Compartir

Jugada en offside, la confesión y el coraje de la verdad

por Ana Vallejos
16 de febrero de 2023

Se llama Jakub Jankto. Es un futbolista profesional. Sintió la ¿necesidad, pseudo obligación social, presión? de tener que "declararle al mundo" su condición de homosexual: “Soy gay y ya no quiero esconderme”. La hipocresía de un deporte, una sociedad mundial, y medios masivos de comunicación que obligan a que una elección sea noticia, y plastilina para el morbo mediático.

Fue un lunes. No fue como otros lunes. Y los lunes ya no volverán a ser aquello que fueron. En la penumbra. Ese lunes diferente, en una mañana única, irrepetible, una noticia ocupó los principales titulares de los portales deportivos a nivel mundial.

Un jugador profesional declaró que era homosexual a través de su cuenta de Instagram. No fue un lunes más para Jakub Jankto, un jugador checo de 27 años, actual centrocampista del club Sparta Praga y representante de la selección nacional de fútbol de República Checa.

Jakub se convirtió así en el primer jugador profesional a nivel mundial en anunciar su homosexualidad, en sus propias palabras “soy gay y ya no quiero esconderme”. 

No es casual que todos los portales de noticias han presentado su declaración como una confesión, una confesión de un hombre que acaba de romper con el contrato de heterosexualidad obligatoria implícito en el mundo del fútbol (contrato que según la filósofa Monique Wittig, es un pilar de toda la estructura social y política de la modernidad occidental). Aún en el año 2023 los titulares repiten “un jugador ha salido del clóset”, y nos encontramos con esta figura mítica-simbólica del armario y de la odisea de salir de él. 

Imagen

Aquí es preciso detenernos en algunas cuestiones. En primer lugar los códigos morales que rigen el universo del fútbol masculino (una de las mayores industrias del entretenimiento a nivel global) y cómo algunos de sus pilares son, por ejemplo, la heterosexualidad obligatoria y la monogamia. En el mundial de Qatar han proliferado las imágenes de los festejos de los jugadores con sus familias, sus esposas e hijos, han causado una sensación de ternura y de sensibilidad en los seguidores de la selección. Pero también podemos analizar estas imágenes como la reproducción de un modelo de familia y de inteligibilidad social. Después de todo, la sexualidad es uno de los ejes a través de los cuales se estructura la subjetividad de los seres humanos, y su constitución como sujetos de derecho. Algunxs filósofxs de la teoría queer como Judith Butler y Paul Preciado han analizado en numerosas ocasiones de qué manera la heterosexualidad ha definido durante siglos la posibilidad de una vida de ser vivible. Una vida digna de ser vivida. Aquellos que quedan por fuera de la norma, de la normalidad establecida por la matriz heterosexual y por el sistema de género entran en el campo de lo abyecto y del ostracismo. El mundo del fútbol es una potente representación del ideal del hombre. La masculinidad hegemónica se ve representada en su idealidad en la figura del futbolista, varón heterosexual, con destreza física y portador de los valores morales tradicionales, y a su lado como es esperable una pareja mujer, madre, y representante de la feminidad. Un ejemplo para la juventud del núcleo básico de la sociedad civil, la familia tradicional. 

Y de repente, aparece el dispositivo de la confesión. Soy gay y ya no quiero ocultarme a mí mismo, anuncia Jakub, quien quizás sin saberlo, reproduce esta tradición antigua de confesar sus faltas ante la autoridad de la mirada ajena. La práctica de la confesión desempeñó un papel fundamental en las instituciones penales y religiosas de la Edad Media Occidental, se trataba de verbalizar, de exponer los pecados cometidos ante una autoridad eclesiástica o jurídica, o en algunos casos ambas a la vez. Y cuando pensamos que mayormente la población ha abandonado esta práctica de la confesión, cuando pensamos que el proceso de secularización de la modernidad había despejado los fantasmas del pecado y la mala conciencia. Nos equivocamos. Aún la confesión convive entre y en nosotros, en lo más íntimo del psiquismo, pero ahora ha transformado sus ropajes y se presenta en otras formas. Después de todo, ¿qué es confesarse? Decir la verdad sobre uno mismo ante una mirada ajena, una mirada con autoridad, de guía, y sobre todo, de indulgencia. El dispositivo de la confesión vive en el diván del psicoanálisis, allí se refugió quizás desde el siglo pasado.

Pero hoy, en el siglo XXI, podemos pensar que también el confesionario habita en las redes sociales, donde uno construye un discurso verdadero sobre uno mismo (y para los otrxs) de su vida, Jakub, también contribuye a la desnaturalización del ideal del jugador de fútbol, constituye una ocasión para desafiar la heterosexualidad obligatoria y promover la despatologización de la homosexualidad. Pero no deberíamos dejar de lado, que aún hoy, afirmar el deseo propio por fuera de la matriz heterosexual continúa viendóse como una falta, como una grieta en la representación de la masculinidad. Ser gay, aún hoy necesita ser confesado. 

Podríamos rastrear los orígenes de la práctica de la confesión en la tradición cristiana y eso nos llevaría según los historiadores y teólogos, a una práctica de la Antigua Grecia, conocida como Parresía. Literalmente parresía significa decir la verdad, hablar francamente aún cuando esa verdad lo ponga a uno mismo en peligro. Por eso el filósofo Michel Foucault llama a la parresía el coraje de la verdad. Practicar la parresía tiene un sentido político y un sentido pedagógico. Se habla con honestidad frente a una autoridad, y se confiesa la verdad sobre uno mismo sin importar las consecuencias. 

He aquí que tenemos un caso contemporáneo de parresía, Jakub Jankto, a siglos y siglos de distancia de las prácticas grecorromanas, anuncia su verdad. Su alteridad a la norma sin importar las consecuencias, Jakub te festejamos pero aún más esperamos el momento donde el deseo no sea una confesión, una falta que necesita de la indulgencia pública.