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Jorgelina, Cristina y los guardapolvos en las vidrieras

por Maxi Goldschmidt
20 de septiembre de 2019

Viajamos a Comodoro porque otra vez pasó algo grave que apenas fue noticia pasajera. Hay dos docentes muertas, que dejaron la vida en la ruta, en la lucha, en medio de una provincia que arde. ¿Quiénes eran Jorgelina y Cristina? ¿Cuál fue su legado? ¿Qué está pasando en Chubut?

En el vuelo de Aerolíneas ofrecen gratis La Nación. La foto de tapa se titula "La defensa de las Low Cost en El Palomar". De Jorgelina Ruiz Díaz y María Cristina Aguilar, las docentes muertas en Chubut, ni una sola línea en todo el diario.

Falta poco para atravesar espesas nubes y aterrizar en Comodoro Rivadavia. La noche anterior casi no dormimos, a puro mensaje y redes sociales por las puebladas en varias ciudades chubutenses: Trelew, Rawson, Esquel, Comodoro Rivadavia, Madryn. Las noticias falsas también corrían. Se hablaba de tres docentes fallecidas.  
 
--Tenemos que viajar para allá.
 
Hubo que salir a pedir plata prestada para comprar los pasajes, pero decidimos que como medio de comunicación, ante un hecho tan grave y ante el silencio de otros que por estas horas ya se olvidaron de la noticia, teníamos que estar.
 
 "Tenemos que estar, vamos", dijo Cristina el miércoles, antes de salir rumbo a Rawson, a la marcha de estatales. Había dudado hasta último momento en ir.  Su familia nos cuenta que la habían operado hacía poco, que no veía la hora de volver a las aulas, a dar clases. Que estaba cansada de chupar frío en marchas y piquetes. A Jorgelina le pasaba lo mismo. A todas las docentes de Chubut les pasa lo mismo.
 
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Las dos empezaron a ejercer la docencia de grandes. Las dos eran apasionadas por su trabajo. Jorgelina tenía 52 años y era profe de Lengua y Literatura. Cristina, 55, y daba Economía y Contabilidad, también en su querida escuela 738, en el barrio San Cayetano, una de las zonas más estigmatizadas de Comodoro. Les encantaba enseñar, acompañar, apoyar a las pibas y pibes que no la tenían fácil. También daban clase en la nocturna, para adultos.

A ellas también les costó. A los 15, Cristina quedó embarazada y dejó la secundaria. La terminó, cerca de los cuarenta, cuando ya había criado bastante a sus tres hijas. Jorgelina fue durante 16 años portera en Monte Caseros. Recién después, pudo dejar su Corrientes natal y cumplir un sueño: ser docente. Para el otro, le faltaron unos meses. Soñaba jubilarse y volver adonde sus viejos aún la esperan para tomar unos mates.
 
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El martes a la tardecita, de regreso a Comodoro de la marcha de estatales en Rawson, el auto en el que viajaban junto a otras tres docentes que resultaron heridas, sufrió un accidente en la ruta 3. Jorgelina y Cristina murieron. Ese mismo día, se conoció la noticia de que el gobernador Mariano Arcioni y otros funcionarios elevaban sus sueldo a casi el 100 por ciento, mientras reclamaban fondos al Ejecutivo Nacional y se negaban a depositar salarios de trabajadores de Educación, Salud y Justicia. Esa noche ardió Chubut.
 
Al día siguiente, la escuela 738 abrió sus puertas por primera vez en dos meses. No para dar clases. La directora Marcia Jara lo hizo "por pedido de los chicos, que marcharon con nosotras y nos dijeron que querían despedir a sus maestras en la escuela".

"En la provincia hay empresas petroleras, pesqueras, mineras y de aluminio que no pagan impuestos. Por eso con Cristina insistíamos mucho con la ley tributaria, una ley provincial para repartir un poco lo que se llevan estas empresas".

Desde las diez de la mañana y hasta las siete de la tarde, cuando cruzaron a la multitudinaria misa en la capilla del barrio, decenas de pibas y pibes crearon canciones, carteles y banderas. Lloraron y se abrazaron. También marcharon en silencio como homenaje a esas "dos maestras luchadoras". Eso dice Lara Antiman, 17 años, una mancha roja de pintura en el pómulo y una cartulina con la foto de Jorgelina en la mano.

En la puerta de la escuela, en una bandera argentina que azota el viento, se lee "Hoy soy quien soy por aquellos que me han ayudado a creer en la libertad". Y Miguel Valenzuela, 18 años, dice: "Es muy triste que vengan ahora a ver lo que pasa. Ellas peleaban por sus derechos. Desde vacaciones que no tenemos clases, y ahora perdimos a dos personas que nos apoyaban, que nos ayudaban a salir adelante. Si les hubieran pagado, hoy tendríamos a nuestras maestras. Ahora no las tenemos, están muertas, y nosotros por ahí repitamos".
 
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Una al lado de la otra, en la foto que se proyecta en la pared de la capilla. Sonrientes, con vestidos coloridos. Una al lado de la otra, en la calle, con frío, como tantas veces en los últimos tiempos de sueldos que no llegaban o lo hacían de forma escalonada. Una al lado de la otra, quietas, como casi nunca, en esta funeraria céntrica frente al mar.
 
"Jorgelina era fanática de River, del mate y de los carnavales de Monte Caseros", dice Rodrigo Ojeda, profe de Historia. A su lado, en la puerta de la funeraria, Jesús Ibáñez, profe de Lengua, recuerda la "paciencia y ternura que tenía con sus alumnos". A la mayoría de sus colegas le sorprendía "su alegría”. "Nunca la veías de mal humor", repiten. Y se acuerdan de sus tejidos durante asambleas y piquetes. "Todos tenemos gorros, guantes o ropa para nuestros hijos y nietos tejidas por ella", cuenta otra docente, parte de un grupo que todos los sábados se juntaban a las tres de la tarde para hacer trekking por los cerros. Jorgelina solía ir con una de sus seis hijas y su perrita Pinki.
 
Los ladridos de la pequeña Pinki, siempre en brazos de familiares y amistades, se escuchan cada tanto en la sala velatoria de la calle Yrigoyen.
 
"No se derretía el queso por el frío", dice Gladys, parada detrás de una puerta de vidrio, en un abarrotado salón donde las lágrimas que abundan son adolescentes. "A Cristina la conocí en el piquete, y la última vez nos tocó en 'la pampa uno', un puesto lejos, al costado de la ruta. Un lugar que no hay ni un cerro, puro viento. Lo aguantábamos hablando de nuestros sueños de jubilación y luchando contra unas pizzas. Riéndonos porque hacía tanto frío que no podíamos desparramar el queso, que estaba duro". Gladys Díaz es secretaria gremial desde el 94, tiene más de 25 años en la lucha de los estatales "que siempre fue difícil". Pero dice que "nunca pasó esto. Es tremendo el saqueo de una provincia que encima tiene recursos: empresas petroleras, pesqueras, mineras, de aluminio y hasta las miles de hectáreas de Benetton que no paga impuestos. Por eso con Cristina insistíamos mucho con la ley tributaria, una ley provincial para repartir un poco lo que se llevan estas empresas".

 

--Se acuerdan de nosotros por las tragedias. En Buenos Aires muchos creen que la Argentina termina en Neuquén.
 
Dice una señora de unos cincuenta años, parada en una esquina céntrica de Comodoro, por la que no dejan de pasar camiones cargados de gas y petróleo. Ella tiene una empresa familiar de lavado de ropa que trabaja con las petroleras. "Los conozco bien a todos, hasta al gobernador", advierte, y se queja por el estado de la ciudad. "Con lo que genera el petróleo esta ciudad debería ser hermosa, y mirá. Hace unos años casi quedamos todos bajo el agua por una inundación. Y cada vez se ve más gente en la calle".
 
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Siete años tenía Cristina cuando su mamá murió. Una hermana mayor se puso a trabajar en una rotisería para ayudar al padre, otra hermana de 15 años se encargó de la crianza de Cristina y Ramón, que tenía 11. Ramón ahora tiene 59 y está parado junto al cadáver de su hermana. "Bailábamos rock and roll, eso nos divertía mucho. Y también cantábamos de lo lindo", dice.
 
Son decenas de jóvenes -y no tanto- que no paran de llegar para despedir a Cristina y a Jorgelina, ahora separadas por una puerta corrediza. Sobre el cajón de Cristina, una foto suya que le gustaba mucho. Tiene un vestido rojo y está sonriendo. A Jorgelina, su familia le puso un saquito tejido por ella.

"Les sobraba lo que a otras nos falta. Garra, eran luchadoras de fierro y siempre estaban cerca de los alumnos más vulnerables. Nunca se enojaban con los chicos, los contenían, sabían llegarles", dice Sonia Florentina, una de las docentes que viajaba en el auto con ellas y que resultó herida por el accidente.

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En Comodoro mucha gente vive al revés. Duermen con el sueño cambiado, comen en cualquier horario. La YPF del centro está concurrida a la madrugada. De una camioneta baja un grupo de jóvenes, camperas amarillas y gigantes, parecen egresados. Minera Santa Cruz dicen las camperas, con vivos grises en las mangas. Entran a la YPF en fila, como patos. Se piden una hamburguesa, cargan termos individuales de agua caliente, y se van como llegaron, por el borde de la cornisa que separa el minimercado del playón.
 
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Era 4 de septiembre, el gobierno de Arcioni seguía sin darle respuestas a los docentes, que sin sueldos ni obra social continuaban con medidas de fuerza. Esa madrugada, en el piquete de la rotonda de 3 y 26, eran casi todas mujeres. Entre ellas, Jorgelina y Cristina.

El mismo día en que murieron Cristina y Jorgelina se confirmó como director de Petrominera Sociedad del Estado a Jorge "Loma" Avila. A él responden los hombres que reprimieron a las docentes el 4 de septiembre. 

“Se hablaba de que iba a venir a reprimirnos. Empezamos a llegar a las tres de la mañana y había solo un patrullero, que enseguida se fue. Al rato llegaron camionetas llenas de petroleros o de supuestos petroleros. Gente que me escribió diciéndome que les habían dicho: si querés trabajar, tenés que ir a reprimir docentes a la ruta. Y llegaron como 200 tipos, que bajaron de las camionetas y nos empezaron a empujar e insultar. Muchos estaban encapuchados, tenían palos y cuchillos. Nos corrimos y nos empezaron a insultar de manera asquerosa. Nosotros nos pusimos a cantar el himno. Cortaron la luz de la ruta y ahí por el miedo a lo que pudiera pasar, nos fuimos. Disparaban mientras nos íbamos. Fue un día muy triste. Quisieron inventar un enfrentamiento entre trabajadores. Pero esos no eran trabajadores, eran matones. Y por eso la gente salió a apoyar a los docentes, en una histórica marcha en Comodoro de 40.000 personas", cuenta Ivana Ferreira, profesora de Historia, mientras se va dispersando la masiva despedida a sus compañeras en el cementerio de Comodoro.

El miércoles, el mismo día del accidente, además del aumento del 100 por ciento del salario del gobernador, se conocieron otras medidas, que no tuvieron tanta repercusión. Una de ellas fue confirmar como director de Petrominera Sociedad del Estado a Jorge "Loma" Avila. Avila, además, es el secretario general del Sindicato del Petróleo y Gas Privado de Chubut. Los hombres que reprimieron ese 4 de septiembre a las docentes respondían a él, que dos días antes había amenazado con "pasar por arriba de los piquetes".

 

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"Emotiva despedida", el mismo título eligieron Crónica y El Patagónico para sus portadas del jueves. Jorgelina y Cristina son la noticia más importante en esta ciudad conmocionada. En la provincia, aún quedan por ver los alcances políticos y sociales de un hecho que marca un antes y un después, si bien la situación en Chubut es de extrema gravedad, desde hace meses.
 
Ayer se mantuvieron durante horas cerrados los accesos a la empresa de aluminio Aluar, en Puerto Madryn, una medida de fuerza más en un plan de lucha camino a profundizarse.  A su vez, la insensibilidad y falta de respuestas de Arcioni no parece ser algo modificable. El gobernador, mucho más que las docentes muertas, sí logró meterse en la agenda mediática nacional: sus reclamos a la Casa Rosada en un intento de desligarse de la crisis, más su acercamiento a Alberto Fernández, lo dejaron en el centro de la escena. Desde el Gobierno Nacional, rápidamente salieron a informar sobre el desembolso de casi 1.300 millones de pesos de los últimos días, mientras algunos medios sí "decidieron" poner la lupa editorial en el vergonzoso aumento en medio de este contexto. Pero la noticia de las docentes muertas pasó rápidamente de la agenda.
 
"Todo es político. Las rutas son un desastre. Si estuvieran bien, sin pozos y con banquinas, no se hubieran matado. La ausencia del Estado es total. En Salud, en Educación, en Justicia, en infraestructura. La obra social de todos los estatales se encuentra cortada, hay falta de insumos en los hospitales y la situación edilicia es gravísima. Por eso todos los estatales están de paro. En Chubut no se están cumpliendo los derechos humanos de docentes y alumnos", dice Patricia Garcés, también profesora de la escuela 738, una escuela sin clases, cerrada y que acaba de perder a dos de sus más valiosas docentes.
 
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"Hace muchos días que Mariel, docente de primaria, no puede usar este guardapolvo. Hoy está luchando por la Educación Pública en la calle", dice un cartel, delante de un guardapolvo en una vidriera céntrica. En varias vidrieras de Comodoro se ven guardapolvos e inscripciones similares.

Cristina y Jorgelina ya no podrán usar sus guardapolvos. Ellas, murieron en la calle, en la ruta, luchando por la Educación Pública.