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Mafia policial asesina a familia Toba

Revista Crisis
05 de junio de 2014

Enfrentaron y denunciarion a policías dedicados a la trata y a las drogas, como resultado las mataron a golpes.

A Eugenio Fernández primero le mataron la nieta, Micaela, de 14 años. Apareció muerta en la casa de un transa muy violento acusado de prostituir menores. Eso fue en febrero del 2013. Hace pocos días hallaron a su hija Nancy, de 38 años y madre de Mica, asesinada en su cama. Ella había enfrentado y denunciado a una mafia policial dedicada a la trata y a las drogas, por lo sucedido a su hija adolescente. La acusación le salió cara. Palizas y detenciones en una comisaría del Talar de Pacheco. Después la tristeza, la depresión y un final traumático, horrible.

Para Eugenio se trata de una muerte sobre otra, una injusticia al cuadrado o al cubo pero él está sereno, como anestesiado. Desde esa impasibilidad pide justicia, reclama el esclarecimiento de esas muertes que se suman a una lista fantasma que parecen importar nada. Padre, hija y nieta son qom, tobas. Y viven (vivían) perdidos en un barrio de El Talar, en Pacheco, cerca de la antigua ruta 9 y el arroyo Las Tunas. Ahí crecieron las hijas de Nancy, nietas de Eugenio: Alejandra, Micaela y Lisette.

Todo iba más o menos bien, padre e hija trabajaban en el frigorífico Rioplatense, casi una institución en la zona y las nenas se desarrollaban normalmente, iban a la escuela y se criaban en un ambiente criollo pero nunca dejaron de sentirse qom. Frecuentar a los parientes y visitar a "los hermanos", como se dicen entre sí los indígenas, sean del pueblo que fueren, es uno de sus hábitos fundamentales que los ayuda a mantener la identidad, a continuar siendo quiénes son. O quienes quieren ser.

Micaela empezó a estar con Verónica, una nena igual que ella, de su misma edad, rubia y también del barrio. Juntas empezaron a hacer cosas de adolescentes y un mal día lo cruzaron al Pato Cenizo. Al poco tiempo Nancy se enteró que su hija estaba siendo prostituida y drogada por policías. Intentó rescatarla pero la misma nena le rogó que no interviniera porque "el Pato Cenizo me dijo que te va a matar a vos y a mis hermanas". El terror de Mica terminó al morirse. La policía dijo que se había suicidado pero el joven cadáver estaba deshecho a golpes.

"Cuando fuimos al velatorio (en la Casa Senger, de Pacheco) hemos visto la mano, la cara, la boca, toda golpeada, ensangrentada, el pelo cortado, todos moretones como si fuera que le están pegando mientras que la autopsia dice que se mató. Y no es así. Al revés. Lo que dice la nota y los hechos no coinciden", memora Eugenio.

Este pudo haber sido un caso más de trata y de narcopolicías, hubo marchas, protestas y escraches con repercusión en los medios nacionales. Nancy hasta fue entrevistada, como corresponde, por la TV Pública. Sin embargo, nada impidió su asesinato. Nancy y Micaela, madre e hija, ambas mujeres pobres, tobas, morochas, "negras", indias.

Yecthakay, que en el idioma de los qom significa "poder y fuerza", es el nombre de una comunidad toba de más de sesenta familias que permanece dispersa en varios barrios del Tigre. Con personería jurídica desde 1999, Eugenio Fernández, padre y abuelo de las mujeres asesinadas, es uno de sus referentes más notables. Hace años que pidieron formalmente la cesión y el título comunitario de cuatro hectáreas a la intendencia de Tigre, pero los funcionarios del ascendente Sergio Massa los "boludearon". No sólo accedieron de palabra a la petición, sino que prometieron "¡10 hectáreas en la isla!". Pero tras un encuentro en el año 2010 nunca más los recibieron. Eugenio bordea los 80, es enjuto, menudo, serio, seco. Se nota su energía, que no derrocha. Habla pausado, firme. "Entonces la discriminación y la muerte nuestra (es) sin dolor. Un calmante nos dan. La muerte es sin dolor, al indígena no le dan trabajo, entonces cómo van a estudiar las cosas los hijos, cómo va a vivir, si no le dan trabajo. Siempre ponen peros, hasta en las plantaciones. Yo participé de una cooperativa de algodón. Tenía una chacra y cuando fui a buscar semillas de algodón me dieron unas que estaban podridas. Entonces, ¿sabés qué dicen? Los indígenas no saben trabajar. Y ese pretexto es como si fuera cierto. Te dan semillas podridas pero a los demás (los criollos) todo bien".

Leé la nota completa en la Revista Crisis