Desde siempre, la más porteña de las músicas abordó la épica y la desgracia que se vivían en los estadios.
El tango, ese rito porteño y rioplatense que hoy se exporta a todo el mundo, ha sido, desde su origen, un fiel exponente de la cultura urbana y principalmente de la interurbana: la del arrabal, las orillas, las zonas periféricas de Buenos Aires y Montevideo, las ciudades en las que se forjó esta filosofía musical desde la segunda mitad del siglo XIX. Es más, el tango se encargó de proponer una perspectiva antagónica con respecto a los diferentes lugares de la ciudad. En sus letras, el arrabal (los barrios marginados) está indisolublemente vinculado a los amigos, a la “vieja”, a lo auténtico, lo popular; al sentido de pertenencia que nace y crece dentro de una zona trabajadora. En cambio, el centro urbano representa lo vanidoso, la ostentación, las “luces que encandilan” al cantor.
Pero el tango no sólo se encargó de retratar Ócon su música, sus encantos y su nostalgiaÓ al paisaje de la época. También fue un interlocutor preciso entre el hincha y la pelota. Entre la tribuna y los jugadores. Varios autores -algunos reconocidos, otros no tanto- confirman esa teoría. Las estrofas finales de “Quién te ha visto Buenos Aires”, de Rafael Lauría y Natalio Lamicela Óescritas hace largos años pero con una asombrosa vigenciaÓ remarcan el idilio hacia varios cracks de la época:
Y si hablamos de fútbol
¡che, que papelón!
Hoy se juega sin alma
ya no hay emoción.
¿Pero por qué no lo dejan
jugar como ayer?,
¡a lo Pedernera, Pontoni y Boyé!
Y no sólo de la pelota se ocupó Lauría. Las veladas en el Luna Park, la mística del boxeo y hasta el origen de los boxeadores fueron temas de referencia en sus composiciones. Así, dibujó un homenaje, un agradecimiento eterno a Pascual Pérez, quien había conquistado el campeonato del mundo de los livianos en 1954.
Ya no habrá quien pare
a esta raza criolla
que pone su vida
en cada victoria.
Contentos estamos
de este galardón.
¡Viva Pascualito,
nuestro gran campeón!
Y el sueño de todos, de los hinchas y de los jóvenes se hizo canción en “El sueño del pibe”, un relato de Reinaldo Yiso. O más que un relato: una síntesis de todas las sensaciones que afronta ese pibe de barrio cuando el club lo elige para iniciar su carrera deportiva:
“Mamita, mamita” se acercó gritando
la madre extrañada dejó el piletón
y el pibe le dijo riendo y llorando
el club me ha mandado hoy la citación.
Mamita querida
ganaré dinero
seré un Baldonedo,
un Martino o un Boye;
dicen los muchachos
del oeste argentino
que tengo más tiro
que el gran Bernabé.
Pero no sólo los jugadores fueron la inspiración de los tangueros. Hubo letras, hermanadas por el violín y el bandoneón, que supieron describir ese domingo mágico, ese ritual que significaba asistir a las gradas para sufrir o gozar con un resultado que más tarde se convertiría en casi una anécdota. Palabras abocadas a relatar la influencia del fútbol en la vida cotidiana de una sociedad que esperaba con ansias el domingo a la tarde. De esa costumbre se valió “Tiempo de tranvías”, una canción de Héctor Negro que se inmiscuye en una realidad que hoy resulta lejana:
Vuelven esos ecos de las mesas de escolaso.
Noches con la barra en la esquina fraternal.
Sábado y milonga que promete el club del barrio
y el domingo, lleno de ese fútbol sin igual.
Y el resabio de una tarde de ensueño, pesadillas o estupor se refleja en “Domingo a la noche”, de Oscar Rubistein:
Café de un barrio porteño
En la noche de domingo?
Sexta edición, cubiletes,
El tema: fútbol y pingos.
Cuatro muchachos charlando
En la mesa de rigor,
José, Ricardo y Anselmo
Y el cuarto: un servidor.
La concepción nostálgica del deporte es una de las propiedades que contiene el legado que dejó el tango a este rubro. Al cabo, el tango y sus discípulos proponían y aún proponen volver a los viejos tiempos. Los de la vieja y los amigos. Los de Pedernera, Pascualito y los domingos llenos de fútbol.
Pichuco, entre el fuelle y la pelota
Aníbal Troilo estuvo, desde su infancia, íntimamente relacionado al fútbol. Así lo demostró la revista Pugliese en diciembre de 2000, cuando publicó una frase del eterno Pichuco: “A los 10, el fuelle me atraía tanto como una pelota de fútbol. Jugaba de centrojá en el Regional de Palermo. La vieja se hizo rogar un poco, pero al final me dio el gusto y tuve mi primer bandoneón: 10 pesos por mes en catorce cuotas. Y desde entonces nunca me separé de él”.
EL LIBRO: “Tango y fútbol. Dos pasiones argentinas”, de Ernesto Ziperstein. Editado por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos en 2006.

"Al tango no hay que pedirle que sea eterno"
Bandoneonista y arreglador en las orquestas de Piazzolla y de Pugliese, el músico Rodolfo Mederos suelta su tristeza por la actualidad del género y reconoce que si todavía existe, es por una moda. El elogio a algunos jóvenes y su pronóstico sobre el futuro.

Leonel, el feo
Celebramos el aniversario de nacimiento de uno de los cantores fundamentales de la historia del tango a nivel mundial. Rivero, contra viento y marea, eterno como un mar.

“El futuro del fútbol es de las mujeres”
Jugadora de Norita Fútbol Club, que compite en la liga Nosotros Jugamos, semilllero del fútbol femenino en la Ciudad de Buenos Aires, y periodista deportiva, Ayelén Pujol recopiló 100 años de historia del fútbol femenino que nunca nadie nos contó. Las heroínas que no conocíamos y que hoy reivindicamos. Las generaciones que el patriarcado sacó de las canchas, pero resistieron en los potreros. El sueño de las pibas y un porvenir esperanzador, lejos de los códigos de machos.