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Arte viviente en el Bauen

por Lautaro Romero
14 de noviembre de 2016

El hotel cooperativo del centro porteño recibió a la Tattoo Fest. La convención reunió a artistas de todas las latitudes y estilos, entre ellos al tatuador de Messi, Roberto López. Concursos, seminarios y extensas sesiones de pinchazos.

¿Se imaginan cientos de personajes, de amplio rango generacional, la mayoría de ellos tatuados hasta los dientes, con cientos de kilos de aros luciendo en su cuerpo y un andar desfachatado, llenando la ficha de ingreso en el Hotel Bauen, ese mismo que nació para ser cinco estrellas en plena dictadura militar Argentina?

Para colmo no visten de traje. Vienen de aquí y de allá. Incluso de lejos, de Brasil, Colombia y Estados Unidos. Algunos traen valijas, otros a sus hijos en brazos, y miran de reojo, procurando que nada de lo que guardan tan preciadamente sufra un rasguño: máquinas de tatuar, apuntes en un sinfín de hojas con dibujos terminados y otros por terminar, libros de arte viviente, materiales para el tatuaje. Desde agujas de todas las formas y tintas de todos los colores, hasta cajas de guantes descartables. Llevan consigo, además, largos ratos de pinceladas con esas máquinas que son minúsculas pero que a la vista dan impresión y peor aún, recuerdan al consultorio del dentista. En ese mundo hay dolores que no matan, por el contrario, generan placer.

Ellos fueron los protagonistas estelares de la novena edición del Tattoo Fest este fin de semana en el Bauen. Stand por stand. Entre la venta de insumos como productos para el cuidado de la piel (y de la barba también), ropa y esos accesorios que delatan tu presencia a una cuadra de distancia. Ellos y Sebastián Espinosa, quien estuvo a cargo de la organización del evento, junto un grupo de amigos y colegas.

Hace tiempo que Sebastián se mueve en el ambiente del tattoo: “En 1993 arrancamos a trabajar, más que nada con la venta de insumos”, nos cuenta. “Hoy tenemos un local en San Miguel y surgió la oportunidad de hacer otro evento con estos excelentes artistas. Nos ayuda a crecer: este año el ganador de la elección al mejor tatuaje tendrá un stand en la Expo Tattoo Floripa en Brasil”.

Tres de los 20 pisos que ostenta el Hotel Bauen Cooperativo conformaron un collage de lo más singular, donde hubo que forzar la vista para hallar al menos un espacio de piel libre entre tanta muchedumbre. Como ocurrió con Vicente de 81 años, que se vino de González Catán y gozoso dijo haberse hecho 111 tatuajes en tan sólo dos años, mientras le tomaban fotos a su última obra adquirida, en la nuca.

Para ese entonces Billy Rockin hacía mover los pies como en los años 60, a pocos metros de allí, en el anfiteatro Abuelas de Plaza de Mayo. A punto de caer el sol, varias aspirantes al concurso Miss Pin Up se paseaban esplendorosas por los corredores aterciopelados del Bauen. Incluso Mc Pyo ya había comenzado en la entrada del hotel con sus tradicionales sesiones de Body Painting.

En un rincón del primer piso, cerca de 40 personas se agruparon durante horas como alrededor de un fogón. Los fieles aprendices de miradas expectantes no se movieron de esas cuatro paredes, queriendo recordar con detalle cada movimiento, cada pinchazo de Roberto López durante el seminario de Realismo del sábado por la tarde. Con Roberto intercambiamos palabras ni bien terminado su trabajo: una virgen en un brazo que conmovió a más de uno.  

“Estudié dos años dibujo en el Museo de Bellas Artes y después se me dio por el tatuaje. Investigo constantemente, pruebo nuevas máquinas y materiales. Éste es un espacio importante para aquellos que tengan curiosidad y quieran experimentar”, explicó el tucumano radicado en Mar del Plata, quien le escapa a los flashes más allá de que su nombre esté destinado a resonar hasta el fin de los tiempos por ser el tatuador de Lionel Messi, el astro del Barcelona. “Es un ser humano más. Hay una frase de José Larralde que dice ‘La idea, aunque a veces chica, de que aquel es superior, obliga a ser inferior’”, reflexionó.

Y si bien hace 16 años que tatúa, Roberto confesó ser “alérgico al ambiente”, puesto que por esa razón no logra acostumbrarse a los gajes del oficio. “Lamentablemente hay demasiada competencia y desprecio entre tatuadores. Yo jamás me subiría a un pedestal, nada más lejos. Cada dibujo es un piso nuevo para mí, no hay techo”.

También hubo charlas de body piercing y máquinas de tatuar con Griselda Aradna y Lauro Paolini. Un evento de tres jornadas que encontró a tatuadores y tatuados. Todos allí alcanzaron la cresta de la ola, algunos con reconocimiento internacional avalado por su talento como principal bandera, otros con las marcas a flor de piel. El arte viviente pasó por el Bauen.