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Casona Cultural Humahuaca: un refugio en el Abasto

por Lautaro Romero
Fotos: Federico Imas
09 de diciembre de 2020

Durante el macrismo acumularon un año de deuda de alquiler, pero gracias al apoyo de la gente conservaron el espacio y los puestos de trabajo. Y a pesar de los problemas económicos, nunca dejaron de mirar hacia afuera y pensar en el barrio con una lógica de cooperativa.

De no haber sido por la solidaridad de la gente, los trabajadores y trabajadoras de la Casona Cultural Humahuaca (actualmente 12 personas, junto a un montón de otras personas que participan de distintos colectivos que hacen a la comunidad casonera); no hubiesen conseguido la hazaña de pagar el alquiler durante estos ochos de meses de pandemia en los que la icónica “casa chorizo” del 1900 -ubicada en la calle Humahuaca 3508-, permaneció cerrada.

La Casona Cultural Humahuaca, como otros 50 espacios en la CABA, forma parte de MECA (Movimientos y Espacios Culturales y Artísticos). “Nos sentimos más acompañados por Nación que por Ciudad, su política deja mucho que desear. Recién hace un mes se sentaron a dialogar con los referentes de MECA para armar mesas de trabajo por los protocolos en los espacios públicos. A nosotros nos bajaron recursos recién en septiembre, luego de que se abrieran convocatorias de subsidio para el financiamiento de centros culturales. Hay espacios adjudicados que por cuestiones burocráticas todavía no recibieron el dinero. Con ese dinero pagamos el alquiler, la luz y el gas. Creemos que podemos tirar hasta marzo. Después no sé…”, nos dice Mariela Jungberg, coordinadora y referente de la Casona.

Durante el macrismo habían acumulado un año de deuda de alquiler y tuvieron que redefinir su economía. En septiembre del 2019 surgió la iniciativa del sostenimiento colectivo “500 x 100”, es decir: 500 personas que aporten 100 pesos –o el valor que puedan- de manera sostenida y continuada durante un año. La ayuda de lxs vecinxs no impidió que en diciembre varios compañeros y compañeras debieran irse de la Casona porque estaban precarizadxs y no podían sostenerse económicamente.

Mariela: “Hicimos peñas, muestras por zoom. Recibimos mucha ayuda familiar. Hubo una gran articulación entre vecinxs y el Estado Nacional para poder subsistir”. Cuenta que en el 2010 se sumó a este proyecto -surgido al calor de la crisis del 2000-, y que el 24 de mayo pasado cumplieron 20 años de vida.

En mayo empezaron con el delivery y la gastronomía. Fue cuando apareció la idea de vender a pedido y sumar un nuevo emprendimiento casonero: un almacén cultural. Pizzas, empanadas, budines y productos de cooperativas amigas. En junio organizaron ollas populares para fortalecer el entramado social con otras organizaciones de la comuna 5. Además, pasaron a ser nodo de la UTT y formalizaron el nombre de almacén/bar.

Mariela: “Hay muchos amigos casoneros que trabajan en la UTT. Ofrecemos frutas, verduras y productos de la economía social. Nos manejamos con formularios y listas de difusión. Las personas reciben las ofertas. Los jueves se hacen las entregas. El barrio de Abasto tiene población de alta vulnerabilidad, casas tomadas, hoteles familiares. Nuestro rol, siempre, es pensar en el barrio. Pensar en el afuera y después en el adentro, fue todo en simultáneo”.

Durante dos décadas el bar sostuvo la economía de la Casona. Y siempre convivió con el espacio cultural. Y a su vez con el emprendimiento de salud mental, “Franca Matina”, que funciona dentro de esta usina del arte. “Tres personas de las que están a cargo de la producción en la cocina son usuarios de salud mental. La lógica es de una cooperativa social. Tenemos un compañero que es nuestro guardián, durante la pandemia se fue a vivir a la casona porque no tenía donde dormir. Es un refugio social en medio de la Ciudad de Buenos Aires”.

En este momento la Casona se encuentra en proceso de apertura, están rearmando la cooperativa y generando nuevos vínculos. La génesis de todo radica siempre en el trabajo grupal y colectivo. En la calle. En que los vecinos y vecinas charlen y gesten proyectos vinculados a la salud mental, a los derechos humanos, al arte, a la recreación, al juego, al psicodrama.

Pintaron el frente y pusieron mesas. Lucen un patio hermoso para hacer talleres. Con la nueva disposición del gobierno de la Ciudad está la posibilidad de usar las veredas y calzadas. “Tenemos una responsabilidad social. Somos conscientes de que los espacios al abrirse promueven el encuentro entre personas. Tenemos que seguir ciertos protocolos. Nosotros le llamamos la ´cuidadanía´, tiene que ver con el concepto de salud comunitaria. Habla de la ecología del cuidado, esto de que la ciudadanía se cuide a sí misma”.