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Ni flores ni bombones: laburos mejores

Jésica Farías
08 de marzo de 2016

El pedido de mejoras salariales, el acceso a cargos dirigenciales y la equidad con respecto a los varones son reclamos actuales de las trabajadoras. En el Día de la Mujer, revisamos de qué manera el cooperativismo enfrenta esas problemáticas.

AA la conmemoración, una jornada de visibilización, se le atribuyen varios orígenes. Hace 159 años, un grupo de obreras textiles marcharon por las calles neoyorquinas para reclamar mejoras en las condiciones laborales. La situación continuó y en 1908 otras protestaron para igualar sus salarios a los de los varones, reducir sus largar jornadas y tener tiempo para la lactancia. Resistieron en la fábrica, la Sirtwoot Cotton, y el 8 de marzo las mataron con fuego: eran más de 120 y las llamas atribuidas al dueño de la empresa no lograron borrarlas de la historia, tampoco a sus demandas.

“La persistencia de barreras a la entrada a determinados trabajos y también de ascenso a cargos jerárquicos son sólo algunos ejemplos de elementos que están enquistados en la estructura del mercado laboral. Todos estos factores contribuyen a que las mujeres ganemos, en promedio, un 27 por ciento menos que los varones, en lo que se conoce como brecha salarial por género”. De ese modo describieron Mercedes D?Alessandro, Magalí Brosio y Violeta Guitart, las tres son autoras del blog Economía Feminista, el panorama nacional que no es el del sirgol XIX: llegaron a esas conclusiones el año pasado, en un artículo que publicaron en el suplemento Las 12 de Página/12.

Si la economía hegemónica hace que la brecha se expanda, ¿cómo colabora el cooperativismo para reducirla? “En estos cinco años de autogestión entendimos que no dependemos de nadie, solo de nosotras. Somos 16 y aumentó tanto la demanda que ya hay otras 16 aspirantes para asociarse, de hecho necesitamos muchas más”, nos dice Elsa Vega, de Creciendo Juntas, una textil riojana que se formó en 2011 luego de que los ex dueños comunicaran la quiebra de la empresa. Ellas acamparon durante dos meses para evitar el vaciamiento y hoy rompen el techo que gran parte de las trabajadoras de nuestro país tienen encima con un impulso colectivo. No son una isla, son parte de la Red Textil Cooperativa (RTC) y este año planean un Polo para comercializar de manera conjunta con otras fábricas.

“Si me preguntás si hay diferencia entra las trabajadoras y los trabajadores de las cooperativas te puedo decir que no”, responde. La consulta también fue para Silvia Díaz, de La Cacerola. “Hay igualdad, sí, pero la realidad es que debería ser equitativo y para eso deberíamos revisar cómo están distribuidas las tareas de cuidado entre mujeres y varones”, reconoce. “Al Estado ?“continúa- debemos exigirle un sistema de guarderías o escuelas de doble jornada porque muchas ven reducidos sus ingresos”. La cultura patriarcal distribuye roles y según su equivocada lógica, una que alimenta muy bien al capitalismo, somos nosotras quienes debemos estar a cargo de la niñez y la tercera edad. “Eso nos afecta a todas, trabajemos en una empresa privada o sea nuestra”, afirma.

Llegar arriba

“Debe haber un trabajo al interior del cooperativismo para alentarnos a la conducción”, comenta Silvia. Fue presidenta de La Cacerola y actualmente es secretaria de la Federación Argentina de Cooperativas de Trabajadores Autogestionados (Facta). El año pasado, la diputada Soledad Carrizo presentó el proyecto para propiciar la inclusión de una cantidad mínima de mujeres en las listas de candidatos para las mesas directivas.

Encendidas en la lucha

A las trabajadoras de Sirtwoot Cotton las incineraron el 8 de marzo de 1908. Esos femicidios no pudieron borrarse de la historia y son uno de los tantos orígenes del Día de la Mujer. El fuego fue el mismo que utilizó la Inquisición e igual al que asesinó a Wanda Taddei, la joven de incinerada en 2010 por el ex baterista de Callejeros, Eduardo Vázquez. A partir del suyo, los asesinatos de mujeres por el hecho de serlo en donde usaron las llamas como arma aumentaron de 11 (2010) a 29 (2011). La violencia machista pretende borrarnos a fuerza combustible pero nosotras resistimos y resignificamos: luego de la masacre de las textiles, el violeta se volvió el color del feminismo. Hay quienes dicen que porque de ese color eran las telas que estaban tratando en ese momento. También se dice que era la tonalidad del humo que desprendía el incendio.