A un mes del asesinato de los pibxs de Monte a manos de la Policía, familiares, amigxs y víctimas del gatillo fácil transforman el dolor de un pueblo en resistencia y lucha. Cobertura colaborativa con La Vaca.
Juan Carlos Sansone se despertó a las cinco de la mañana para ir a vender carnada a la laguna. “Había pocos pescadores, pero por lo menos hice unos mangos”, dice, con una remera con el rostro de Danilo, su hijo asesinado, en el pecho.
Desde entonces, está despierto.
Desde entonces, no para. “Vinimos a pedir justicia tranquilos, sin hacer lío, sin romper nada. Los chicos eran tranquilos porque nosotros, los padres, les enseñamos eso”.
Entre una larga lista de madres que luchan contra la impunidad del gatillo fácil, y llegaron hasta aquí para acompañar a las familias de San Miguel del Monte, está Nancy, la mamá de Ismael Sosa. Hace 5 años que Nancy espera que alguien le diga quiénes mataron a su hijo. “Es importante que nos unamos y sigamos en las calles y en las plazas. Es la única forma de destruir a este monstruo, que es muy grande y arrasa con la vida de nuestros pibes”.
Es importante que nos unamos y sigamos en las calles y en las plazas para destruir a este monstruo que arrasa con la vida de nuestros pibes.
Ahora son las dos de la tarde y, de a poco, el Skate Park donde Danilo (13) venía a andar en patineta y a divertirse con Rocío Quagliarello (14), Camila López (13) y Gonzalo Domínguez (14) comienza a poblarse. El hijo mayor de Juan Carlos, Nicolás, llega con batucada. Lleva una remera blanca con letras negras, que dice: “Mis Hermanos se Mueren por Mí y yo me Muero por ellos También”. Debajo, dos nombres: Dani y Gonzi. Nicolás lleva en las manos cañas de bambú que clava en el césped. En las puntas, hay fotos de les jóvenes. También de Aníbal Suárez (22).
Una de ellas emociona: allí se ve a Camila, Danilo, Rocío y Gonzalo, sonriendo.
Nicolás empieza a tocar los redoblantes. Entre los familiares que comienzan a llegar, muchos abrazan a una mujer: es Loana Sanguinetti, la mamá de Rocío, la única sobreviviente de la masacre, ya en su casa después de casi un mes en terapia intensiva.
A su lado, están Luna y Guillermina, amigas de Rocío y Camila.
“Rocío evoluciona muy bien. Ahora está con un yeso en la pierna porque la operaron de un tendón. El primero de julio se lo van a sacar para ponerle una bota. De la mandíbula también está mejor, habla bastante, se ríe. Empezó a comer alimentos sólidos”, cuenta Luna, que vive en Gualeguaychú, pero desde chiquita viene a Monte. “Es una chica muy fuerte, llena de luz. Estoy orgullosa”, dice Guillermina.
Luna, quien lleva puesta una remera con un corazón inmenso que recuerda a las víctimas, siente que “el pueblo está muy dolido”. Luna agacha la cabeza: “Los chicos eran muy queridos, eran unos ángeles. Es muy fuerte todo lo que pasó, siendo tan chiquitos”.
Rocío evoluciona muy bien. De la mandíbula está mejor, habla bastante, se ríe. Empezó a comer alimentos sólidos.
Son casi las tres de la tarde. Hay abrazos y llantos contenidos, que en minutos se desatarán en pedidos de justicia. Hay niñas y niños de 13, 14 y 15 años, que deberían estar jugando al fútbol, rapeando, en skate o en bici, pero que ahora, cuando la marcha arranca, sólo cantan:
“Yo sabía que a los pibes los mató la policía”.
La marcha rompe el silencio de Monte.
La misma rabia que evitó el encubrimiento de esta masacre.
El alma en la mano.
En la causa siguen detenidas 13 personas. Cuatro policías fueron imputados por “cuádruple homicidio doblemente agravado y tentativa de asesinato”. Otros ocho efectivos están imputados por “encubrimiento agravado y falsedad ideológica de documento público”, misma figura por la que está detenido el ex secretario de Seguridad municipal, Claudio Martínez. En las próximas horas, la justicia debe determinar si otorga la prisión preventiva a los acusados. “Espero que el juez mire a sus hijos y, luego, decida”, dijo en el acto Gladys, mamá de Danilo. “No quiero a ninguno libre. Ni al que mató ni al que encubrió. Quiero a todos presos. Y al que está sucio, y lo sabe, que se prepare. Gracias por esta marcha: tengo el alma en la mano”.
Algunos vecinos se acoplan a la marcha, otros observan desde sus casas. José María es de Monte, tiene 46 años, y es familiar de los Sansone. “Este es un pueblo tranquilo, pero sufrimos un golpe terrible. No estamos acostumbrados a estas cosas. Tampoco sabíamos de tanta corrupción: los que están para cuidarnos son los que están matando a nuestros hijos”.
Los que están para cuidarnos son los que están matando a nuestros hijos.
Tiene seis niños y niñas. “Hay muchas cosas que acá no se hablan por miedo. Antes a mí me veían y me paraban, un accionar violento de hasta los agentes de tránsito. Hacían operativos de alcoholemia y te paraban varias veces al día. Yo soy constructor, trabajé en casa de muchos policías, y es muy loco ver cómo personas que crees conocer, ahora están implicadas”.
Una situación similar describe Marcela, madre de dos jóvenes de 14 y 22 años, nacida y criada en San Miguel del Monte hace 43 años. “Yo tengo un hijo de 14: esto te toca. No puede ser que en un pueblo así pasen estas cosas. Mi nene hace básquet, va al polideportivo acá a unas cuadras, y ahora lo voy a buscar, cosa que antes no hacía. Te da cierto miedo”.
Cuenta que a comienzos de año la policía le secuestró la moto a su hijo porque estaba sin patente. Le hicieron una contravención y el joven se volvió caminando a su casa. “A tres cuadras lo paró un patrullero. Iba con un amigo. Los cachetean, les quitan los celulares, los tiran arriba de la camioneta”. Antes de ir a hacer la denuncia le preguntó a su hijo si había hecho algo. “Llorando me contestó: ‘Mami, te juro que no´. Fuimos a la comisaría”.
En el proceso de la denuncia, la familia trató con el ex subcomisario de Monte, Franco Minucci, el oficial inspector José Manuel Durán, y también con el propio ex funcionario Martínez. Los tres hoy están detenidos por la Masacre. Marcela piensa: “Ahí es cuando decís: no estábamos cuidados. Lo que le pasó a mi hijo no fue casual: ya era una costumbre que hacían no sé por qué. Con esto te cierran muchas cosas. Y, también, el círculo de los que intervinieron”.
El peso de las palabras
Antes de llegar a la Plaza Alsina, frente a la Municipalidad, que está tarde fue rebautizada como La Plaza de Lxs Pibxs, porque allí era el santuario donde se juntaban todas las tardes, la marcha se detiene frente al colegio donde iban los jóvenes y donde Aníbal pasaba a buscar a su primo. Allí los esperan docentes. Hacen un emotivo minuto de silencio.
Y luego, Susana, la mamá de Gonzalo, lo dice todo: “Esta es la escuela donde estudiaban nuestros hijos. A estos hijos los asesinaron. Y con alevosía, que les quede grabado en la mente. Y esta madre, así como luchó para criar a sus hijos, va a seguir luchando por justicia. Y no la van a ver caer, de ninguna manera. Porque voy a estar de pie para eso”.
La marcha continúa hasta la plaza.
Loana respira profundo y toma con fuerza el micrófono. Pide disculpas por no haber estado desde el primer momento: su hija estuvo entre la vida y la muerte. “Le dije a Ro: a la marcha voy con vos, llevo toda tu fuerza desde acá. Siento el dolor de todas las mamás. Queremos que se hagan cargo, que haya justicia, castigo y cárcel para los responsables”.
Y esta madre, así como luchó para criar a sus hijos, va a seguir luchando por justicia. Y no la van a ver caer, de ninguna manera. Porque voy a estar de pie para eso”.
Loana se hunde en un abrazo eterno con Yanina Zarzoso, su amiga de siempre. “Hace un mes que no puedo ver a Camila, que no puedo decirle que la amo, que no puedo tenerla en casa, que no puedo escuchar su música. Hace un mes que siento un vacío, un silencio. Porque me la arrancaron, me la llevaron”, dice Yanina.
Su dolor se vuelve insoportable.
En el escenario también toma la palabra Emanuel, el hermano de Aníbal. “Estábamos más unidos que nunca, andábamos siempre juntos. Esa noche me dijo ‘ahora vuelvo´, y no apareció nunca más, por culpa de la policía”.
Lo próximo que tiene para decir es más potente que su tristeza acumulada. “Le pido a los policías que a los chicos no los corran y persigan. No es justo: los chicos se merecen jugar”.
Mauricio Sansone lee el comunicado que redactaron los familiares. Y que interpela a toda una sociedad:
“No nos podemos quedar solo en las infinitas ganas de perdernos en su recuerdo, porque hay algo que nos convoca hoy acá. ¿Qué queremos? Vos, ustedes, que están escuchando. ¿Qué querés? ¿Qué pensás? ¿Qué querés para vos? ¿Qué querés para tus hijos, para tus hermanos, para la sociedad? ¿Querés que se vuelva a repetir esta historia, o por primera vez vamos a marcar un antes y un después donde no vamos a permitir que nos gatillen ni un pibe, ni una piba más? Lo que aquí nos reúne nos exige, en primer lugar, que denunciemos y cuestionemos a quienes hasta hoy nos vienen gobernando, porque sin dudas ahí están las responsabilidades. Esto no se trata de un gobierno en particular, sino de una política de Estado”.
Masacre de Monte: el poder de un pueblo en la calle
Después de que doce jurados encontraran culpables a cuatro policías de la Bonaerense -a dos de matar y a otros dos de intento de homicidio- de lo que se conoce como “la masacre de San Miguel del Monte", junto a Perycia, recuperamos la voz de familiares, amigxs, vecinxs y organismos de Derechos Humanos que acompañaron el reclamo.
El pueblo que no volverá a ser el mismo
¿Cómo vivían Danilo, Gonzalo, Camila y Rocío antes de que la policía arruinara todo? Sus amistades de siempre, la plaza, el rap y el skate. La pasión por el fútbol. Y el dolor que dejó el gatillo fácil en San Miguel del Monte.
"No queremos policías, no queremos represión. Queremos para los pibes trabajo y educación"
En la CABA, las familias de las víctimas de San Miguel del Monte participaron por primera vez de la Marcha Nacional contra el Gatillo Fácil.