Color verde cemento

por Pablo Tano y Pablo Bruetman
Fotos: Vicky Cuomo
24 de junio de 2019

No hay capital en toda América Latina que tenga menos espacios verdes por habitante que la Ciudad de Buenos Aires. La responsabilidad del Gobierno de la Ciudad y la lucha de vecinos y vecinas por poder respirar aire fresco.

Tal vez si Carlos Thays viviera se volvería a morir de un síncope al recorrer la Ciudad de Buenos Aires, aquella que él mismo, en 1891, con su creatividad y formación fue diseñando con alfombras verdes y coloridas, espaciosas y mágicas calles arboladas para una mejor calidad de vida de sus habitantes. El innovador jardinero y paisajista francés transformó a la gran urbe porteña en un lugar apacible y respirable con aromas de jacarandas, y plazas y parques para el disfrute y esparcimiento del público. Pero cambia, todo cambia. La fisonomía hoy ya es otra. Y lo que es más preocupante son las estructuras de cemento que se encolumnan como tótems con mayor presencia y le ganan al ecosistema.
 
La plaza, el pasto y el aire puro han pasado a ser un lujo en Buenos Aires. La Organización Mundial de la Salud recomienda entre 10 y 15 mts2 de espacio verde por habitante y apenas contamos con 6mts2. El Código Urbanístico – aprobado en diciembre de 2018 a pesar de la oposición de todas las asambleas vecinales de la ciudad-, proyecta una Buenos Aires de 6 millones de personas sin planificar la construcción de pulmones de naturaleza. Este es uno de los motivos que llevaron a la CTA-A Capital a redactar el documento Propuestas por el buen vivir en la Ciudad de Buenos Aires. “La idea es generar una discusión abierta entre laburantes, para que aparezca la agenda de trabajadores y trabajadoras dentro de la ciudad. Discutir trabajo, salario, salud, vivienda y espacios públicos y que las ideas puedan ser tomadas por todo el espectro partidario”, explica Pablo Spataro, secretario General Adjunto de la CTA-A Capital. ¿Tomarán la Legislatura y el Gobierno de la Ciudad alguna idea sobre espacios públicos de las que piden trabajadoras y vecinos? Los datos estadísticos de los últimos años hacen suponer que el ambiente no es prioridad….
 
Por supuesto, hay barrios que sufren más que otros la falta de pasto y árboles. Y no casualmente suelen ser zonas en donde creció la construcción en los últimos años. Para encontrar un espacio de aire puro en la Comuna 5 (Almagro y Boedo) o la Comuna 3 (San Cristóbal y Balvanera) hay que patear unas cuantas cuadras o buscarlos con lupa; porque las plazas existen y el color verde también: pero el olor y la textura del pasto natural se extrañan y mucho. Y los datos duros certifican la sensación: el último informe de la Dirección de Espacios Verdes, que data de 2017, indica que estas zonas cuentan con sólo 0,02m2 y 0,04m2, respectivamente, de superficies verdes por habitante.
 
Algunas comunas no tienen espacios verdes, otras los están perdiendo. El caso más evidente es el de la Comuna 8 integrada por los barrios de Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano, en donde se perdieron 150 hectáreas de superficie verde que fueron destinadas a proyectos inmobiliarios. Los barrios más afectados son los populares o de más reciente urbanización. “Donde hay espacio para poner verde, hacen una cancha de fútbol de cemento”, denuncia María Eva Koutsovitis, coordinadora de la Cátedra de Ingeniería Comunitaria de la UBA e integrante del conjunto de mujeres promotoras de espacio público en barrios populares.

En Villa 20 hay apenas 0,2 metros cuadrados de superficie verde, en la 15; 0,22 y en el playón de Fraga de 0,00
 

Las mujeres promotoras, junto a la UBA y la CTA-A Capital están realizando un mapeo ambiental, a partir del cual notaron que en Villa 20 hay apenas 0,2 metros cuadrados de superficie verde, en la 15; 0,22 y en el playón de Fraga de 0,00. Sí, no hay un pedazo de pasto en el barrio que se conformó alrededor de las ex vías del Ferrocarril Urquiza.

A otros barrios los han salvado su historia o sus mismos vecinos y vecinas. Por ejemplo que el Parque Lezama estuviese declarado como Monumento histórico fue el argumento fundamental para que la Defensoría del Pueblo y vecinos y vecinas de los barrios de San Telmo, Barracas y La Boca evitaran en el enrejado que proponía el Gobierno de la Ciudad. 

La arquitecta Bárbara Rossen, coordinadora de Derechos Urbanos, Espacio Público y Medio Ambiente de la Defensoría del Pueblo va batalla por batalla, barrio por barrio, y plaza por plaza, compitiendo una lucha desigual entre el negocio y los espacios verdes. Entres vecinos y vecinas contra el Gobierno de la Ciudad. “Donde más carencia hay es en la Comuna 5”, sentencia. Boedo es tierra de cemento.

Once, si bien no es un barrio oficial sino parte de Balvanera, le sigue de cerca pero al menos en el último tiempo han podido ganar una batalla: “La Manzana 66, en la intersección de las Avenidas Jujuy y Belgrano, y en la cuadrícula delimitada por las calles Catamarca y Moreno, es un caso paradigmático donde se pudo expropiar el terreno y llevar el emprendimiento a otro sector para que esa Comuna recupere un espacio verde que no tenía. Es un logro de militancia porque insistieron, fueron a la Legislatura, al Gobierno de la Ciudad…”, explica Rossen y llama a la acción. Si queremos espacios verdes, debemos molestar tanto al poder para que se cansen y nos los den. La famosa autodeterminación de los pueblos: juntarse en asambleas y conseguir que nuestros representantes se comporten de verdad como tales.  

La creación de pulmones verdes es una responsabilidad de la política integral urbano ambiental de la Ciudad de Buenos Aires y tiene una fácil solución: aprovechar las tierras del Estado. Sin embargo esos espacios casi nunca se convierten en verdes, sino que son vendidos para emprendimientos inmobiliarios. “Nosotros podemos recomendarle al Estado que cumpla con el requerimiento de los vecinos. Presentamos oficios, amparos… Inclusive el Defensor del Pueblo,  Alejandro Amor tiene un proyecto al que llama Más verde, menos cemento, en el que plantea, justamente, que a determinados terrenos que fueron ociosos de la Ciudad fueran recuperados como espacios verdes pero…son el Ejecutivo y la Legislatura quienes deben accionar”, lamenta la arquitecta de la Defensoría del Pueblo. Otra frase repetida: pan para hoy, hambre para mañana.
 
Más allá de los terrenos que se destinan al negocio inmobiliario aún existen muchos espacios con posibilidad de ser convertidos en verdes. La cuestión es para qué se eligen utilizarlos. “Una de las propuestas por el Buen Vivir que hacemos las mujeres promotoras del espacio público es utilizar los pulmones de manzana para recuperarlos como huertas comunitarias. Son espacios que hoy debido a la falta de políticas públicas, se destinan a desechos. Pero para eso también hay que mejorar la separación de residuos en origen y la recolección: tenemos barrios populares de la Comuna 8 en donde el Gobierno pospone la licitación para que las cooperativas realicen la recolección”, propone, reclama y denuncia la ingeniera Koutsovitis.

Los espacios verdes son reguladores del agua de lluvia y cumplen un rol muy importante en el manejo de inundaciones
 

Y hay una tercera clase de terrenos que son los más peligrosos. Los que parecen verdes pero no lo son. Aquellos con los que nos engañan: los espacios color verde cemento: “Hay Intervenciones del Gobierno de la Ciudad que impermeabilizan los especios verdes absorbentes, son las famosas plazas secas. Es algo que se ve mucho en la poca intervención que hacen en los barrios populares. A los espacios comunes disponibles deciden transformarlos en una cancha de futbol cementada”, dice María Eva con la autoridad de quien recorre los barrios.
 
Los espacios verdes son salud. Por eso la Organización Mundial de la Salud es la que provee la estadística oficial de que son necesarios entre 15 y 20 metros cuadrados de corredores verdes por habitante para una vida saludable. “La Ciudad fue perdiendo superficie verde absorbente. Los espacios verdes son servicios eco sistémicos y reguladores del agua de lluvia, cumplen un rol muy importante en el manejo inundaciones, y contribuyen a las mejoras respecto de las emisiones de dióxido, además de funcionar como espacios de recreación”.

La arquitecta de la defensoría del Pueblo Bárbara Rossen cree que será muy difícil alcanzar la cifra recomendada por la OMS pero está dispuesta a insistir: “No tenemos que bajar nunca la guardia y, cada vez que exista la posibilidad, acompañar a los vecinos en los reclamos. El dejar el tema en agenda ya es importante. En Parque Lezama hemos conseguido mantener el espacio verde y en Once logramos un nuevo espacio verde, con todo lo que eso implica. Ahora acompañamos un proyecto para generar un espacio verde en Rocamora y Pringles, en Almagro, un barrio en donde abunda el cemento”.
 
Al recorrer la Ciudad los resultados entran por los ojos y duelen. Aún hay más cemento y menos verde. Mucho verde mentira, mucha plaza con más cemento que pasto. Mucho color verde cemento. Mucha peor calidad de vida: la city porteña encabeza el ranking de las ciudades de América Latina con menor cantidad de metros cuadrados destinados a espacios verdes: según las estadísticas de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas apenas contamos con cuatro metros para cada una de las 3 millones de personas que la habitan.

CASOS EMBLEMÁTICOS: 

No a las torres en el Parque Isla de La Paternal

Aquí, en un cordón verde propicio para el esparcimiento público que forman los predios de las Facultades de Agronomía y Veterinaria, sobre la Avenida Chorroarín, la problemática urbano ambiental se genera por la incipiente construcción de 11 torres de 16 pisos cada una donde estaba emplazado el ex Albergue Warnes que fuera demolido en 1991. El proyecto fue aprobado por la Legislatura pero vecinos y vecinas no acuerdan. “Cuando vos sacás leyes, solamente con los votos propios, terminan siendo proyectos muy resistidos por los vecinos. La Paternal es así: no es un proyecto que tenga consenso. Salió con los votos justos. Fue una idea de un estudio de arquitectos y una agencia inmobiliaria. No se hablan entre ellos y nadie sabe lo que están haciendo. Alguien los recibió y tiró los planos arriba de la mesa”, destacan desde la Defensoría.
 
El caso de la Manzana 66
 

En pleno corazón de Balvanera, en la intersección de las Avenidas Jujuy y Belgrano, y en la cuadrícula delimitada por las calles Catamarca y Moreno, la asamblea autodenominada Manzana 66 Verde y Pública, luchó para que se diera marcha atrás con un proyecto inmobiliario de gran magnitud y fuera relocalizado en otra área. “Se estaban vendiendo esos terrenos y los vecinos vieron una gran oportunidad para hacer un parque. Vinieron a la Defensoría, fueron a la Legislatura, los acompañamos a la Audiencia Pública, se organizaron y movilizaron muy bien. En el caso de la Comuna 3, el Gobierno fue receptivo con el reclamo y encontró una solución de intercambio con el dueño de la Manzana, le dio otro predio, y autorizó a que se construyera la Manzana 66, y a unas pocas cuadras el Parque de la Estación en Once. Ese es otro espacio ganado”. 

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