El ministro de Agroindustria Luis Miguel Etchevehere celebró la suba del dólar pero después despidió más de 500 personas de su cartera. Más claro imposible: el sector al que representa es el principal beneficiado de la actual política económica. Y la agricultura familiar, la principal perjudicada.
Cuando este jueves el dólar trepó hasta los 40 pesos, hubo quién sonrió. Porque aunque el Gobierno parezca muy preocupado hay quienes se benefician con una política económica que perjudica al pueblo, y curiosamente son los principales aliados económicos de Cambiemos. En el preciso momento en que el peso se desplomaba, el ministro de Agroindustria y ex presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Miguel Etchevehere, fue consultado por el diario El Sol acerca de la suba del dólar y contestó: “Ahora tendremos un dólar muy competitivo comparado con el que teníamos, es algo que venía pidiendo la producción, sobre todo las economías regionales desde hace mucho tiempo”.
Al día siguiente, el ministro, envalentonado ante la buena noticia, tomó la decisión de despedir a 548 personas de su cartera, de las cuales más del 80 por ciento correspondía a Agricultura Familiar (el área que generaba políticas para que las familias que producen los alimentos que llegan a nuestras mesas pudieran comercializar sus productos a un precio justo y mejorar su producción).
Desde que asumió este Gobierno, venimos sufriendo despidos, amenazas, aprietes y ninguneos.
Entonces, al día siguiente de aquellas declaraciones, ¿Etchevehere ya no consideró tan buena la suba del dólar? No, para nada. Para él y para la Sociedad Rural siguió siendo una buena noticia. Para ellos, menos productos de la agricultura familiar en el mercado significa invisibilizar que la soberanía alimentaria es posible. Para ellos, que el dólar aumente significa menos gasto en mano de obra y más ingresos por las exportaciones. Para ellos, que argentinos y argentinas se queden sin trabajo es un hecho intrascendente porque venden sus productos a empresas extranjeras. Por eso, en los pasillos del ministerio de Agroindustria, que permanece tomado porque “es un edificio público y como ciudadanos y ciudadanas tenemos el deber de defenderlo”, los carteles con las fotografías de Etchevehere van acompañados con la inscripción “El patrón del mal”.
“Desde que asumió este Gobierno, venimos sufriendo despidos, amenazas, aprietes y ninguneos. Vacían la Secretaría de Agricultura Familiar porque representamos al sector que se opone a la Sociedad Rural. Avanzan, destrozan y reprimen. Este Gobierno nunca va a tener en cuenta la agricultura familiar, que es el campo chico, los técnicos llegando a los lugares donde nadie llega, a esos lugares donde se producen los alimentos sin agrotóxicos.Ya lo sabíamos cuando llegaron. Un representante de la Sociedad Rural como ministro, ¿qué iba a hacer?”, resume Anabel Soria, una de las despedidas de Agricultura Familiar.
La Secretaría de Agricultura Familiar está desfinanciada desde el inicio de la gestión de Mauricio Macri: “Hace tres años que estamos trabajando sin presupuesto para la agricultura familiar, teniendo que generar acuerdos con las provincias, o consiguiendo créditos internacionales. El argumento para que no haya presupuesto es que no es una prioridad de Estado. Más claro echale agua”, comenta Guadalupe, técnica en Agricultura Familiar, que aún no sabe si está despedida o no: “No me fije, no importa, me voy a quedar acá en la toma hasta cuando sea necesario”, dice cuando ya lleva 36 horas sin dormir.
Guadalupe está en el ministerio desde 2009, y desde 2015 en Agricultura Familiar. Se pasó a ese sector porque considera que es muy importante para la soberanía alimentaria del país. “Y además es un sujeto productivo que no hay que desatender, y es el único que puede mejorar las condiciones y garantizar el desarrollo de los territorios en la ruralidad”, agrega. Las mismas razones por las que ella decidió pasar a Agricultura Familiar son las que el Ministerio tuvo para desfinanciar el área; las mismas razones que tiene ahora para despedir y tendrá a fin de año para cerrarla; como ya les han dicho dentro del Ministerio a las trabajadoras: “El Ministerio se dedica a que los transgénicos sean parte de la política de Estado. Se dedica a la biotecnología y no tiene políticas públicas ni para los productos agroecológicos ni para sus productores”.
Vacían la Secretaría de Agricultura Familiar porque representamos al sector que se opone a la Sociedad Rural.
Constanza Bruno también está en el Ministerio desde 2009. Trabajaba hasta el viernes 31 en una delegación de La Plata de la Secretaría de Agricultura Familiar, y como contadora asesoraba a cooperativas productoras de alimentos. Y también decidió estar en Agricultura Familiar para poder “dar capacitación y formación para los sectores que más lo necesitan”. Pero -lamentablemente- el ministro solo atiende a los grandes productores: “Esta gestión es tan mala que hasta hemos puesto plata de nuestro bolsillo para pagar los servicios públicos de la casa donde funciona la delegación de La Plata. No valoran nada. No les interesa trabajar con el sector de pequeños productores”.
El desfinanciamiento se hace palpable en el último trabajo que se le asignó desde el Ministerio a la Secretaría de Agricultura Familiar: la creación de un sello para certificar los alimentos que provienen de la Agricultura Familiar. Un sello que le daría más valor en el mercado a sus productos. “El ministro tiene frenada la autorización para implementar el sello. No es por falta de presupuesto, sino por desinterés. Todo lo que tiene que ver con agricultura familiar está paralizado por el ministro, y los despidos son una prueba más de ello. Todo frenado, todo nuestro trabajo de los últimos años lo tiene Etchevehere ahí”, denuncia Gisela Jaures, quien trabajaba en diseño e implementación de programas, y ejecución de proyectos de Agricultura Familiar, hasta que el viernes, tal como lo esperaba, vio su nombre en la lista de despidos.
Gisela Jaures y Anabel Soria sabían que no les quedaba mucho tiempo dentro del Ministerio. Hace algunos meses recibieron un correo electrónico del área de Recursos Humanos: “Fue cuando empezamos a movilizar y hacer los ruidazos. Nos dijeron que nos iban a descontar las horas si nos movíamos del espacio de trabajo. Había una orden de no movernos de los puestos de trabajo. Ni reunirnos en un pasillo podíamos porque nos descontaban las horas”. Nunca les descontaron nada porque la medida, de tan ridícula, era imposible de implementar. Más fácil fue incluirlas en la lista. “Los despidos responden a un capricho y una bronca a nuestra exposición ante tanto maltrato del ministerio con las y los trabajadores. No hay motivo reales para despedirnos. Desde que asumió este Gobierno, venimos sufriendo despidos, amenazas, aprietes y ninguneos”, agrega Anabel.
Los despidos responden a un capricho y una bronca a nuestra exposición ante tanto maltrato del Ministerio.
Las caras visibles de los despidos impunes son Alejandro Caviglia, director de Recursos Humanos de la cartera y Walter Kunz, el funcionario del área que armó la lista de despidos y cuya descripción en su cuenta de Twitter es “trabajando por la agricultura familiar y el desarrollo regional”. El cinismo es moneda corriente, según cuentan las trabajadoras. Hace pocos días atrás los delegados de las provincias fueron a una reunión en donde le preguntaron a Caviglia acerca del rumor de futuros despidos. “No estoy al tanto de despidos. Miran mucho C5N ustedes”, fue el discurso de Caviglia. Este viernes, cuando a Caviglia le pidieron explicaciones por los despidos, cuentan trabajadores y trabajadoras, que Caviglia dijo que para eso lo habían contratado: para recortar, para despedir. En eso no mintió. Caviglia hasta hace poco meses era Coordinador de Recursos Humanos de Vialidad Nacional. Allí también se encargó de preparar listas de despidos, esa parece ser su responsabilidad como funcionario. “Kunz es un contador de Misiones, encargado de hacer la lista, nunca tuvo en cuenta ni la formación ni la capacidad para el trabajo. Él hizo contratos fantasmas, puso nombres de asesores para llevarse sueldos. Y no es la única persona”, denuncian las trabajadoras.
No importa si sus trabajos tenían relevancia para la población y para el territorio. Eso no tiene importancia para el patrón del mal y sus ejecutores. Analia García y Nora Aira habían desarrollado la Línea Sur de Turismo, que cruza toda la provincia de Río Negro, de este a oeste. Ayudaron a transformar espacios ociosos en albergues y crear emprendimientos gastronómicos. Para seguir con los proyectos, tenían que ir con sus vehículos y pagar los gastos. Ahora están despedidas.
En Río Negro, de 25 trabajadores y trabajadoras que quedaban en Agricultura Familiar -después de la primer tanda de despidos en mayo- se despidieron a 20. “Con el Ministerio en manos de Etchevehere avanza con fuerza el monocultivo que quiere Monsanto. Los despidos forman parte de un gran conglomerado de desguace de las organizaciones campesinas, de las cooperativas ganaderas y de las comunidades indígenas a las que desalojan de sus territorios”, explica Lihuen Castillo, delegado de ATE Agricultura Familiar Río Negro, que fue despedido este año. Y agrega: “La devaluación y la pérdida de poder adquisitivo no modifica las decisiones de quienes manejan el Ministerio de Agroindustria porque no les interesa la política pública”. Al Patrón del Mal no le importa si todos y todas perdemos. No importa si no tenemos trabajo, no importa si no podemos acceder a alimentos sin veneno, no importa si familias de la agricultura familiar no pueden comercializar sus productos, no importa si nuestro dinero vale cada día menos. Mientras la Sociedad Rural y los grandes agroexportadores se beneficien, su objetivo está cumplido.
¿Sobran trabajadores y trabajadoras en el Ministerio de Agroindustria? “Eso de que sobraba gente en el Estado es una excusa para contratar amigos que se pasean por los pasillos sin trabajar. Acá no sobraba gente, sobraba para ellos, que querían cobrar la plata”, denuncia la trabajadora Gisela Jaures.
¿Sobran trabajadores y trabajadoras en el Ministerio de Agroindustria? “Sobran porque persiguen a los técnicos diciéndoles que no tienen trabajo”, explica Guadalupe. “Sin políticas públicas, sobramos absolutamente todos”.
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