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A los muertos de la represión de 2001 les sigue faltando justicia

por Maxi Goldschmidt
25 de diciembre de 2015

Jorge Demetrio Cárdenas fue baleado en las escalinatas del Congreso y murió poco después. La lucha de sus familiares.

“Poné Crónica que lo están pasando a tu papá. Le pegaron un tiro, parece que está muerto”, gritaba una vecina. En la casa de la familia Cárdenas corrieron al televisor y lo que vieron no se olvida más: Jorge Demetrio Cárdenas, el papá, el marido, el sostén familiar, estaba tirado en las escalinatas del Congreso, rodeado por un charco de sangre. Apenas un par de horas antes había dicho “si salió todo el pueblo a la calle, yo también voy a ir”. Y se fue, acompañado de su hijo menor, desde Merlo hacia el centro de la Capital, donde cientos de argentinos y argentinas se manifestaban en contra de un gobierno que se caía a pedazos. Y que no tenía mejor idea que decretar el estado de sitio.

En la madrugada del 19 al 20 de diciembre, al ver las primeras imágenes, a Cárdenas se lo dio por muerto. Había recibido dos tiros. Una de las balas entró y salió de su cuerpo; la otra le quedó en la ingle. Los disparos fueron realizados por policías de la Federal, que aún no fueron identificados pese a que hay testigos y videos en los que se ve a un grupo de uniformados disparando contra la multitud. 

A Martín Cárdenas, su hijo de 17 años, también le dispararon. Recibió dos balazos de goma en la pierna cuando quiso asistir a su padre que se desangraba. Tuvo que insistir a los gritos hasta que le permitieron acercarse a ese hombre que, como se ve en las fotos, estaba tirado muriéndose ante la pasiva mirada de dos jefes policiales. 

“Cuando empiezan a disparar empezamos a correr todos. Yo me protegí detrás de los asientos de la plaza frente al Congreso y cuando miro veo a mi viejo tirado en el descanso de las escalinatas. Pensé que estaba desmayado, nunca me imaginé que le habían disparado con balas de plomo. Cuando me acerqué vinieron dos policías y me dispararon dos balas de goma, así que después de un rato pude asistirlo. ‘¿Dónde está mi hijo, dónde está mi hijo?’, gritaba mi viejo, que según lo que dijeron los médicos perdió como dos litros de sangre y de milagro no murió desangrado”, recuerda Martín. 

Finalmente a Cárdenas lo subieron a una ambulancia y fue operado de urgencia en el Hospital Ramos Mejía, donde le mostraron el proyectil que había estado alojado en su cuerpo. A los siete meses, Cárdenas murió. Sin embargo, no se lo cuenta entre las víctimas fatales en el juicio oral y público sobre la represión de ese diciembre del 2001. Se habla de cinco muertes causadas por la represión policial: las de Diego Lamagna, Carlos “Petete” Almirón, Gustavo Benedetto, Gastón Riva y Alberto Márquez. A Cárdenas, en cambio, se lo cuenta entre los 117 heridos. “Después de los disparos que recibió, mi papá no fue el mismo. El era asmático, pero hacía años que no le agarraban ataques. Y después de los disparos, le empezaron a agarrar crisis seguidas de asma, lo tuvimos que llevar varias veces al hospital. Además lloraba todo el tiempo, tenía miedo. El siempre había sido muy fuerte y alegre, pero se fue deteriorando. Tenía como ataques de pánico, no quería salir a la calle. Por eso yo quiero que se lo reconozca como una de las víctimas fatales del 19 y 20. Lo ponen entre los 117 heridos porque el falleció después, pero fue el primer herido de bala de plomo y su muerte estuvo directamente relacionada con lo que le pasó”, asegura Verónica Cárdenas, su hija. Lo mismo dice su viuda, Blanca Lobo, quien recuerda como su marido “todo el tiempo decía que se iba a morir. Incluso me dejó todo ordenado los papeles de la casa, la escritura. ‘Esto es de los chicos’, me decía, y ‘lo único que te voy a pedir es que nunca metas a nadie acá adentro’. A nosotros nos hacía re mal, porque él se ponía a llorar. El miraba a mi nieta y decía ‘pensá que no la voy a ver cuando tengas 15 años’”. Marina Daniela cumplió los 15 el año pasado, y la familia se agrandó con otros cinco nietos que el abuelo no pudo conocer. 

En la casa del barrio Libertad, en Merlo, Blanca ceba mates dulces mientras recuerda los tiempos en que conoció a su compañero, al que se lo ve en diferentes cuadros en las paredes. Ella nació en Tucumán y Jorge era de Bahía Blanca, pero el destino los cruzó en Temperley. “Empezamos a salir y al poco tiempo nos juntamos. Tuvimos tres hijos y atravesamos un montón de cosas juntos. Fueron 27 años, hasta que él falleció. Cuando lo conocí era martillero público y tenía cinco negocios. Después se fundió y hacía changas, pintura, trabajos de panadería, lo que saliera. Siempre fue un tipo luchador, un buen papá, un buen marido, un buscavidas que hacía cualquier cosa con tal de que a los chicos no le falte para ir a estudiar. Había sido delegado municipal en Merlo, lo conocía todo el mundo”, cuenta Blanca.

UN LUCHADOR POR LA JUSTICIA

Es de las cosas que más enorgullece a su familia: la lucha que llevó adelante Jorge Demetrio Cárdenas para que se juzgue a los responsables del asesinato del hijo de su hermana, Walter Vallejos, el joven hincha de River que junto a Angel Delgado fue asesinado por barras de Boca tras un superclásico en 1994. “Luchó tanto por la muerte de su sobrino -recuerda Blanca-. Dejó de trabajar un año para dedicarse al juicio y logró que condenaran a todos los barrabravas. Fue algo que pasó a la historia. Y ahora mi hijo Juan Manuel quiere hacer con su papá lo mismo que él hizo con su sobrino. Esa es su impotencia, que su papá luchó tanto por hacer justicia y ahora que a él lo mataron no hay justicia. Pero hay que creer, y nosotros creemos que ese día llegará. Pasaron 12 años, pero confiamos y por eso mi hijo va de acá para allá, a los Tribunales, habla con los abogados, no se pierde las audiencias del juicio”. Y es así, Juan Manuel también le hizo una promesa a su padre. “A veces me pongo a pensar y es como lo que pasó con mi primo. Él luchó y yo voy a hacer lo mismo. Mi viejo se había comprometido que iba a conseguir justicia y lo logró. Tocó todas las puertas, habló con todo el mundo, salía en la tele todos los días. Se puso una meta y no paró hasta conseguirla. Fue difícil ese tiempo, porque teníamos custodia acá, en casa, porque imaginate que mi viejo se metió con La Doce, pero después de tres años logró que se condenen a los barrabravas. El estaba orgullo de eso porque era la primera vez en la historia que pasaba. Para mí sería algo importante que se condene al jefe de la Policía Federal, tipos que porque son jefes, se creen que están allá arriba y eso no tiene que ser así”. 

Para Verónica también ese es un orgullo y un destino. “Mi viejo le juró en el cajón a mi primo que no iba a parar hasta meterlos presos. El siempre creyó en la Justicia, y nos inculcó eso a nosotros. Por eso queremos que se haga justicia. Confiamos en la Prefectura que tiene el video y que se pueda identificar al policía ‘gatillo fácil’ que disparó y mató a mi papá. Queremos que paguen por lo que pasó. Mi viejo dio la vida por todo el pueblo, por eso queremos que se lo reconozca como tal”.

Si bien a Cárdenas no se lo cuenta entre las víctimas fatales de las violentas jornadas de diciembre, su apellido fue mencionado constantemente en las audiencias en los Tribunales de Comodoro Py. Es que el caso de Cárdenas, al que le dispararon con balas de plomo en la madrugada del 20 y su imagen tirado en las escalinatas del Congreso fue reproducida por varios canales de noticias, sirve para demostrar que tanto el presidente Fernando de la Rúa como las autoridades jerárquicas políticas y policiales tenían plena conciencia de los alcances de la represión . Durante el estado de sitio, no hicieron nada por evitar las muertes y las heridas, cuando su obligación precisamente era resguardar a los habitantes.

“Lo levantaron a mi viejo de las escalinatas y siguieron reprimiendo como si nada”, se queja con razón Verónica, mientras su hermano apunta que “como el presidente decretó el estado del sitio, los policías hicieron lo que quisieron, sin ningún tipo de control. Pero todo lo que pasó se podría haber evitado. Una cosa es tirar balas de goma o gases, y otra es reprimir con balas de plomo”.

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