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Perdimos a una compañera

por Nelson Santacruz (La Garganta Poderosa)
17 de mayo de 2020

Murió Ramona en la Villa 31. De coronavirus. Después de estar 12 días sin agua. Después de gritar y gritar. Hoy las villas estamos de luto

Cuando perdemos a una compañera, como Ramona, es como cuando se tira una piedra en el agua y todo explota en ondas. Hoy esas ondas nacieron en la Villa 31 y se expandieron en las fibras de cada una y uno que la conoció o no, porque sentimos el dolor ajeno como propio. Hoy las villas, en distintos puntos del país, están de luto. Ella, como tantas, lucharon décadas enteras contra la violencia, por las ollas, por la educación, por el acceso a una vivienda digna, por la falta de electricidad y de agua que la terminó matando. Sí, desde ese feminismo más popular que existe, en la Casa de las Mujeres y Disidencias. Ramona le ponía el pecho literal, discutiendo siempre, buscando salidas colectivas. Y no pueden imaginarse el dolor que nos causaba, la impotencia, al verla sin agua como a tantas otras personas durante ¡12 días! Cuando hace 14 días salía a implorar por esa agua en diferentes medios. Y no pueden imaginarse el dolor que nos causaba que se haya intubado, por contagiarse, por tanta indiferencia.

No, no se imaginan.

Que a pesar de remarla diariamente, pisando los pasillos, de tipear infinitas veces la desigualdad, de sobrevivir mientras el peso del estigma seguía en nuestras espaldas, de mostrar las cientos de Ramonas que resisten; que a pesar de todo esto no alcanza. Y perdón, pero ya la tinta del optimismo se va terminando en días como los de hoy. Estamos muy manchados ya de silencios y del negocio a costa de nuestras costillas, de esos históricos que con o sin pandemia nos asesinan como moscas donde sea que estemos.

No entra tanta impotencia en una olla: que ahogadas, que electrocutadas, que calcinadas por un incendio, que dengue, que desnutrición, que falta de agua en una pandemia que exige higienizarse. ¿Cómo revolvés todo eso?

Ramona se murió porque no tenía agua, porque vivía hacinada a pesar de un reclamo de 4 años y porque no la escucharon. Que no les extrañe que así como su vida no tuvo responsables políticos a cargo, su muerte tampoco la tenga. ¡Y pucha! Ni siquiera nos podemos abrazar, ni a su familia, que están todos internados. Llámenlo como quieran, pero esto es lo de siempre: desidia del Estado.

Gracias compañera, gracias Ramona por no callar. Cuando perdemos una compañera, no queda otra más que gritar.