Familiares y Amigxs de Luciano Arruga se conformó a lo largo de los años como un espacio de militancia nacido en La Matanza que supo articular con otras luchas hasta convertirse en una referencia de los derechos humanos del presente. Historia, recuerdos y el fuego siempre encendido.
El grupo no responde a las etiquetas tradicionales de la militancia. ¿Una agrupación política? ¿Un colectivo de derechos humanos que acompaña diversas causas? ¿Una numerosa familia ensamblada que comparte luchas, horizontes y deseos? Tal vez la fortaleza de Familiares y Amigxs de Luciano Arruga resida en que todas esas caracterizaciones (y algunas otras) han nutrido un largo camino de organización que tuvo un punto de partida indiscutible: el 31 de enero de 2009, cuando Luciano Nahuel Arruga, 16 años, fue visto por última vez con vida. La visibilidad de este caso, uno de los que engrosan el listado de más de 200 desapariciones forzadas en democracia desde 1983, es impensable sin el empuje, la articulación y la potencia de Familiares y Amigxs (FyA).
Cuando se cumplieron diez años del hecho, Vanesa Orieta, hermana de Luciano y protagonista de la denuncia pública desde el comienzo, decía sobre la construcción colectiva: “¡Hay un grupo acá también! Nosotros somos Familiares y Amigos, todo el grupo tiene una palabra puesta en la misma dirección. Si no habla un familiar directo habla Familiares y Amigos, cualquiera de nosotros. Ese trabajo es muy valioso, ninguno de los familiares puede afrontar una lucha como ésta, a largo plazo, instalando la causa de la forma en que se hizo, si no hay una colaboración grupal. Nosotros somos un grupo de personas que pensamos esta problemática, que construimos nuestra forma de denuncia, que entendimos rápidamente que no se trataba solo de Luciano, que se trataba de un montón de otros casos que se reproducen sistemáticamente a lo largo y a lo ancho de nuestro país”.
“Vanesa, su claridad, su visión amorosa y solidaria sobre la problemática, nos ha enseñado mucho cómo esas redes se construyen cotidianamente y desde la solidaridad, rompiendo con lógicas que muchas veces quienes venimos de muchos años en la militancia las tenemos muy impregnadas”, dice Nadia Paris, mujer mapuche que se integró a FyA después de mucha articulación acompañando causas de represión estatal en la Patagonia.
Rosaura Barletta tenía la edad de Luciano (16) cuando integraba el centro de estudiantes del colegio Normal de San Justo. En la plaza frente a la Municipalidad de La Matanza, donde ella “ranchaba” con sus amistades, se realizaron las primeras acciones colectivas de protesta en el distrito que antes como ahora gobierna Fernando Espinoza. “Desde el centro de estudiantes empecé a participar en lo que era la Coordinadora por la Aparición con vida de Luciano Arruga, que era un espacio que nucleaba a un montón de organizaciones de La Matanza”, recuerda Rosaura, quien después de terminar la Secundaria siguió acompañando la causa y se incorporó a FyA.
“Conocer a Vane, a Mónica, a los hermanos me cambió, mi realidad era totalmente otra”, dice en el verano de 2023 Natacha Bianchi. Explica: “Tenía un laburo que me permitía tener una vida bastante mediocre: trabajar, gastar, ir a bailar. A los 26 años mi vida era eso. Después de conocer a Vane la cabeza se me dio vuelta y a partir de ahí no me pude despegar más de la familia”.
Alejandro Cabrera Britos, integrante del grupo musical Jamaicaderos, se había mudado a San Justo, donde conoció el caso de Luciano por la movilización de su entorno. En los ensayos o reuniones con sus compañeros no paraba de hablar de esa desaparición forzada en democracia que no era noticia en los medios comerciales. Así se conectó con la causa Matías Bregante, otro de los músicos.
En el verano de 2010, antes de cumplirse un año de la desaparición, Jamaicaderos hizo una gira callejera por la costa atlántica y Vanesa, que ya conocía al grupo, compartió varios días con ellos. Matías: “A partir de esa gira entablamos una relación, una hermandad con Vanesa, y es imposible no conmoverse o comprometerse con las palabras de ella o de Mónica”.
"Ninguno de los familiares puede afrontar una lucha como ésta, a largo plazo, instalando la causa de la forma en que se hizo, si no hay una colaboración grupal."
El territorio político de la calle
Matías arriesga una definición sobre Familiares y Amigos: “Somos una organización política y somos una familia, un grupo humano que hemos elegido para militar políticamente. Nos queremos mucho. Desde ese momento hasta el día de hoy seguimos caminando con la familia de Luciano y con otras familias”.
Nadia: “A Familiares y Amigos los conocí convocándolos a que nos acompañaran con causas de muchos años, como la de Sergio Ávalos en Neuquén, y pudimos dar pasos muy importantes a partir de poner en práctica esa solidaridad; no solo de acompañarnos en movilizaciones y actividades artísticas, sino también en parte de los procesos judiciales que son sumamente crueles y difíciles para las familias”.
Para Rosaura “fue una construcción inédita, por lo menos en La Matanza en los últimos años”, que con militancia en las calles logró intervenir en “un debate que aparentemente tenía saldado la sociedad, relacionado con la inseguridad, con la necesidad de que hubiera Policía en la calle, con el delito asociado a la pobreza y no a la Policía organizándolo”.
El destacamento de Lomas del Mirador ubicado en Indart 106 fue una respuesta de Espinoza y la cúpula de la Policía Bonaerense al pedido de mayor presencia policial en la zona. Vecinos en Alerta de Lomas del Mirador (VALoMi) fue el huevo de la serpiente, una agrupación con alta presencia en el espacio público y mediático agitando el discurso de la mano dura. En ese destacamento, Luciano y otros pibes de los barrios 12 de Octubre y Santos Vega eran detenidos ilegalmente y torturados sistemáticamente.
Rosaura: “En el momento en que Luciano desaparece Lomas del Mirador era uno de los lugares más calientes en relación con las movilizaciones contra la inseguridad. Intentábamos intervenir en esas movilizaciones y mostrarles a las cámaras de televisión lo que estaba pasando con el caso de Luciano. Creo que toda esa construcción fue trascendiendo la causa de Luciano y fue metiendo algunas intervenciones en un debate que estaba muy blindado hasta ese momento”. Recuerda también un episodio público que le dio visibilidad a la lucha: “A seis meses de la desaparición de Luciano un grupo de pibes entró a CQC, y eso provocó que después CQC armara un informe”.
“Haber estado siempre en la calle y no haber aflojado nunca hizo que la cara de Luciano la pueda conocer cada vez más gente”, dice Natacha. Sobre el objetivo de la lucha en la calle: “Concientizar de la cantidad de Lucianos y pibis que hay en todo el país que pasan lo mismo. Todos estos años es cada vez más conciencia, más conocimiento sobre la problemática, pero al mismo tiempo no termina nunca. Todo el tiempo sigue pasando”.
La red social de cuerpos y conciencias tejida en distintas puntos de la Argentina, donde la represión estatal se repite con idénticos patrones, es otro de los logros de FyA. Nadia: “Hemos demostrado con muchos familiares del país, podría nombrar a un montón de gente con la que nos hemos encontrado en red, acompañándonos en los momentos que las familias entienden que es importante dar pasos tanto políticos como jurídicos”.
“Somos una organización política y somos una familia, un grupo humano que hemos elegido para militar políticamente. Nos queremos mucho. Desde ese momento hasta el día de hoy seguimos caminando con la familia de Luciano y con otras familias.”
Arde la memoria
El 17 de octubre de 2014 los restos de Luciano fueron identificados en el cementerio de la Chacarita, donde había sido enterrado como NN. Si bien la causa por la desaparición forzada de Luciano sigue en etapa de instrucción, en estos años hubo avances políticos y judiciales.
A fines de 2011, la bronca y la insistencia de FyA obligó a que se cerrara el destacamento policial. En 2013, después de tres meses de acampe en el lugar, la militancia organizada recuperó el lugar y lo convirtió progresivamente en un espacio cultural y de memoria. Allí funciona también Radio Zona Libre.
En 2015, el policía Julio Torales, a cargo del destacamento, fue condenado a 10 años de prisión. Matías: “Poder tener un policía preso por torturas es algo que no sucede en la mayoría de las causas y la Justicia no suele mirar para ese lado, hace oídos sordos a los reclamos de las familias”.
Para él, haber logrado cerrar el destacamento es como para un futbolero “ganar la Copa Libertadores con un equipo de la B Metropolitana”. Recuerda: “Era algo que nos pusimos como objetivo: que deje de funcionar, que se cierre y se transforme en un espacio de memoria social y cultural. Son metas que uno se pone en la vida y políticamente sabíamos que teníamos que ir para ese lado”.
“No hay que esperar más a que las cosas nos sucedan para activar, no hay que esperar más a que nos falte un Luciano en la familia para salir a la calle y activar, no hay que esperar a que nos maten a nadie las fuerzas de inseguridad.”
En la jornada de recordatorio por los 14 años de la desaparición, que se realizó con un corte de calle en la esquina del ex destacamento (Indart y San Marín, Lomas del Mirador) el domingo 29 de enero, la consigna elegida por FyA fue “¡Que arda!”.
Rosaura: “Todos los años hacemos la quema simbólica cuando termina la actividad. Juntamos patrulleros y vehículos de Gendarmería de cartón, hacemos cartelería en papel maché, mucho trabajo en las semanas previas. Es una forma de expresar en términos políticos, que no deja de ser pacífico porque quemamos cartón, pero expresamos lo extremo de la violencia recibida con la desaparición de Luciano, antes en su vida y después para nosotros también”.
Según reflexiona quien estuvo a cargo de la conducción durante la transmisión online de medios populares ese domingo, “el arder muestra un poco la dimensión de esa violencia para nosotros, que fue muy dura, muy sostenida a lo largo del tiempo, que tuvo implicancias en la vida personal, en los proyectos de cada uno”. Dice: “Hay muchas cosas de nuestra vida que están atravesadas por eso. Hay un sentimiento catártico pero muy político también en el arder”.
"Tiene que arder todo esto: la corrupción, el capitalismo, todo lo que nos viene deshumanizando día a día."
Fuegos de enero
Nadia trae a la charla la sabiduría mapuche para hablar del fuego: “Para nosotros, kütral, el fuego es un espacio sagrado. Sirve también para comunicarnos con nuestros ancestros, con los espíritus de la naturaleza que nos fortalecen día a día la lucha. Lo que tiene que arder es este sistema capitalista que lo único que nos propone es un futuro caníbal. A partir de ahí tenemos que repensarnos, tenemos un montón de ideas cada uno en su territorio de cómo ir pensando vidas nuevas”.
El compañero de Nadia y padre de su hijo, Fermín Martínez, es quien conectó la lucha de FyA con las reinvindicaciones mapuche. Fermín conoció a Luciano, compartió con él partidos de fútbol en la plaza y algunos recitales de bandas de La Matanza. Luego se mudó al Sur, conoció a Nadia y allí los caminos se cruzaron.
“Tiene que arder todo esto: la corrupción, el capitalismo, todo lo que nos viene deshumanizando día a día”, refuerza Nadia. Y habla de la dimensión espiritual de la quema: “En ese fuego también vamos a pedirles a Luciano, a todos los caídos que tenemos, a los 30.400, a Darío y Maxi, a los lamien caídos en territorio que nos fortalezcan para que estas pequeñas acciones sean el día de mañana parte de algo mucho más importante que transforme la realidad de todos los territorios”.
Natacha opina: “En el simbolismo de que arda hay un hartazgo de que a 14 años todavía hay impunidad. Grupalmente dijimos ‘queremos salir a quemar todo’. Agradezcan que estamos quemando patrulleros y el Comando unificado con todas las fuerzas (Gendarmería, Prefectura, la Armada, la Policía Bonaerense) en cartón y madera, y no que salimos a hacerlo de verdad. Que arda significa que muera todo eso malo que hostiga y mata a los pibes”.
“Haber estado siempre en la calle y no haber aflojado nunca hizo que la cara de Luciano la pueda conocer cada vez más gente.”
Matías cita a su fallecido compañero de música y militancia Cabrera Britos: “Seamos permeables al dolor ajeno, decía Ale. Me parece que la sociedad no puede estar mirando todo el tiempo para el otro lado, porque eso que no mirás que le pasa al otro que es tu vecino del barrio, que no lo conocés pero vive a 10 cuadras de tu casa, en algún momento esa bronca y esa mierda te va a salpicar de múltiples maneras”. ¿Cuál es el límite? “No hay que esperar más a que las cosas nos sucedan para activar, no hay que esperar más a que nos falte un Luciano en la familia para salir a la calle y activar, no hay que esperar a que nos maten a nadie las fuerzas de inseguridad para entender que son un problema y no una solución”.
Mientras se apilan patrulleros de madera y cartón y siluetas con las caras del intendente Espinoza y el ex gobernador bonaerense Daniel Scioli para iniciar la fogata, Matías prende la mecha: “Arder es ir levantando nuestras voces, haciendo construcciones colectivas y entendiendo que la construcción es colectiva. Mientras no pensemos en lo que le pasa al otro y no le encarnicemos como algo que nos está pasando a nosotros, va a ser muy difícil que haya cambios sociales estructurales”.
Minutos después, con una escoba en la mano en medio de la avenida San Martín que sirve para barrer las cenizas de todo lo ardido, Vanesa dirá: “Acá nos encontramos varios espacios organizados, eso nos muestra que la salida ante tanta violencia e impunidad es por la vía de lo colectivo. Eso ardió, se notó, la necesidad de abrazarse mutuamente y decirse que estamos por un camino compartido. Todavía falta por arder lo que denunciamos siempre, las responsabilidades materiales, políticas y judiciales de la desaparición forzada seguida de muerte de Luciano”.
La presencia imborrable de Luciano Arruga
A 13 años de la desaparición forzada seguida de muerte del adolescente de La Matanza que se negó a robar para la Policía Bonaerense, un recorrido por los lugares clave de una historia que sigue viva en la memoria de su hermana y de quienes denuncian la continuidad de la represión estatal.
¿Qué pasó con Luciano Arruga?
A diez años de la desaparición y muerte de su hermano, Vanesa Orieta hace un repaso por un caso cargado de impunidad, complicidades y también una lucha colectiva que deja enseñanzas para pensar la agenda de los derechos humanos del presente.
La trágica casualidad del 17 de octubre
Para la militancia contra la represión estatal también es una fecha simbólica, porque coincide con la aparición de los cuerpos de Luciano Arruga (2014) y Santiago Maldonado (2017). Aquí un adelanto del libro “Desaparecer en democracia”, de la periodista Adriana Meyer, donde se cruzan ambos casos emblemáticos.