Peluquerxs, coloristas y manicuras que deciden escapar al trabajo bajo patrón y formar una cooperativa. New Way es un proyecto colectivo que tiene a la clientela como principal asociadx.
“Ahora estamos tranquilas. Acá trabajamos con nuestros tiempos y nuestras cosas. Con alegría además. Imaginate trabajar ocho o diez horas diarias sin descanso casi. Con un tipo que pasa y te mira, supervisando todo. No es lindo”, cuenta Sandra Codina, una de lxs 13 cooperativistas que pegaron el portazo en una peluquería grande de Congreso hace ocho años. Y así fue que abrieron New Way. “¿Querés saber la verdad? Al principio fue una locura que nos mandamos. Y tuvimos millones de quilombos y cosas que aprender que ni imaginábamos”. Alvaro Scorovich es el tesorero de la cooperativa. Dice que el cargo le cayó del cielo. Su experiencia en administración lo “condenó” a llevar adelante las cuentas, además de la tintura en la peluquería.
Después de años -cansadxs del maltrato y la explotación laboral- empezaron a planificar la forma en que saldrían de la relación de dependencia para abrir un nuevo camino. En los ratos libres, en los minutos de almuerzo y esperando el bondi para ir a casa debatían cómo y qué hacer. Primero alquilaron un local a la vuelta del trabajo, lo empezaron a refaccionar e hicieron un fondo en común. Cuando todo estuvo listo, le avisaron al patrón, todxs juntxs y sin preámbulos, que se iban de la peluquería.
Y lxs clientxs acompañaron la aventura. De boca en boca y con volanteadas improvisadas pudieron reunir a la vieja clientela. De a poco se fueron reencontrando. “Y te siguen. Una clienta que es diseñadora nos hizo la imagen de la pelu, otra nos ayudó con los trámites. Lo que pasa es que el compromiso era con nuestro trabajo, no con el patrón”. "Y sí –interrumpe Silvia mientras le hacen las manos- nosotras nos venimos por ellos. Yo vengo acá y es como ir a terapia:charlamos, nos conocemos, me arreglan el pelo”.
La cooperativa es una fiesta de colores, luces, movimiento de tijeras y secadores de pelo que nunca se callan. El trajín diario casi no permite atender a la charla. Igual se dan un tiempo para contar aquella historia que los unió en un proyecto autogestionado para zafar del patrón. “Acá siempre vas a encontrar risas. Es que la cosa funciona y eso te hace laburar con tranquilidad”. La cosa siempre funciona en una peluquería, aún en tiempos de crisis. La diferencia es que antes la comisión por trabajo lxs obligaba a competir entre compañerxs, ahora –en cambio- son dueñxs y lo que ingresa es distribuido en forma equitativa. “A ellos les encantaba dividirnos. De esa forma sostenían todo”, opina Sandra. Pero Álvaro nos aclara: “Ojo que en el último tiempo aumentaron los servicios y los insumos. Y la clientela se cuida. Sigue viniendo la misma gente y cuesta más. Estamos viviendo una época dura pero le ponemos onda”.
“Al principio tuvimos algo de miedo por lo desconocido pero siempre confiamos en nuestro laburo. Sabemos que una peluquería bien administrada genera ganancias. Y si esas ganancias son para nosotros, todo es mejor”, dice Cele Casimiro, mientras le corta el pelo a una piba del barrio. “Yo, por ejemplo, me sumé después y casi de casualidad - cuenta Carolina Gauna-. Y acá me encontré con compañerismo y trabajo genuino. No me voy más”.
Mirtha es la clienta más antigua de New Way. Conoce a Mauro Gómez (secretario) y a Javier Gómez (presidente) “hace mil años”. Tantos que las cuentas no le cierran. Le pide a Álvaro un cambio de look: “Sacame el rubio. Quiero algo más oscuro”. La respuesta es contundente: “No. A vos te va bien este color. Haceme caso”. “Ay, este siempre me hace lo que quiere”, reprocha Mirtha con ternura. El colorista -mientras tanto- prepara un rubio más oscuro, pero rubio al fin.
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