Entrevista al escritor José Barcia, autor del libro El Suicidio del hombre, que llama la atención sobre los límites de la forma de vida actual.
En el libro usted advierte sobre los peligros que se ciernen sobre la humanidad si no asume que el límite del capital es el límite de la Tierra ¿Cómo fue el proceso por el cual llegó a estas conclusiones?
El proceso que me llevó a la conclusión obvia de que no es posible un crecimiento indefinido en un mundo finito, se fue gestando en la práctica de mi profesión. Por supuesto, había en ese proceso una subyacente inquietud filosófica que me acompaña desde mi juventud. En ella, un elemento fundamental es la previsión de la demanda futura de energía eléctrica, para proyectar los sistemas que sean capaces de responder a esas exigencias. Como esa demanda es siempre creciente, hasta ahora, la pregunta obligada es: ¿hasta cuándo?, y la respuesta de Perogrullo es que en algún momento deberá detenerse y reducirse, pero como no lo hacemos racionalmente con un plan, ésta loca carrera nos llevará a muchos padecimientos. Si nosotros no lo hacemos, la naturaleza lo hará inexorablemente, con costos enormes para la humanidad. El problema es que no podemos detenernos. La población mundial va en aumento. En la última década la producción de electricidad global distribuida por redes en el mundo se duplicó, y las dos terceras partes de esa nueva generación la aportó el carbón. El carbón también cubrió la mayor parte del déficit de generación provocado por la “pausa nuclear” que se ha impuesto Japón y algunos países europeos después de Fukushima, con Alemania a la cabeza. Atendiendo a esta irrefrenable voracidad por la energía, estamos generando aproximadamente 32 mil millones de toneladas de dióxido de carbono equivalentes por año y en constante aumento.
¿Por qué la única solución a la emisión del dióxido de carbono que provoca el calentamiento global es la energía nuclear, según lo afirma en el libro, teniendo en cuenta el peligro potencial que representa, tal cual se demostró con Chernobyl y Fukushima?
Por supuesto que la energía de “fisión” nuclear no es la única solución a la emisión de dióxido de carbono, pero por un período vamos a necesitarla. En realidad, la energía nuclear no es renovable estrictamente hablando, ya que depende de “combustibles” fósiles de existencia limitada, pero no genera dióxido de carbono que es la amenaza tangible que nos acecha. Por otra parte, la energía nuclear produce una polución térmica en aguas y atmósfera. Las energías renovables son la hidráulica, la eólica y la solar. La “otra” energía nuclear, la de “fusión” sí que sería prácticamente inagotable, pero presenta enormes dificultades tecnológicas que no podemos dominar, pese a décadas de investigación y cuantiosas inversiones. Obviamente que debemos usarlas en todo nuestro alcance, pero cubren hasta ahora una pequeña parte de la generación que consumimos. Entonces, el concepto es que durante el período de transición hasta conseguir que toda la energía pueda ser renovable, usemos la energía nuclear cuya tecnología conocemos para evitar en todo lo posible la quema de combustibles fósiles. Por supuesto que para conseguir esto, paralelamente debemos incrementar rápidamente las energías renovables y básicamente reducir el despilfarro obsceno actual de la energía, para que las energías renovables sean capaces de suministrar lo estrictamente necesario y racional. Pero para que esto sea realidad hay que modificar la conciencia de la humanidad. La energía nuclear ofrece riesgos en potencia a los que hay que afrontar en lugar de otro peligro cierto e inexorable si no adoptamos drásticas decisiones. Si nuestra “civilización” fuera sensata, deberíamos estar ahorrando como mínimo la mitad de la energía que se genera, sin afectar seriamente nuestro modo de vida. Simplemente se debe evitar el despilfarro. Entonces, se usarían los volúmenes de energía renovables disponibles, en el orden que los técnicos conocen muy bien en los despachos de carga de las redes eléctricas, y evitando en todo lo posible el uso de combustibles fósiles. Lo que se hace ahora en algunos países como Alemania o Japón es reemplazar centrales nucleares por térmicas de combustible fósil con el consiguiente agravamiento del efecto invernadero. El problema de la energía eléctrica, como se explica en el libro, es que debe generarse en tiempo real. Por lo tanto, debe haber un mix de las centrales de distinto tipo generando al mismo tiempo. Si no hay agua en los embalses no hay generación posible. Si no hay viento no hay energía eólica disponible y en la mayor parte del día no hay energía solar, justamente en horas nocturnas, por lo que tienen una limitación técnica en la participación de la red de generación. Estas tres posibilidades de generación no son autónomas, necesitan respaldo, ya que ellas solo pueden cubrir una parte del consumo. Lo ideal sería que la generación base fuera hidráulica, renovable y no contaminante por excelencia, con la ayuda de las nucleares que son de base por su propia naturaleza. Las centrales hidráulicas requieren condiciones geológicas y climatológicas disponibles y grandes inversiones y plazos para su ejecución. Los generadores eólicos tienen previsiblemente un gran desarrollo en el futuro cercano. Hoy ya hay países con una importante porción del consumo generado por el viento, pero nunca podrán alimentar todo el consumo. Se puede decir lo mismo de la energía solar que hoy tiene una participación muy pequeña en el consumo energético mundial. Argentina tiene las mejores condiciones del mundo para generar energía eólica, pero ha hecho muy poco al respecto. Muchos ambientalistas creen que las energías del viento y el sol pueden ser llevadas a una escala masiva para satisfacer la creciente demanda, pero numerosos analistas responden que las energías renovables distan mucho de poder resolver el problema. Alemania está enfrentando este problema. En síntesis, la seguridad es la gran cuestión clave de la energía nuclear. Después de Chernobyl, se han gestado sustanciales mejoras de seguridad de las centrales nucleares en todo el mundo y seguramente Fukushima está siendo una importante fuente de enseñanzas para aplicar en futuras centrales nucleares.
¿Cuál es su opinión respecto de las asambleas populares como las de la provincia de La Rioja para quienes la extracción de uranio, que es el material con el que se alimenta las centrales nucleares, es tóxica para las poblaciones cercanas y utilizan grandes cantidades de agua?
Advirtiendo que soy un neófito sobre la minería, solo puedo hacer algunas consideraciones generales. La minería para extracción de cualquier material es potencialmente peligrosa para el medio ambiente. Una vez ubicado el yacimiento, en general tenemos tres posibles métodos de explotación: la minería por lixiviación “in situ”; a cielo abierto; y la minería subterránea. Para el primer caso, existen yacimientos en los que es posible extraer el uranio sin tener que extraer tierras, aprovechando la facilidad de solubilidad del uranio. Esto es viable si se dan ciertas condiciones, como tener confinado el yacimiento entre capas impermeables, mientras que la roca que contiene el uranio es, por el contrario, permeable y los minerales de uranio presentes son fácilmente solubles. Se recurre entonces a la lixiviación “in situ”, con la que hay que tener en cuenta sus importantes connotaciones medioambientales por el uso intensivo de agua y su disposición posterior una vez contaminada. Si este es el caso de La Rioja, estamos en problemas porque este es el método especialmente peligroso de la minería. Todos sabemos que las empresas mineras son un enemigo del medio ambiente, especialmente si el Estado concedente mira para otro lado y las regulaciones son laxas o no existen. Pero por otra parte, la explotación del uranio es el precio a pagar para tener energía nuclear, y rigen las generales de la ley que le caben a la extracción de otros minerales.
Siendo que la Argentina tiene las mejores condiciones eólicas del mundo ¿cuáles serían los pasos a seguir para aprovechar las ventajas que presenta la Patagonia para desarrollar este tipo de energía renovable? ¿Cuáles serían las desventajas de este tipo de energía?
Los pasos a seguir son obviamente la construcción acelerada de parques eólicos, para lo cual se necesitan capitales que requerirán las condiciones adecuadas. El problema energético argentino es un problema político, ya que las tarifas eléctricas tienen un manejo populista discrecional, no permitiendo los recursos necesarios para la expansión y mejoramiento. Los resultados están a la vista. Los sistemas de transmisión y distribución eléctricos están en lamentables condiciones para atender una demanda desmesurada debido a las condiciones climáticas como quedó claro en el verano 2013-2014. Esta demanda está además exacerbada por tarifas subsidiadas para propender al despilfarro. Además, debemos comprar en el exterior una buena parte del gas necesario, que viene enfriado a -160°C en barcos metaneros a precio internacional. Un verdadero despropósito. Una buena política energética haría que capitales abundantes que sobran en el mundo con bajas tasas de interés, invirtieran en la construcción de parques eólicos en Argentina, con la más alta eficiencia y por lo tanto rentabilidad del mundo. Un generador eólico puede generar mucha más energía en la Patagonia que en Europa, esta es una característica técnica de los aerogeneradores. En efecto, la energía generada es función del cubo de la velocidad del viento. Lo que puede ser una desventaja en otros lugares del mundo, por ejemplo Europa, debido a la alta concentración de población, la escasez y valor del suelo, el ruido que a veces genera oposición, la contaminación visual, no son problema en Argentina.
Respecto de uno de los mitos postmodernos como es el biodiesel: ¿Por qué este combustible no representa una alternativa para el reemplazo del petróleo?
Existe un intenso debate global sobre la eficiencia térmica del biocombustible sobre los combustibles fósiles. En el libro se transcribe una esclarecedora entrevista con Hartmut Michel, Premio Nobel de Química 1988. En esa entrevista el científico hace trizas los argumentos a favor de los biocombustibles y finaliza diciendo: “Basta hacer los cálculos.” En EE.UU. y Europa, las leyes que exigen el creciente uso de biocombustibles en los autos han tenido efectos de vasto alcance, dicen los economistas, ya que la tierra que antes se usaba para cultivar alimentos resulta más rentable si se la utiliza para la producción de combustible. Para 2020, los combustibles de transporte de Europa tendrán que contener un 10 % de biocombustible. Más biocombustibles, menos comida, esa es la ecuación. Los biocombustibles compiten con los cultivos alimentarios. Los EE.UU. usan el 40 % de su cosecha de maíz para biocombustible, por lo que no es raro que el precio de las tortillas se haya duplicado en Guatemala, que importa casi la mitad de su maíz. Hace apenas tres años, con un quetzal-unos quince centavos de dólar-se compraban ocho tortillas. Hoy solo se compran cuatro. Dice un dirigente de los agricultores de Guatemala: “La gente no tiene que comer. Necesita alimentos. Necesita tierra. No puede comer biocombustible ni tiene auto”. Existe una esperanza con los biocombustibles de segunda generación, en los que no se utilizan los granos de cereales sino las hojas y los tallos que son un desperdicio para fabricarlos. Porque moler granos de soja y maíz para hacer combustibles no parece muy inteligente. Cabe además la pregunta: ¿son realmente renovables los biocombustibles? ¿Qué pasa con los suelos que son saqueados de sus nutrientes, los que deben ser repuestos con fertilizantes a un altísimo costo? ¿Qué de los plaguicidas que están envenenando la Tierra? Los bosques se talan para sembrar soja.
¿Qué es el concepto de “agua virtual” que menciona en El suicidio del hombre, y cuál es su relación con el comercio agrícola mundial?
Como se define allí, es la cantidad de agua por unidad de alimento que es consumido durante su proceso de producción. Este moderno concepto, tiene apenas 20 años, hasta ahora ignorado, es de una capital importancia en el comercio agrícola mundial. Su análisis lleva a conclusiones sorprendentes. Porque el comercio agrícola mundial puede también ser pensado como una gigantesca transferencia de agua, en forma de materias primas, entre regiones. Baste como ejemplo decir que la obtención de 1 kilo de porotos de soja requiere mínimamente 1000 litros de agua. En la tabla 8 del libro se resumen movimientos globales de agua virtual exportados e importados por los primeros países de ambas categorías. Argentina se desangra, exportando un recurso como su suelo, no renovable naturalmente y el agua supuestamente renovable, pero ésta va de yapa, como se dice en lenguaje popular.
¿Se puede hacer algo para evitar El suicidio del hombre tal como transmite el título de su libro?
Claro que una persona puede hacer algo para evitar la catástrofe. Puede por ejemplo, evitar el despilfarro de la energía eléctrica en la iluminación con lámparas de bajo consumo, apagando luces o televisores que permanecen encendidos inútilmente; puede evitar el uso de acondicionadores de aire y combatir el calor con ventiladores que consumen un cinco por ciento de la energía necesaria para un acondicionador; puede ahorrar calefacción eléctrica o a gas; puede ser cuidadoso con el uso del agua, evitando múltiples descargas completas de inodoro que llevan enormes cantidades de agua potable a engrosar aguas cloacales que se vuelcan crudas en los ríos, puede usar su auto lo menos posible en ciudades esquizofrénicas, trasladándose en transporte público; en síntesis, puede hacer estas cosas elementales que dicta el sentido común. La pregunta es: ¿Cuánta gente es consciente y usa el sentido común? La salvación de la especie requiere la acción mancomunada de las grandes mayorías y sin fronteras, es decir de toda la humanidad. ¿Pero qué escuchan las grandes mayorías de sus dirigentes políticos sino mensajes en sentido contrario? Es dable pensar que nuestra clase política está rayando en la delincuencia, como advierten algunos pensadores. A todos los gobiernos y los economistas que los asesoran, lo único que les preocupa son los índices de crecimiento, o sea, los índices de consumo. Entonces: ¿cómo conseguiremos la conciencia de las grandes masas si los políticos les están contando un “relato” mentiroso, contrariando las advertencias y el clamor de los científicos a favor de la sensatez? Tenemos un cortísimo plazo para que el grueso de la humanidad entienda que el planeta no nos necesita, de hecho hace solo unas decenas de miles de años que estamos en él como “homo sapiens”, pero en cambio nosotros sí necesitamos del planeta que es nuestra casa. ¿Se puede ser optimista para el futuro de la humanidad? Es la frase final del primer capítulo del libro. La respuesta, anticipada en el título del mismo es, definitiva y lamentablemente, no. Permítaseme una modesta opinión coincidente con otras mucho más autorizadas: el hombre es irredimible. Somos el producto evolutivo de innumerables acontecimientos azarosos, geológicos, biológicos y climáticos, que nos han puesto en este pequeño y hermoso planeta azul, súbdito de una estrella como tantas, en la periferia de una galaxia dentro de un concierto de miles de millones de ellas. Pero no escapamos a las generales de la ley animal, y no tenemos el control de nuestro destino como especie.
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