El Estado no sólo mata mapuche: también les nace
por Maxi GoldschmidtFotos: Denali DeGraf
18 de octubre de 2022
¿Por qué hay tanta juventud dispuesta a dar la vida por un pedazo de tierra? Con esa pregunta como disparador, algunas reflexiones sobre la recuperación de la identidad mapuche a ambos lados de la Cordillera. Y una certeza: las nuevas generaciones traen en la sangre la lucha por la memoria que fue arrebatada con el genocidio originario.
¿Por qué murió Rafael Nahuel?
La pregunta, teniendo en cuenta los últimos acontecimientos en Villa Mascardi, es pertinente. Y también podría ser: por qué murió Santiago Maldonado. O por qué murió Elías Garay.
Los tres murieron –fueron asesinados– dentro de una recuperación territorial mapuche. O, como muchos prefieren decirlo, en una usurpación. En una ocupación. En una toma. En una violación a la propiedad privada.
¿Por qué un joven, dos, tres, o los que vendrán, están dispuestos a morir por un pedazo de tierra?
Santiago no imaginaba morir. Sabía que se metía en una jodida y decidió hacerlo de todas formas. Creía en esa lucha. Pero no imaginaba morir. ¿Por qué un joven de 28 años, libre como era el Brujo, decide dejar una noche de cervezas artesanales en El Bolsón para ir a cagarse de frío a un corte de ruta con los mapuche? ¿Qué le pasa por la cabeza a esa persona? ¿Y por el corazón?
No se perdona que alguien se cuestione la pertenencia obligada a la patria nueva, como si la historia hubiera empezado hace 200 años.
Algunos quizás no lo entiendan, pero muchos hicieron, hacen o harán lo mismo que Santiago. De muchos no nos enteramos porque están vivos. Como tendría que estar Santiago si no fuera que agentes del Estado lo persiguieron a los tiros. La historia a veces tarda. Y mucho. Pero la verdadera, la historia que estuvo oculta durante años, a veces aparece.
¿Y Rafael Nahuel? ¿Para qué, sabiendo lo que acababa de pasar con Santiago, se va a meter en Mascardi? Rafita era mapuche. Hacía poco se reconocía como tal. Se podría mencionar los rasgos, el apellido, aunque la historia marca que durante décadas algunos no quisieron ser mapuche. O no quisieron que el resto de las personas supieran de su identidad mapuche. Eso es parte de nuestra historia como país. De ese genocidio aun no reconocido por la historia oficial que dejó sus marcas. Y podría haber sido así: que cada vez más mapuches quisieran ser argentinos. Unos cuantos militan para eso.
Pero algo despertó, se está despertando. En la tierra, dicen unos. En las personas, que somos parte de la tierra, dicen otros. En las conciencias, también se puede escuchar. Y Rafael Nahuel había despertado. Tímidamente, muy de a poco. Preguntaba, con respeto, a veces con vergüenza por no saber. Todavía no hablaba mapudungun, ese idioma que también fue prohibido y que hoy transpira vitalidad. Ver abuelas que no les enseñaron a sus hijos la lengua de sus ancestros y que hoy se las enseñan a sus nietos, ¿qué significa? ¿Por qué ocurre eso?
Abuelas que aprenden la lengua, que la recuperan. Porque gente mayor aprendiendo mapudungun –o recuperándolo– hay un montón en Wallmapu, ese territorio previo a nuestra patria que hoy vuelve a estar en disputa. Y no solo por argentinos, chilenos y mapuche. El extractivismo –con sus empresas trasnacionales y la complicidad de gobiernos sin grieta– es la destrucción del tejido social. Y por eso, también, el mapuche es el enemigo: porque el despertar y levantamiento de ese pueblo justamente es la recuperación de la vida comunitaria.
En cualquier rincón del sur de Argentina y Chile, y no solo allí, existe alguien que emprende el camino de la recuperación. La recuperación de la identidad, como bien lo saben nietas y nietos recuperados, puede ser lenta. Siempre suele costar. Ese camino en ocasiones comienza con la recuperación de la historia familiar, oculta o desconocida. Muchas veces olvidada a la fuerza. Al garrote. Al destierro. Al indio de mierda.
Y Rafael Nahuel se empezó a preguntar. A preguntar adentro. Y a encontrar respuestas. A creer, quizás como nunca antes en su vida. Y desde ese camino lleno de espinas y miedos, de novedad y entusiasmo; desde ahí se metió en Mascardi, en ese pedazo de Parque Nacional donde nadie vivía y que había sido señalado como el lugar para levantar un rewe.
La mayoría de los argentinos no sabe qué es un rewe. Incluso hay quienes se burlan. Es parte de la historia que nos arrancaron. También hay jóvenes mapuche que están aprendiendo lo que es un rewe, una machi. Están aprendiendo a ser mapuche. Y lo que une a todos los que saben, sean mapuche o no, es la conciencia de que se trata de algo importante. Algo vital. Algo profundo.
Romina Rosas está en prisión domiciliaria, con su beba de apenas unas horas de vida. Esa hija podría haber nacido en un territorio libre, en su comunidad, debajo de un techo de estrellas o al calor de un fuego de ruca.
La recuperación es espiritual. Antes que recuperar la tierra, se recupera la conciencia, la memoria. Se sueña, se conoce más la historia de los ancestros. O quizás se conoció siempre, pero esa historia empieza a hablarle a uno. Y lo que dice esa historia es que los mapuche vivían en estas tierras antes de que existiera un país, o dos. Que la cordillera nunca fue frontera. Y que la tierra es lo que somos.
Rafael Nahuel lo había aprendido. Lo sabía. Murió –fue asesinado– por eso. Dio su vida por la tierra. Y en parte por el rewe. El rewe, a su vez, es fundamental para el trabajo de una machi. Seguimos hablando de cosas, quizás, complejas de entender o de explicar. Pero muy importantes.
Un rewe es un lugar sagrado, un altar. La machi, en este caso, es Betiana Colhuan. La machi es una autoridad ancestral dentro del pueblo mapuche. Es la encargada de recolectar y preparar lawen (plantas medicinales). La que interpreta sueños y aconseja a la comunidad. Es el nexo entre el wenu mapu (la tierra de arriba) y el aquí y ahora. La que cura.
Las machis fueron exterminadas de este lado de la Cordillera. La machi Betiana es prima de Rafael Nahuel. Betiana ahora está presa, en prisión domiciliaria. Aún no se sabe qué pasó con su rewe, que era visitado por otras comunidades. Betiana, que tiene un hijo de tres meses, está presa junto a otras mujeres mapuche, una de las cuales también está amamantando. Y otra acaba de dar a luz, privada de su libertad.
Hace 6 años en Chile, Lorenza Cayuhan fue obligada a parir esposada y engrillada en una cama de hospital y delante de un carabinero. También había recuperado su tierra, ése era su delito. Hace unos días Romina Rosas, acá en Argentina, también pagó por querer vivir como mapuche. Incomunicada durante días, le pusieron mil trabas antes de que dejaran que una lamngen (hermana, en mapudungun) pudiera asistirla.
Después le dieron el beneficio: cada tres horas podía estar un rato acompañada. El resto del tiempo lo pasaba dolorida y custodiada por tres policías mientras escuchaba los gritos del área de Salud Mental, que estaba del otro lado de la pared del hospital adonde la llevaron.
Ahora también está en prisión domiciliaria, con su beba de apenas unas horas de vida. Esa hija podría haber nacido en un territorio libre, en su comunidad, debajo de un techo de estrellas o al calor de un fuego de ruca. Ese era el deseo de su madre, de su lof, de su pueblo.
La recuperación es espiritual. Antes que recuperar la tierra, se recupera la conciencia, la memoria. Se sueña, se conoce más la historia de los ancestros.
¿Quién le contará la historia a esa niña? La historia de su nacimiento. De las horas previas. De cuánto tuvo que ver el Estado argentino con su llegada al mundo. Con su mamá presa, con ella misma presa al nacer. El Estado, al parecer, ya no sólo mata mapuche: ahora también les nace.
Quizás sea eso lo que no le perdonaron a Rafael Nahuel, a Santiago Maldonado, a Elías Garay. Y lo mismo pasa en Chile. No se perdona que alguien se cuestione la pertenencia obligada a la patria nueva, como si la historia hubiera empezado hace 200 años.
¿Que pensarían todos aquellos que hoy atacan al pueblo mapuche, si una persona naciera en Malvinas y quisiera sentirse argentino? Si alguien quisiera sentirse libre de eso que le impone un Estado invasor que ocupó un territorio. Si ese malvinense no quisiera ser inglés y quisiera ser argentino. ¿Sería un terrorista?
La palabra mapuche que desoye el Estado
Participamos del parlamento realizado en Bariloche para denunciar la detención arbitraria de cuatro mujeres indígenas desde octubre pasado, cuando fueron violentamente desalojadas de su territorio. Una acusación floja de papeles, el diálogo trunco con el poder y una comunidad obligada a la clandestinidad.
Las niñeces mapuche en peligro
Criaturas privadas de la libertad que vieron la violencia contra sus madres detenidas, desidia judicial para brindar atención médica y un nacimiento en cautiverio. A un mes del desalojo en Lof Lafken Winkul Mapu, la vulneración de derechos de las infancias es un emergente del racismo del Estado argentino.
El atropello contra las mujeres mapuche llega a la CIDH
Por la detención de las cuatro mujeres presas junto a sus niñes y la vulneración de derechos que viene sufriendo la Lof Lafken Winkul Mapu, el CELS y un grupo de organizaciones solicitaron ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que se dicten medidas cautelares favorables a la comunidad.