Números urticantes en el país del 'te la debo'

por Agustín Colombo
30 de diciembre de 2016

El 2016, año difícil, fue también un año de cifras. Desde cuestiones económicas, lógicamente, hasta la cantidad de desaparecidos de la última dictadura. Acá, numerología para entender de qué lado de la moneda caímos.

Seis mil o treinta mil desaparecidos. Diez, doce o catorce millones de pobres. Siete, nueve o veinte por ciento de desocupados. Inflación baja o inflación alta. Herencia o tendencia. ¿Quién dijo que la grieta estaba cerrada? Durante todos estos meses, muchas de las discusiones que se instalaron en la agenda pública acerca del país que tenemos --y que vamos a seguir teniendo-- se originaron por numeritos. Numeritos que a veces confunden, y que otras veces ayudan a entender de dónde venimos y hacia dónde vamos. El pasado y el futuro. Mentira o verdad.  

Y más allá de que el gobierno de Mauricio Macri logró instalar, sobre todo en el primer tramo del año, que todas las dificultades eran parte de una “pesada herencia”, y de que un sector importante de la población aceptó ese relato (en parte porque el arrepentimiento es un proceso que debe madurar internamente), el final del año desnuda una política de Estado que está ahí, al alcance de cualquier manual de la historia argentina. Porque si alguno no se dio cuenta, acá se lo decimos: señoras y señores, el partido conservador ha vuelto. Tiene otros modos, es cierto. Habla de desarrollismo, pero primariza la economía. Anuncia que quiere terminar con la pobreza, pero la aumenta. Promete que va a cuidar la industria nacional, pero abre las importaciones. Dice que le importa la salud, la ciencia, la educación y el trabajo, pero recorta sus presupuestos. El trasfondo siempre es el mismo: el Estado no puede ser un elefante bobo, sino un lobo ágil. No tiene que gastar, tiene que invertir.

Y si hablamos de modos, aquí lo más importante: este Gobierno no anuncia nada por cadena nacional, algo que para muchos fue un buen motivo de desplante electoral, de voto castigo. En definitiva, siempre es mejor una foto en Villa La Angostura, con los paisajes bucólicos que todos soñamos para nuestras vidas grises, que a una gritona arrogante diciendo lo que tenemos que hacer, cómo lo tenemos que hacer, y por qué lo tenemos que hacer. ¡Basta ya! Avanzamos. Cambiamos. Ahora, las cosas buenas --que son poquitas-- se exaltan. Y las malas --que son muchas-- se blindan. ¿Para qué están los principales medios del país acaso?  

El portal Diario sobre Diarios fue bastante contundente en ese sentido. Acaba de publicar un balance mediático del año de gestión de Macri, y exhibió cómo los dos principales diarios del país --Clarín y La Nación-- mostraron más tapas positivas que negativas, en un año en que todos los índices, los económicos y los sociales, incluso los anunciados por el Gobierno, decrecieron inocultablemente. Clarín fue crítico en su portada 18 veces en el año, mientras que La Nación tituló en rojo 33 veces. 18 y 33, en 361 ediciones. Noticias al revés.

El ministro Prat Gay, vendido tras su salida como parte del ala keynesiana del macrismo, contrajo deuda por 13.504 millones de dólares, y la aumentó un 10% en relación al PBI, que es como se mide usualmente el nivel de deuda de un Estado. Eso sí: dijo que su misión está cumplida porque se blanquearon 90 mil millones de dólares. 90 mil millones que pertenecen a 235 mil argentinos: menos del 0,5% de la población, el sector más concentrado al que este gobierno, con esta y otras medidas, ayudó a concentrar un poquito más.

Seguramente, entre esas 235 mil personas haya varios empresarios mineros, que fueron beneficiados desde el minuto cero por Macri con la eliminación de la retención a las exportaciones. Esa retención implicó que a las arcas del Estado entren 220 millones de dólares menos. Doscientos millones, pero de pesos, le representaba al Estado garantizar la continuidad de los investigadores del Conicet, que tuvieron que tomar el Ministerio para revertir la medida.

Nada le salía al Estado garantizar que las empresas pagaran un salario mínimo a los profesionales que emplean. Pero Macri vetó esa ley, que devolvía un derecho que la dictadura había anulado en 1976.

30 millones de dólares debía invertir el Estado para expropiar el Bauen. De ese modo, garantizaba el trabajo estable de 130 argentinos y ponía fin a un conflicto que ya lleva 15 años. También, capitalizaba al Estado, que iba a ser dueño de una meca social, turística y cultural en el centro de la Ciudad de Buenos Aires. Pero Macri también vetó esa ley. Esos 130 laburantes, ahora, pueden pasar a engrosar el número de desempleados, que este año llegó hasta el 10% de la población activa.

El problema no es de caja; sino de conciencia. ¿Cómo se entiende, acaso, que el mismo presidente que veta leyes que benefician a trabajadores, firme con su misma mano un salvataje de 1300 millones a Edenor, una de las empresas eléctricas a la que ya había beneficiado con los tarifazos de este año? La elección de ellos parece ser clara: al pueblo --o a la gente, como le gusta decir a Macri-- hay que pedirle esfuerzo y paciencia. Mientras tanto, palo y palo.

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