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ACRU: “Angelito de la crisis por mi barrio”

por Nelson Santacruz
19 de julio de 2024

¿Cómo leer nuestro tiempo con una canción? Acru, parte de la generación rapera joven-adulta, no es ajeno a las realidades de los barrios. A su estilo, con 27 años, es uno de los artistas que más crece en la escena sin dejar de lado sus orígenes. Con “Diente en Mano” profundiza las barras que leen a la pobreza, el hambre, la salud mental y el consumo con una gran sensibilidad artística y humana.

La primera canción de este año de Agustín Cruz, “ACRU”, lleva cientos de miles de reproducciones en Youtube y es un puño en el estómago. Su nuevo single, “Diente en mano”, salió el 13 de junio, luego de que en el Congreso de la Nación reprimieron cruelmente tras rifar la Argentina con la Ley Bases. No es casual que el creador del exitoso álbum “El Don” (2023) libere su rabia con estas letras mientras las fuerzas de seguridad se llevaban 30 personas detenidas arbitrariamente por manifestarse.

“¿Ello' están ciego' o yo estoy muerto?”, se oye en la canción y se ve al protagonista tirando de un carro de cartonero, durmiendo en la calle, peleando con su propia sombra, gritando, agarrándose la cabeza en un trabajo visual muy valiente: “Nace de una necesidad de seguir empujando mi decir, mi artística, poder llevarla a un nivel más profundo, tener consciencia del poder que pude conseguir con mi palabra y del poder que tiene la palabra”, explicó ACRU.

“Y yo conozco el chistar de las costilla' por el hambre. Las vi ser pastillas en la fe del inestable. A la necesidad rentable, ser la miel en los sin sangre. En pos de rehenes a merced de un ayer interminable”. 

Agustín acaba de cumplir apenas 27 años. Como muchos pasó por El Quinto Escalón, pero ya desde 2013 hay registros de sus primeras batallas en el freestyle rodeado de otros adolescentes con el mismo sueño en el rap. “Estoy más flaco de lo normal, extraño tomar mate debajo del sauce. La militancia supo triunfar pero la revolución no solo se siente sino que se hace”, ya escribía en “Viejita mía” de 2014. Es decir, la construcción de sus letras viene de una larga trayectoria de empatía con el contexto social.

“Bajo el portón, gajo' de arroz. Soñando con fajo' de amor, tajo el colchón. Debajo 'el cartón, la carta de adió', jeje. Quiero que Dios me interprete, o que me preste la Glock”.

Las barras de Diente en Mano me hacen ver a los pibes cuyos sueños se retuercen en cualquier pasillo de las villas bonaerenses, no por nada ACRU hizo el mes pasado su “Gira Conurbano” en localidades como Haedo y Quilmes. “Paseo la cuadra mientras que la panza me arda. Porque sé que el hambre no duele si el rico no sangra”. En este sentido, el hambre cala hondo donde no solo falta la comida, la droga no mata sin antes torturar a los pibes, la falta de horizontes o simplemente un techo digno carcome cualquier esperanza y hace más atractiva la idea, como dicen sus letras, de pedir una Glock.

“Conozco el gen del ¡bang-bang! Reconfortable. Conozco en piel la intensa hiel de los culpable'. Ayer yo vi los hilo' de los ignorante'. Vestir al títere elegante que pone a girar el hámster”.

Analizar una canción no alcanza para comprender a Agustín. Hay que ir más atrás, hay que venir más acá, cuando encantado del hip hop entró al mundo del grafitti y enamorado de los colores tuvo que vender tartas en el colegio para comprarse las latas de pinturas en aerosol, su puerta de entrada al freestyle. Los principios, sus bases y condiciones como artista, se pueden notar acentuados en El Origen (2017), pero este mes hasta él mismo dice que se superó: “Siento que es de mis mejores materiales hasta el momento por todo lo que lo compone”, dijo en sus redes.

“Vomito rabia en un blister, cambian los chiste'. El abandono es desgracia, gracia', ¿lo viste? Lo hacía con deslice'. El que asaltó mi infancia y borró lo simple. Dejó la constancia al financiar desgracia con tal de reírse”.

La batalla cultural no está perdida. Esta composición de ACRU, con la producción de Luigi Navarro, la mezcla de Facundo Yalve y el master de Javier Fracchia es un pedido de justicia. Se abraza a un montón de adolescentes y jóvenes que saltan en pogos que llenan un Luna Park y que trasciende por Latinoamérica. Es una poesía social, visual y sonora, que trata de hacer honor a cierta orfandad: “Este material ambicioso y fuerte es un testimonio eléctrico que refleja la vivencia marginal o mejor dicho ‘los olvidados de Dios’. Tener que producir e interpretar esta obra ha sido un desafío increíble”, escribió en Instagram ACRU.

“Sí, sí, vení, pasá, amigo. Este perro no muerde, sus costilla' son de lino, plah. Hablar del marginal es aburrido: esbozó el banquero mientras se pegaba un tiro”.

Comprender las nuevas narrativas, hacerlas propias, darles contexto, nos permite construirnos culturalmente. Artistas como ACRU, al expresar “leo la imagen, creo en mi santo: Angelito de la crisis por mi barrio” arrastra un día a día difícil en una Argentina con 55% de pobreza. Hay una necesidad de expresión, de literatura, de canción en los pasillos donde alguna vez el rock alimentaba las rebeldías, la cumbia villera entonaba nuestras bellezas y miserias y hoy, con el hip hop son también la vidriera de una generación rota que trata de reconstruirse. Con política, con militancia, con asambleas, con solidaridad y con arte.