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Dos tortas, una trinchera

Jésica Farías
03 de abril de 2014

Un grupo de fachos persiguieron a Fernanda y a una compañera en el barrio de Recoleta. Ellas pasaron frente a una manifestación neonazi. Ellos le hicieron la guerra. Se equivocaron.

Pasaron cerca de un acto nacionalista que se hizo el 2 de abril en Recoleta. No podían creerlo: Unos cuantos varones -de los machos y fachos- extendían sus brazos adelante. Saludo nazi, gritos nacionalistas. Una noche desolada que se quebraba con pedidos que atrasan siglos.

Fernanda y una compañera pasaron por delante, tomadas del brazo. Lo que sucedió después parece ser visto en blanco y negro. La irrealidad irrumpió en escena.

Reproducimos el texto de Fernanda Guaglianone, que con rabia nos escribe, interpelándonos:

“Que dos lesbianas caminen por Recoleta es razón suficiente para que nos griten atorrantas, putas desde un balcón y para que siete nazis nos rodeen sin que nos demos cuenta y nos persigan durante cuatro cuadras mientras pasamos frente a un acto por las Malvinas de grupos nacionalista al grito de Argentina, Viva Seineldín y Volveremos.

NO ES NOVEDAD PERO HAY QUE SEGUIR GRITANDO QUE NUESTRA EXISTENCIA MOLESTA.


02 de abril 2014, cerca de las 20, frente al Hard Rock café. Un puñado de nacionalistas de ultra derecha con banderas argentinas con las Malvinas reemplazando el sol, pantalones militares, cuerpos entrenados y botas que caminan siguiendo las órdenes de quien con bigote prolijo grita a través de un megáfono para que se desplacen, se separen y parezcan más. Dos mujeres con chalecos de la PFA (claramente de otra época) tienen cámaras de fotos y registran a sus compañeros, que brazo en alto, cantan el Himno Nacional Argentino.

No entiendo nada. Caminamos en paralelo a ellos unas cuadras hasta las vallas frente a la Embajada de Inglaterra. Ahí los esperaban la policía, más fachos que se fusionaban y hacían número en el acto que se desarrolló entre gritos de guerra, antorchas y formación militar. Siento la necesidad de pasar frente a ellos, de irrumpir. Dos tortas que caminan agarradas generan  trinchera. Paso seguro y con asco, nos abrimos entre los policías protectores. Paramos en un kiosco, cuatro fascistas tomando birra, cada cual con su tatuaje de esvásticas que me recordaron películas del siglo pasado. 

Cruzamos para verlos de lejos porque no podíamos salir del asombro. Algunas personas paradas en la esquina miraban como si fuera un accidente. Tomamos unas fotos lejanas para tener registro. Seguimos nuestro camino. Tres pasos más adelante me doy vuelta: Un grandote de pelo bien corto, pantalón apretado, botas y cadena me mira con odio. Seguimos caminando. Me di vuelta varias veces y lo mire a los ojos, entendí que no era uno, sino tres personas caminando atrás nuestro con actitud amenazante. Poca gente en la calle. Un feriado nacional que no termino de entender. Pienso que hacer con tres chongos nacionalistas soretes patriarcales atrás mío. Me paro, me vuelvo a dar vuelta y veo un gesto que me indica que ahora eran siete: Tres atrás, dos adelante y uno de cada lado. Estábamos rodeadas. Decidimos parar en la esquina y esperar el semáforo para entrar en el único bar abierto de la cuadra. Se acercan cada vez más. No paro de mirarlos a los ojos. No siento miedo. Tengo mucho odio. Entiendo perfectamente lo que está sucediendo: Tomé fotos, pasé en medio del acto irreverentemente y estoy caminado del brazo con una lesbiana extranjera. En la puerta del bar, uno se adelanta y me invita a pasar, le digo que si él va a entrar que pase primero, da una pitada al pucho lo tira y lo aplasta mirándome a los ojos. El gesto estereotipado de una violencia de ficción. Me sonrío. Y le pregunto qué le pasa, me dice que entre tranquila al bar que ellos nos esperarían ahí afuera? le digo que no entiendo. Se aleja caminando hacia atrás mirándonos y dice: Ustedes cuando están de a muchos se hacen los guapos. Nos lo dice así, en masculino? No entiendo a quien se refiere con ustedes, lo sigo unos pasos pidiéndole que me repita lo que dijo, se agarra la cadena que cuelga de su bolsillo. Llegan más. Entramos al bar. Los vemos desde la vidriera mientras se ríen de nosotras. Siento mucha bronca. Siento el impulso de ir a la esquina para ver hasta dónde llegan con su amenaza. Me doy cuenta que estos fachos te matan. Y te matan porque creen que su existencia vale más que la mía. Siento mucha impotencia por tener que pedirle al mozo del bar que me acompañe a parar un taxi. Escapar? tenemos que escapar de nuestra existencia. 

Buenos Aires. Recoleta. Macri. Policías. Nazis. Nacionalistas. 

Pienso que estamos haciendo como activistas. Pienso en cómo es posible que estos sujetos caminen por la calle y nadie diga ni haga nada. Pienso en porque no estamos ahí todxs juntxs disolviendo estos actos. Pienso en porque nos siguen matando. Pienso en los linchamientos de los últimos días. Pienso en mi ropa, mi pelo, mi cuerpo, mi identidad. 

Y siento rabia. Rabia por entender profundamente esta mierda”.