"El ajuste afecta más a las mujeres y cuerpos feminizados”
Somos las mujeres, lesbianas, travestis y trans las que más sufrimos la crisis y el desempleo. En una nueva marcha de Ni Una Menos la consigna se amplía. Nos queremos libres, vivas y desendeudadas. Por eso gritamos: “Ni una trabajadora menos”.
Por María Paula Lozano*
Las mujeres enfrentan una menor y peor participación en el mercado laboral en términos de calidad frente a sus pares: tienen menor tasa de actividad que los varones (48,6% vs.69,5%), sufren más el desempleo (10,2% frente a 8,2% de ellos) y se encuentran más expuestas al empleo informal y precario. Además, su participación laboral se encuentra fuertemente segmentada por dificultades persistentes para alcanzar puestos de decisión y gerencias dentro del mercado laboral (segregación vertical) y con una alta concentración de mujeres ocupadas en sectores que representan una continuidad de las tareas de cuidado y que son socialmente menos valorados, como el empleo doméstico (segregación ocupacional u horizontal). En el contexto de la actual crisis económica la brecha se agravó hasta alcanzar un 30 por ciento”. En el caso de las asalariadas no registradas, asciende al 34,7%, es decir, la condición de informalidad conjugada con la condición de género implica una doble vulnerabilidad.
¿Por qué sucede esto? Con el desarrollo capitalista, el cuerpo de la mujer también se convirtió en “objeto de conquista y dominación”, pendiente aún de independizarse. Históricamente, hubo una “división de tareas”: al varón se le asignó el trabajo “productivo” – con salario y protecciones laborales – y a la mujer, el trabajo “reproductivo” – invisible y no remunerado. Lo cual incluye todo lo necesario para tener listos a los obreros para incorporase al mercado de trabajo.
La mujer fue relegada al ámbito privado, mientras que el varón pasó a ocuparse de la “cosa pública”. Sobre esta base material se cimentaron “roles” y “estereotipos”, que pese a los sustanciales cambios producidos en las últimas décadas, persisten hasta el presente.
La condición de informalidad conjugada con la condición de género implica una doble vulnerabilidad
Cuando la mujer se “reinsertó” en el mercado de trabajo, lo hizo desde una situación desventajosa. Sostiene Federici: “El que carezcamos de salario por el trabajo que llevamos a cabo en los hogares ha sido también la causa principal de nuestra debilidad en el mercado laboral. Los empresarios saben que estamos acostumbradas a trabajar por nada y que estamos tan desesperadas por lograr un poco de dinero para nosotras que pueden obtener nuestro trabajo a bajo precio”.
Las luchas mundiales del movimiento de mujeres y colectivos con identidades sexuales diversas lograron importantes avances y reconocimientos. En nuestro país, múltiples tratados internacionales integran el Bloque de Constitucionalidad - la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW), el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC), la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra La Mujer ("Convención de Belem do Pará"), los Convenios 100, 111 y 156 de la OIT, entre otros – y obligan al Estado Argentino a cumplirlos.
Según la Ley de Protección Integral 26.485, la discriminación a las mujeres en los ámbitos laborales, públicos o privados; y la obstaculización del acceso al empleo, contratación, ascenso, estabilidad o permanencia en el mismo constituyen violencia laboral. También quebrantar el derecho de igual remuneración por igual tarea o función.
A pesar de los avances normativos en materia de igualdad de géneros y prohibición de la discriminación, en el mercado laboral, las prácticas segregacionistas no cesan. Las mujeres continúan siendo quienes se ocupan de las tareas de cuidado (de hijxs, adultxs, familiares con discapacidad, etc), tareas que implican la realización de una doble o triple jornada laboral. En ese sentido, no existen políticas públicas que reconozcan el cuidado como un derecho.
A pesar de los avances normativos en materia de igualdad de géneros, en el mercado laboral, las prácticas segregacionistas no cesan
Las primeras protecciones laborales a las mujeres están vinculadas la protección de su cuerpo y al rol de madre. De esta manera, la Ley de Contrato de Trabajo parte de la idea de que las únicas que tenemos problemas para trabajar y cuidar somos las mujeres, lo cual se ve en las magras licencias especiales, asignando a los varones sólo dos días por nacimiento de hijo. Los convenios colectivos de trabajo – especialmente en el sector privado – muy poco han avanzado al respecto.
Del mismo modo, las actuales políticas económicas de ajuste, endeudamiento y despidos, afectan a las mujeres y cuerpos feminizados de manera desproporcionada, no solo porque repercuten en determinados derechos fundamentales, sino también porque el Estado y la sociedad suelen depender aún más del trabajo asistencial no remunerado de las mujeres para compensar la falta de servicios públicos o su reducción. Asimismo, las mujeres tienden a utilizar los servicios de salud ofrecidos por el Estado con mayor frecuencia que los varones y se ven impedidas de hacerlo.
Frente a la retracción del empleo formal en general, las mujeres tienen menos oportunidades aún para el acceso al empleo. Y en muchos casos, la necesidad de salir a compensar ingresos frente a la pérdida de empleo del “jefe de hogar”. Los datos muestran que de las nuevas ocupadas, más de la mitad corresponde a “autoempleos de subsistencia” y a contratos informales (sin protecciones laborales). Asimismo, sufren las consecuencias del endeudamiento personal y familiar.
Las actuales políticas económicas de ajuste, endeudamiento y despidos afectan más a las mujeres y cuerpos feminizados
Por otra parte, el 23 de julio vence el plazo de la moratoria jubilatoria, sin perspectivas de continuidad, que permitió a muchas mujeres que a lo largo de su vida realizaron “tareas de amas de casa”, acceder al goce de una jubilación, logrando indirectamente que se reconozca que el trabajo reproductivo es trabajo. Esto implica un grave retroceso.
La situación descripta demuestra que la reforma previsional “tiene cara de mujer”. Que no hay #NiUnaMenos sin igualdad real de oportunidades, libertad sobre nuestros propios cuerpos, trabajo y empleo digno y el reconocimiento de los derechos fundamentales de las mujeres trabajadoras.
*Secretaria General de la Asociación de Abogadas y Abogados Laboralistas (AAL)
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