de todo el monte con un equilibrio ecológico. Quieren obligarlos a tener ganados, cabras o que sean agricultores cuando ellos tenían otra forma de vida, otra cultura, otro trabajo, otra forma de alimentarse. Ellos llevan 50 mil años viviendo con ese sistema de vida y les quemaron el bosque”, explica Medardo Ávila Vázquez, de la Red Médicos de Pueblos Fumigados y docente de la UNC.

Rodolfo Franco amplía: “Los pueblos indígenas necesitan su monte para alimentarse. Ya se lo han quemado. Las políticas públicas para combatir la desnutrición no debieran ser estos bloques de soja sino tratar de recrear grandes lugares donde puedan tener sus plantas antiguas, que tengan parcelas grandes de territorios para tener una réplica del hábitat antiguo anterior a la sojización”.

La provincia de Salta, según un estudio del Conicet, tuvo la tasa de deforestación más alta del mundo en los últimos años. Se desmontaron 2,5% de los bosques nativos remanentes por año, mientras que el promedio latinoamericano fue 0,51% y la media mundial fue 0,20%. Lucas Seghezzo, doctor en Ciencias del Medio Ambiente e investigador del Instituto de Investigaciones en Energía No Convencional (INENCO) y el Conicet indicó en 2017 que la tasa de deforestación anual en Salta supera en más de un 1000%”

Medardo Ávila Vázquez agrega que “se calcula que hay aproximadamente 60.000 wichis y sumando a otras etnias serían 90.000 en la zona. Desde que desmontaron los bosques viven una crisis humanitaria terrible que ha generado esta desnutrición”. Son entonces 90 mil personas a quienes se les niega el derecho a elegir su forma de vivir y de alimentarse.

LA SOJA Y EL DESMONTE

La soja es un alimento que está muy discutido. Por un lado por los restos de agrotóxicos que suele tener y por otro porque las asociaciones de pediatría indican que tiene sustancias que son peligrosas para el crecimiento hormonal de niños y niñas”, crítica Sammartino. 

“Es algo lógico que utilicen la soja para este tipo de alimento porque se la considera casi como la carne a nivel proteico. En las ciudades las personas vegetarianas comen milanesas de soja, reemplazan a la carne con soja”, concede el médico Rodolfo Franco. El problema no es tanto la soja en sí sino cómo se produce: “Es soja transgénica procesada con glifosato u otros agrotóxicos que se produce en territorio usurpado a wichis. Las comunidades wichis podrían tener proteínas animales en sus bosques, pero les están dando de comer el producto del mal que les hicieron. Es todo un contrasentido”.

Tujuay Zamora es una médica wichi formada en Cuba que trabaja en la recuperación de niños y niñas desnutridos/as. Pasó su infancia en Santa Victoria del Este, el sitio en donde se realizó la “prueba piloto” sin previa consulta a las comunidades indígenas tal como lo establece el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo: “Ni los gobiernos progres ni los no progres reivindicaron los derechos indígenas al territorio. Ahora todo ese territorio es del agronegocio. Plantaron soja y agrotóxicos y causaron grandes problemas sociales. Como eso es lo que producen y quieren producirlo cada vez más hacen un producto con soja que no soluciona el problema de la desnutrición, que es algo estructural. Para solucionar la desnutrición es necesario que exista el derecho a decidir sobre tu propio destino y tu propia soberanía alimentaria”.

“Es cínico. Tenés que ser muy perverso y encima lo hacés público y querés mostrarte como que hacés una tarea humanitaria"

“Una de las cosas que más indigna es que venden y promocionan a la soja como si fuese buena cuando está toda impregnada de agrotóxicos”, cuestiona Medardo Ávila Vázquez. Y denuncia: “Un comité de evaluación tendría que haber medido los residuos de agrotóxicos en las magdalenas. Pero nos enteramos de todo cuando ya sucedió. Hicieron el ensayo de darle magdalena de soja a un grupo de alto riesgo como niños desnutridos de pueblos originarios. Para hacer eso en medicina hay que estar inscripto en un comité de bioética. La soja puede generar problemas endocrinos, no sabemos cuántos pesticidas tiene este producto, si le vamos a dar a niños y niñas microdosis de pesticidas cada 8 horas no vamos a andar bien”.

“Es una actitud cínica. Cercana al sadismo. Les quitaron los montes en donde se provisionaban. Tenés que ser muy perverso y encima lo hacés público y querés mostrarte como que hacés una tarea humanitaria. Como si la desnutrición fuera un problema técnico y no de desigualdad, de falta de acceso a alimentos”, completa Medardo. Tujuay también describe la situación con la misma palabra: cinismo. “Es cinismo usar un producto que se cultiva en tierras que no se dan de vuelta a los pueblos indígenas. La desnutrición es un problema de salud inducido por las políticas de desplazamiento”.

Quemar el bosque, destrozar una forma de vida milenaria, plantar soja, producir más y más soja gracias a los agrotóxicos. Al agronegocio del cinismo le faltaba algo para cerrar el ciclo: que su producto “alimente” también a los desplazados. “Lo terrible no es solo que se crea que a partir del consumo de este ultraprocesado se va a solucionar el hambre- advierte Sammartino- sino que se van a necesitar miles de toneladas de soja para que esta empresa produzca este alimento”. No es casualidad que el médico que trabajó en la creación del muffin de soja esté vinculado a las empresas del agronegocio.

NOMBRES PROPIOS

Según informó el Gobierno de Salta, “Antonio de los Ríos, médico del Oñativia, e integrante de la Mesa Interministerial, se contactó con la empresa que produce este tipo de alimentos tecnológicos, vinculada con el equipo de investigadores conformado por los ingenieros en alimentos, Federico Petraglia y Sergio Ferrari ya estaban experimentando para lograr un suplemento con el que pudieran combatir la desnutrición. La sinergia lograda con la orientación del doctor de los Ríos, y el equipo de la Mesa Interministerial, terminó de dar forma al proyecto, dando origen a Bloque Nutricional: un alimento presentado como una magdalena esponjosa, de sabor a vainilla, limón y dulce de leche, que logró la aceptación entre los niños wichis que se estaba buscando”.

Antonio de Los Ríos, además de ser ex ministro de Salud de Salta, es el hermano de Martín de Los Ríos, actual ministro de Producción y Desarrollo Sustentable, presidente de Propuesta Republicana (PRO) y dueño de una de las empresas de fumigaciones más grandes de la provincia. 

“Las empresas que se apropiaron el monte son de los mismos dueños del canal América, de los Macri, de los Peña Braun, de los Urtubey y el gran sojero del área es el diputado Alfredo Olmedo que se calcula que tiene 300 mil hectáreas. Las tierras en la zona están muy concentradas”, asegura Ávila Vázquez. 

LA DESNUTRICIÓN NO SE COMBATE CON SOJA

“Están cagados de hambre, obvio que si le das tres magdalenas por día es un aporte que no tenías. Obvio que van a subir de peso”, dice Medardo Ávila Vázquez. ¿Pero necesitan los pediatras y médicos que trabajan con niñas y niñas desnutridos/as un nuevo “superalimento” o es solo una estrategia del agronegocio para producir y vender más soja y posicionarla como un alimento “capaz de terminar con el hambre y con la pobreza”? La respuesta también es obvia: “No necesitamos que inventen un superalimento y menos con soja. Es una zona donde hay un supercereal como la quinoa, pero por sobre todas las cosas ya hay creado un superalimento a base de maní que es muy rico, que los chicos comen con mucho gusto y es el que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS)”.

 Médicos Sin Fronteras utiliza, en los casos de desnutrición sin complicaciones médicas, los RUTF (del inglés ready-to-use therapeutic food) cuya  marca comercial es Plumpy Nut. Se trata de una pasta a base de leche en polvo enriquecida, maní, aceite y azúcar, y contienen todos los macro- y micronutrientes que necesita un niño con desnutrición severa. No contienen agua (son resistentes a la contaminación bacteriana) ni tampoco la necesitan para su ingesta, ya que el niño puede consumirlos directamente desde el envoltorio. 

Tujuay, quien trabaja en el territorio con niños y niñas con desnutrición cuenta que se enfocan en salvar las vidas de los chicos con bajo peso. Y por supuesto, no necesitan de la soja que les hambrea. “Se trabaja con suplementos de leche fortificada, con médicas dedicadas a la atención específica del niño o la niña. También trabajamos en que cuando es necesario un traslado por la gravedad del caso, las familias indígenas se animen a asistir a los centros sanitarios. Sabemos cómo afectan los agrotóxicos, darles soja transgénica  a estos niños y niñas es una burla. Es el genocidio que todavía existe, se sigue avanzado en exterminar nuestros pueblos”.