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¡Qué fantástica esta fiesta!

por Revista Cítrica
Fotos: Rodrigo Ruiz
01 de febrero de 2025

Calles desbordadas, identidades diversas, cuerpos mezclados. La Marcha Antifascista y Antirracista impulsada por la comunidad LGTBIQ+ fue una demostración de lo que puede la democracia cuando la política flaquea. Un día para recordar.

Treinta y pico de grados en la calle pero imposible medir la sensación térmica entre tantos cuerpos bajo el sol, cuerpos mezclados que se mueven, agitan abanicos y banderas, bailan y cantan mientras la marea multicolor de todos estos cuerpos avanza hacia Plaza de Mayo.
Como las telas arcoíris que exhiben (pura exhibición) en el corazón de la Ciudad de Buenos Aires el orgullo LGTBIQ+, todo en este despliegue desbordado de gentes es mezcla y salpica la histórica Avenida de Mayo, entre el Congreso y la Casa Rosada, y también las calles aledañas.

En la mezcla está Marlene Wayar con su memoria de todas las travas que vinieron antes que ella y le enseñaron a conquistar derechos en las calles, y también Lali y María Becerra que salen a un balcón que da a la Avenida de Mayo y saludan a una generación joven que las tienen como referentas de su orgullo.

Una mezcla donde hay maricas, lesbianas, afros, indígenas, trans, bisexuales y tantas otras identidades que no caben en la agenda oficial. Están las travestis sobrevivientes junto a jovencísimos representantes del movimiento estudiantil, las compañeras sindicalizadas con los estandartes de sus gremios y asambleas vecinales que caminan junto a organizaciones de derechos humanos. 

Y hay familias con infancias, en brazos o dando los primeros pasos. Y también jubilados y jubiladas que cada miércoles defienden su dignidad frente al Congreso. En las calles de identidades mezcladas confluyen laburantes de los espacios de memoria vaciados, agrupaciones de candombe, profesionales de la salud en lucha, artistas, docentes, personas discapacitadas. Una foto de confluencia que ninguna inteligencia artificial podría plasmar con precisión.

La convocatoria de este 1 de febrero es antirracista y antifascista, pero sobre todo diversa. Habrá que guardar esta fecha en el calendario argentino para explicar en un futuro no tan lejano lo que pasaba al ras del piso mientras el poder político lo ejercía un señor con miedo a salirse de la norma. La respuesta es la calle: multicolor, brillante, acalorada, orgullosa.

La mezcla es tan profunda que los parlantes que colorean el aire en distintos tramos de la marcha lanzan sucesivamente Madonna, Los Abuelos de la Nada, Kylie Minogue o beats impovisados por lenguas veloces que toman el micrófono para levantar más la temperatura del recorrido. Hasta la venta ambulante se ha vuelto arcoíris, con bandera-colgante-remera y otros accesorios orgullosos.

Habrá quien quiera encauzar toda esta energía desbordada, pura política de cuerpos en movimiento, en especulaciones electorales o candidaturas anticipadas. Habrá también quien quiera capturar la rabia de tantas identidades mezcladas para fortalecer las filas de su espacio militante. Visto desde el fluido mismo de la marea que se sigue nutriendo de las calles aledañas que encuentran cauce por la Avenida de Mayo, se parece más a un ejercicio de democracia directa, horizontal y apartidaria de los que esta sociedad tiene memoria.

Algo así sucedió con la emergencia del Ni Una Menos un 3 de junio. Diez años pasaron de aquel 2015 que tuvo a los feminismos como protagonistas marcando la agenda política y la discusión pública desde las calles de todo el país. Acá también hay federalismo y pluralidad. Lo que se repite, con diez años de distancia, es el pueblo en el espacio público canalizando las angustias que la dirigencia política no parece en condiciones de transformar en acción.

Ahora la centralidad la tienen las telas arcoíris, los cuerpos mezclados, las identidades diversas. Un día para recordar en la Argentina que cobija a tantas Argentinas, aunque el Gobierno de turno nos la quiera vender prolija, quieta y de un solo color.