Rodolfo Walsh y la búsqueda de sus escritos ocultos
por Facundo Lo DucaFotos: Gerardo Abraham
23 de junio de 2025
Fabián, Roberto y Horacio rastrean cuentos, crónicas y entrevistas nunca antes editadas del escritor de “Operación Masacre”. Llevan más de 50 textos encontrados que esperan publicar en un libro. Una entrevista inédita a Walsh se suma al hallazgo de este reportaje.
Este texto fue publicado originalmente en el portal Ornitorrinco.
Bella Vista, Septiembre 2023.
–Encontré una nota nueva de Walsh en una revista –dice un mediodía, sentado frente a su plato de sopa de cebolla, Fabián Domínguez.
–¿Sabés que yo tengo un cuento nuevo también? –responde Roberto Baschetti.
Los dos se miran en silencio, mientras comen la sopa hecha por Nora, la pareja de Roberto. La luz primaveral entra limpia por los ventanales de su casa.
–¿Y si hay más textos dando vuelta? –pregunta Fabián, mientras se limpia la boca con una servilleta.
Pero ese día, en ese hogar amplio de la zona norte del conurbano, es imposible saberlo. Fabián y Roberto no saben que terminarán encontrando más de 50 textos sin publicar del escritor de Operación Masacre. No saben, mientras hunden la cuchara en el plato de sopa, que Patricia –la hija de Rodolfo– se enterará de todo y les dirá que “están locos”, después de emocionarse al ver parte de esa obra reunida y nunca antes editada de su padre. Tampoco saben –¿quién podría saberlo?– que existe una entrevista inédita de 1974 al propio periodista desaparecido y que ambos, Fabián y Roberto, cerrarán los ojos y asentirán con la cabeza, tras oír la voz gruesa de Rodolfo.
Es imposible saber, o posiblemente no tanto ante el deterioro del mercado editorial, que nadie querrá publicar ese material. Un Walsh lejano, primerizo, tempranamente escritor. Un Walsh periodista, territorial, clandestino. Un Walsh oculto, a punto de ser descubierto.
–¿Y si hay más textos dando vuelta? –insistió Fabián ese mediodía.
–Será cuestión de salir a buscarlos –respondió Roberto, ya entrada la sobremesa.
***
La revista no está. Fabián Domínguez, 59 años, periodista, profesor de historia en escuelas públicas, busca desesperado un ejemplar de la revista Leoplan en su casa de Del Viso, provincia de Buenos Aires. Nada en la primera biblioteca, nada en la segunda. Tampoco entre las pilas de otras revistas. Gente, Vea y Lea, Panorama, las publicaciones exitosas de la prensa argentina entre la década del ‘60 y los ’80 se agolpan en un pasillo angosto del altillo de su casa. Nada.
–La estábamos por decretar como perdida con Roberto. Tampoco estaba en ningún archivo o librería de antigüedades –recuerda Fabián, una tarde de mayo, sentado en un sillón amplio de su casa. La solución llegaría más tarde, desde una pequeña biblioteca de Tandil, y en una acotada colección de revistas, estaba el número 591 de Leoplan.

Roberto Baschetti revisa fotografías y publicaciones de diversas épocas sobre Rodolfo Walsh en su oficina en Bella Vista, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
El 15 de marzo de 1959, Walsh publica como nota de tapa una investigación sobre Tibor Gordon, un fisicoculturista checoslovaco que se había instalado junto a su familia en Pilar. Allí, en la zona norte del conurbano, Tibor había comprado tierras y fundado una secta de sanación. El fenómeno llamó la atención de la prensa. La cantidad de seguidores del excéntrico líder crecía cada vez más. La revista, entonces, envía a su colaborador estrella a contar esa historia.
El Walsh que se embarca a investigar al “sanador” Tibor tiene 32 años y ya vio la sombra de la muerte rondando en los ojos de Carlos Livraga, uno de los fusilados que sobrevivió para contar las ejecuciones ilegales del Estado de 1956 en los basurales de José León Suarez. Pasaron dos años de la publicación de Operación Masacre y, para esa fecha, Rodolfo obtuvo su primera identidad falsa para esconderse de la policía bonaerense. También terminó su investigación sobre el asesinato del abogado Marcos Satanowsky por orden de la llamada “Revolución Libertadora”. Las crónicas denunciando el crimen del abogado del diario La Razón se publicaron un año antes, en 1958, tanto en la revista Mayoría, como en Azul y Blanco.
Para marzo de 1959, a Walsh lo ataca el poder judicial, lo persigue la bonaerense y lo detestan los agentes de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE). El gobierno militar de Pedro Eugenio Aramburo, además, se la tiene jurada. No será el primer gobierno de facto que lo marque. Pero él sigue. Va hasta Pilar dos veces. La mirada fría, la exigencia en la indagación de los hechos. Tibor Gordon lo recibe en su comunidad sanadora. Le agradece especialmente por haber venido a contar su historia. La de él y sus seguidores que llegan desahuciados a esta zona en busca de un milagro de su parte. Un milagro a cambio de un pago en efectivo.
No sabía, Tibor, que ese periodista de lentes anchos y mirada parca desarmaría toda su farsa en una crónica de tres páginas.
–Esa crónica es fundamental para entender al Walsh periodista. Después de investigar como pocos a las altas esferas del Estado y sus fuerzas de seguridad, se mete con una secta espiritual y sanadora, tan de moda hoy. Eso nunca se recopiló, ni está subido a internet.
Fabián se inclina sobre un bloc de hojas blancas en una mesa. Son los borradores de “Un hombre que se anima” su proyecto literario, junto a Roberto Baschetti, para rescatar la obra desconocida del periodista desaparecido. Son más de 50 textos entre crónicas, cuentos y artículos sobre política y literatura –entre otros escritos– los que ambos hallaron, tras ese almuerzo en Bella Vista en 2023.
El criterio de selección del material, cuenta Fabián, tenía un solo requisito: que no se haya publicado antes en algún libro o antología. “Todo es importante porque estos escritos tienen un anclaje muy curioso con la actualidad. Son las mismas discusiones políticas y sociales de hoy”, dice el profesor de Historia.

Fabián Domínguez cuenta su proceso de investigación detrás de la edición de “cuentos completos” de Rodolfo Walsh en Del Viso, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Al encuentro del Walsh
.
Fabián no llegó de casualidad a la obra de Walsh. En 1997, mientras trabajaba como periodista en el diario La Hoja de San Miguel, publicó “Bitácora de un clandestino”, una biografía que repasa en detalle la vida del escritor nacido en 1929 en Río Negro. En la presentación de ese libro, conoció a Roberto, quien años antes había publicado una biografía similar: “Rodolfo Walsh, vivo”. Desde entonces, quedaron unidos por la vida del periodista.
Los libros que históricamente recopilaron los cuentos o notas periodísticas “completas”, no abarcan la totalidad de lo producido por Walsh en toda su carrera. Los criterios de esas selecciones, editadas originalmente por el escritor Daniel Link para la obra de no ficción o Ricardo Piglia para sus relatos, responden –según el profesor de Historia– a posturas más “estilísticas”.
–Lo que no se recopila, se pierde –dice Fabián–. Uno puede tener la referencia de cuándo y dónde se publicó tal artículo, pero esas revistas o diarios cada vez son más difíciles de conseguir. Perder una crónica de Walsh por no respetar ciertos cánones literarios, es atentar contra nuestra propia memoria.
Además del reportaje sobre Tibor Gordón en Pilar, Fabián y Roberto encontraron otras cinco crónicas similares en el tono y estilo. Una de ellas describe la toma de terrenos en Villa Ocampo, ciudad al norte de la provincia de Santa Fe, a donde Walsh viajó en 1969 para cubrir el conflicto para el diario La CGT de los argentinos. Las otras cuatro son sobre la Villa 31 de Retiro, publicadas en 1974 en el diario Noticias y sin firma, pero reconociendo la cadencia narrativa del periodista a la hora de escribir sobre la crisis habitacional de Retiro. Todas las crónicas halladas respetan tres elementos fundamentales que acompañaron la tarea periodística de Walsh durante toda su vida: la investigación, el territorio y las personas.
Lo primero que ambos hicieron luego de rastrear los escritos fue hablar con Patricia, la hija de Rodolfo. Necesitaban mostrarle todo el material desconocido que habían encontrado de su padre. Al principio, la exlegisladora porteña se mostró distante. Algunos de esos textos le parecían “aburridos”, otros “innecesarios”, pero sabía que las intenciones de Fabián y Roberto eran buenas y no había un negocio espurio detrás. Además, en la última feria del libro, ella les confesó que nadie se había acordado de Rodolfo. “Están locos, pero hoy son los únicos que se están ocupando de su obra”, les aclaró Patricia.
Con el aval de la hija, solo faltaba encontrar una editorial. Hasta el momento, nadie se mostró interesado en el manuscrito preliminar de la dupla literaria. Tampoco, claro, lo habían cerrado definitivamente.
Entre los últimos textos que Fabián encontró, hay dos cables de ANCLA, la Agencia de Noticias Clandestinas fundada por Walsh, junto a otros compañeros de la agrupación Montoneros en 1976. El golpe de Estado ya había ocurrido y el secuestro y la tortura a militantes de las agrupaciones políticas estaban en auge. ANCLA fue la antesala de la famosa Carta abierta de un escritor a la Junta Militar, el último texto escrito por el periodista en vida, antes de ser secuestrado y desaparecido por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) el 25 de marzo de 1977.

Fabián Domínguez cuenta su proceso de rastreo de textos de Rodolfo Walsh en Del Viso, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Fabián dio con este material de forma casual, mientras revisaba los archivos digitales de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), una institución de espionaje con un rol activo en el seguimiento y secuestro de militantes politicos durante el terrorismo de Estado.
–Estaba buscando otra cosa y llegó a un cable de ANCLA del mes de junio de 1976. Todo lo conocido y publicado en libros era a partir de agosto.
El primer cable, del 7 de julio, describe el seguimiento y el secuestro de un escritor y un cineasta por parte de un grupo parapolicial. El segundo, del día anterior, habla sobre la condena que distintos mandatarios europeos habrían hecho contra la Junta Militar que gobernaba en el país. No llevan la firma del escritor, pero para Fabián no hay dudas.
–Walsh, a veces, te busca a vos. Llega de alguna manera extraña y te sorprende –bromea el profesor de Historia.
Aunque no tanto.
***
Es una mañana de 1974. Edgardo Lista, profesor de Literatura de una escuela secundaria en la localidad bonaerense de Adolfo Sourdeaux, acaba de darle una tarea a sus alumnos: escribir sobre Operación Masacre. Pero Edgardo es más ambicioso y les ofrece a sus estudiantes la posibilidad de entrevistar a su autor. Daniel y otros dos compañeros del curso aceptan.
El encuentro es dentro de la redacción del diario Noticias, el último medio que integró Walsh antes de pasar a la clandestinidad. Los tres estudiantes llegaron hasta la calle Piedra 735 de Capital Federal para hablar con el periodista, a cargo por entonces de la sección policiales e interés general.
Durante dieciséis minutos, Walsh contesta parcamente las consultas de los alumnos. Se lo nota hastiado de las mismas preguntas de siempre. El sonido metálico de las máquinas de escribir se oye de fondo. El escritor habla, entre otras cosas, sobre la importancia de la realidad por sobre la ficción literaria. Opina del deterioro político que vive el país en aquel entonces y cuenta detalles sobre un próximo proyecto de libro.
–Me gustaría juntar algunos cuentos que tengo publicados y agregarles otros. No sé cuándo podré completar ese proyecto.
Él, al menos, no podrá hacerlo.
Tres años después de la entrevista de los alumnos del profesor Lista, un grupo de tareas de la ESMA secuestró y desapareció a Rodolfo en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos. Su cuerpo fue visto por última vez entre el 25 y 26 de marzo de marzo de 1977 por sobrevivientes de ese campo de concentración de la Armada. La patota militar, por esos días, también había allanado su casa del Tigre, donde vivía con Lilia Ferreyra. De allí se llevaron varias carpetas que el periodista tenía separadas con diferentes materiales. Cartas, cuentos ineditos y, en una carpetita aparte, recortes de sus notas y relatos publicados a lo largo de los años.
Alberto cuenta que Lilia, fallecida en 2015, llegó a conocer la existencia de la entrevista de Daniel. La habían invitado a la radio comunitaria para que la escuchara.
–Cuando se la quisimos poner en vivo en el estudio, no quiso –retoma Alberto.
Lilia, les dijo en esa ocasión, prefería oír la voz de Rodolfo en la intimidad de su hogar.
***
Roberto Baschetti, de 72 años, cierra los ojos para escuchar la entrevista que Daniel y sus compañeros le hicieron a Walsh. Sonríe y asiente al escuchar cada respuesta del periodista. No conocía el reportaje y pide incluirlo en la colección que lleva adelante con Fabián.
Baschetti, un profuso historiador del peronismo, convirtió su casa en un archivo personal. Desde los 16 años, cuando recorría librerías del centro porteño, junta y recorta artículos de diarios y revistas. Los califica por año y tema y los guarda, luego, en cajas azules. Pero no solo colecciona papel. También hay objetos con simbología peronista. Una camiseta de fútbol del Club Villa Ballester en honor a los fusilados de José León Suarez, colgada junto a otras del mismo estilo, es su favorita.
–Rescatar la obra de Walsh es salvarnos a nosotros mismos–. Muy pocas personas interpretaron tan cabalmente su tiempo y de eso tenemos que aprender como sociedad.
Dos nuevos cuentos sumó Roberto a la antología que lleva adelante con Fabián. Uno de ellos, el más extraño y nunca mencionado, es “Los jugadores de dados”, publicado en 1950 en Cuadernos de la Costa, una desconocida revista platense.
–Ese relato breve me lo pasó Emiliano Álvarez, un investigador que lo encontró fortuitamente y me lo envió de la misma manera –recuerda Roberto.
En el cuento, el ingenio y la destreza de los protagonistas, se ven sometidos al azar. Como si la fortuna no tuviera que ver con la búsqueda.
***

Raúl Horacio Campodónico revisa viejas revistas “El Hogar”, en la Biblioteca del Congreso de la Nación, donde encontraría el cuento “El pájaro de las islas” de Rodolfo Walsh.
Tres veces en un mes. Horacio Campodónico, docente investigador de cine, pensó que Walsh trataba de decirle algo después de encontrar tres nuevos textos suyos, sin proponérselo. Era 1998 y había entrado a una librería de usados en el centro porteño. Un ejemplar de “Lo que la noche revela” del escritor irlandés William Irish le llamó la atención. Al abrirlo, descubrió que la nota introductoria estaba escrita por Rodolfo. A la semana, en el archivo de la Hemeroteca Revistas de la Biblioteca del Congreso de la Nación, mientras buscaba artículos sobre el cine de la década del ’50, lo mismo: un cuento de Walsh. “El pájaro de la las islas”, publicado en la revista El Hogar aparecía ante sus ojos.
El tercer hallazgo fue a los pocos días. En otra librería de usados, se topó con una pila de revistas Leoplan. De nuevo: cuentos y traducciones del periodista que nunca habían vuelto a publicarse.
–No podía ser tanta casualidad. Tenía que hacer algo con todo esto –cuenta Horacio, de 62 años, una tarde de mayo en la Biblioteca del Congreso.
Lo primero que hizo en aquel tiempo fue buscar a Patricia Walsh. La hija del periodista lo recibió en su casa de la calle Lavalle, Capital Federal. Horacio llevó todas las revistas en una pequeña bolsa y las esparció sobre un escritorio. También le habló del cuento hallado en El Hogar, posiblemente el primero que Walsh publicó con 23 años. Patricia, sin embargo, no se mostró interesada.
Con los años, Horacio leyó la histórica antología periodística de Walsh, “El violento oficio de escribir”, editada por Daniel Link. Allí el propio Link contaba que no había podida dar con una nota del escritor sobre el remate de las Cataratas del Iguazú por parte del gobierno, publicada en 1967 en fascículos especiales de la revista Extra.
–Era un especial que la revista había sacado sobre Historia argentina, muy difíciles de conseguir –asegura Horacio.
Pero para un rastreador de revistas, no hay imposibles. Horacio recorrió todas las librerías de Capital hasta encontrar el texto que hoy figura en las ediciones actuales de “El violento oficio de escribir”.
El cuento que encontró aquella tarde de 1998 en la Biblioteca del Congreso, además, se suma ahora a la colección de Fabián y Horacio.
–El relato es curioso porque habla sobre un pájaro que debe sacrificar su vida para que el resto se salve –cuenta Horacio. Y vuelve a leer su hallazgo…
“En las últimas notas de su canto el pájaro parecía decir: 'mi oficio es cantar para morir'.”

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