La mafia del glifosato

por Revista Cítrica
24 de abril de 2019

Sabrina Ortiz denunció una fumigación ilegal en Pergamino y amenazaron a su familia: "Le vamos a prender fuego la casa", ‘Nosotros tenemos plata para mandar a un negro a matarla".

“El domingo 14 de abril me avisaron que había un olor muy fuerte a veneno, fumigaron de madrugada para que nadie pueda ver quiénes eran. Ese mismo día comuniqué esto al juzgado y pedí medidas para que se preserve la integridad de las personas porque estaban desobedeciendo un fallo judicial. Al miércoles siguiente me llaman mis padres y me cuentan que los familiares de uno de los imputados por fumigaciones los amenazaron. Ingresaron a la casa de mi mamá por el portón de atrás y le gritaron: ‘Cuando aparezca la negra podrida esa, la vamos a matar’, ‘Le vamos a prender fuego la casa’, ‘Nosotros tenemos plata para mandar a un negro a matarla’.

La que habla es Sabrina Ortiz, abogada denunciante y querellante en la causa penal por contaminación del agua con agrotóxicos en Pergamino, que el 3 de abril alcanzó una sentencia cautelar, dictada por el Juez Villafuerte Ruzo, titular del Juzgado Federal Número 2 de San Nicolás.

Sabrina tiene un hijo de 6 años con 120 más glifosato en la orina de lo que su cuerpo puede tolerar

La medida prohíbe fumigar con agrotóxicos en los cuatro predios rurales lindantes a los barrios Villa Alicia, Luard Kayar y La Guarida a menos de 600 metros de distancia de la zona urbana. Sin embargo, hay productores que continúan esparciendo veneno por el suelo y están dispuestos a todo para seguir haciéndolo.

La semana pasada Ortiz y su familia fueron amenazadas por uno de los propietarios de los campos luego de haber denunciado que uno de los productores violó la medida impuesta por la Justicia: La noche del 14 de abril, uno de los propietarios de los predios que lindan con el Barrio Villa Alicia, fumigó con agrotóxicos a pocos metros de las casas, violó la medida judicial y puso en peligro la vida de todas las personas que viven en esa zona. Tres días después Ortiz denunció este hecho, mientras la causa avanzaba. Esa misma jornada, declaró el médico Medardo Ávila Vásquez sobre los impactos de los agrotóxicos en la salud humana y horas después integrantes de la familia Roces, propietaria de uno de los predios rurales involucrados en la denuncia, amenazaron a la madre y el padre de Sabrina en la puerta de su casa.

La madre y el padre de Sabrina viven enfrente del predio donde se fumiga y sus hijos están en tratamiento permanente porque están envenenados. Sabrina tiene un hijo de 6 años con 120 más glifosato en la orina de lo que su cuerpo puede tolerar y su hija 100 veces más. Solo la Justicia puede evitar que los sigan enfermando pero ante cada denuncia llegan las amenazas y, a veces, hasta las balas: “Por más que estén imputados tengo miedo, pueden hacer lo que dicen porque tienen mucha plata. Además una de las que nos amenazó es esposa de uno de los representantes de la empresa Fitoquímica que está acá en Pergamino, y otra es pareja de otro de los imputados por fumigaciones. La primera vez que los denuncié el dueño de las plantaciones vino con una escopeta hasta mi casa y le pegó un tiro a mi perro. Hace mucho sufro amenazas, pero la Justicia provincial no hace nada”.

La médica me explicó que el resto de las personas de Pergamino dentro de tres años van a tener el mismo nivel de glifosato que tenemos nosotros, está todo contaminado

Sabrina y sus hijos dejaron su casa original, enfrente de donde se fumiga con glifosato, por indicación médica. “Tengo un certificado que indica que teníamos que dejar ese lugar de forma urgente porque ya no podíamos seguir acumulando más niveles de glifosato, lo que ya tienen mis hijos no se les va, ahora que estamos lejos seguimos en tratamiento”.

Pero no es tán fácil, no basta con alejarse; el glifosato sigue en el cuerpo y también en la ciudad: “Todo Pergamino es igual, el agua está contaminada, los alimentos también, la médica me explicó que el resto de las personas de Pergamino dentro de tres años van a tener el mismo nivel de glifosato que tenemos nosotros. No importa si estás lejos de los campos, es muy impresionante que te lo digan los médicos”, remarca Sabrina.

Las Asambleas y organizaciones socioambientales, vecinales, gremiales, universitarias y de profesionales de los Pueblos Fumigados emitieron un comunicado en solidaridad con la abogada querellante y su familia y en repudio a los fumigadores que violaron las ordenanzas: “Exhortamos a las autoridades de la provincia de Buenos Aires y del Municipio de Pergamino que se despojen de los intereses sectoriales y económicos y hagan prevalecer el sentido y bien común. La denuncia de Sabrina Ortiz transciende los límites geográficos de Pergamino. Su lucha es la lucha de centenares de personas que en cada pueblo fumigado del país vienen reclamando la protección de la salud, el cuidado el ambiente y la preservación de la biodiversidad ante un modelo agroalimentario ecocida insostenible ambientalmente que con el uso de semillas genéticamente modificadas y millones de litros/kilos de agrotóxicos violenta los derechos humanos a un ambiente sano, a gozar del máximo nivel de salud posible y el acceso a una alimentación adecuada, además de afectar seriamente a los componentes biológicos que cumplen funciones ecosistémicas esenciales como las abejas”, pidieron.

Es muy triste ver a mis hijos enfermos y ver a las familias que no tienen recursos ni para viajar al hospital para atenderse

Si bien las enfermedades que generan las fumigaciones son mucho más visibles y palpables en las zonas rurales, el veneno también llega a través de la comida a zonas urbanas. “¿Qué le damos a nuestros hijos? Si la naranja, la frutilla, la espinaca están contaminadas... Todos los alimentos perdieron calidad nutritiva y aumentaron la cantidad de agroquímicos”, se pregunta la abogada. ¿Y qué hacer para mejorar la alimentación de nuestros hijos, entonces? Las asambleas socioambientales tienen sus propuestas: “Adoptar medidas paliativas de protección de las fumigaciones con agrotóxicos, y avanzar en la implementación de un modelo agroalimentario sostenible que respete los ciclos de la tierra, preserve la biodiversidad biológica, no contamine el agua de consumo de la población y nos brinde alimentos sanos, libres de venenos”.

Los hijos de Sabrina están envenenados pero pueden ser atendidos por médicos especialistas. Sin embargo, hay muchas familias en el barrio que tienen los mismos niveles de glifosato y lo desconocen: “Es muy triste ver a mis hijos enfermos y ver a las familias que no tienen recursos ni para viajar al hospital para atenderse. Ellos quieren saber qué tienen sus hijos en el cuerpo, hay madres que han perdido a sus hijos de leucemia”, se lamenta Sabrina mientras el cáncer aumenta en las zonas rurales y Monsanto, el principal productor de glifosato del mundo, quiere hacer de cuenta que combate el cáncer en vez de producirlo: “Monsanto auspicia maratones para pacientes oncológicos y en realidad ellos son los que nos matan, lo hacen para lavar su imagen”

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