"A las bases les queda una larga lucha hacia la verdadera democracia"

por Revista Cítrica
24 de diciembre de 2018

Osvaldo Bayer nos recibió en el Tugurio, su casa en el barrio de Belgrano, y nos explicó qué significa ser anarquista. Además sus coincidencias y discrepancias con el kirchnerismo, la carta que le escribió a Macri y su relación con el periodismo.

De repente hacemos silencio, nos volvemos extremadamente respetuosos ni bien se abre esa puerta que tiene un cartel fileteado: “el tugurio”, como le puso su tocayo Soriano. “Pasen, por favor”, invita Bayer y entramos por un pasillo y nos sentamos con timidez a medida que el anfitrión trae sillas y sillones desde todos los rincones de esa casa de paredes con hojas: las interiores, miles o millones, con letras y encuadernadas; las del patio, decenas o cientos, de muchos verdes y tamaños. Y así, con la misma sencillez y coherencia con la que escribe, lee, riega y acaricia sus plantas, Osvaldo habla y cuenta muchas cosas. Nosotros somos todo ojos y oídos; y también preguntas. Acá van algunas con sus respectivas y tan valiosas respuestas.


¿Cómo analiza el movimiento cooperativo en Argentina?
Como primer paso hacia el futuro a mí me parece muy bien. Se trata de ir aprendiendo el trabajo comunitario, llevando a cabo ese lema de “todos para uno y uno para todos”. De esto se trata el principio del socialismo. Creo que realmente deberíamos propender a eso y terminar con el capitalismo que es lo más injusto y lo más irracional. Eso de que todo el dinero sea manejado por una o dos personas, o por tres o cuatro empresarios, y todos los demás estén a las órdenes de ellos. Cuando en verdad las ideas pueden llevarse mucho mejor en un plano de asamblea, en un plano social. Yo siempre he apoyado las cooperativas.

Foto: Viojf

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De todas maneras hay sectores de la izquierda que critican el cooperativismo.
Hay una vieja teoría al respecto que decía que había que propender directamente al socialismo y no a este paso intermedio que es el cooperativismo. Porque se decía que la cooperativa pasaba a ser una empresa, y que al ser todos patrones, iban a defender esa cooperativa como patrones, frente a cualquier intento de un socialismo de base.  Esa es la teoría, pero para mí las cooperativas son un aprendizaje. Que todos trabajen para la empresa y que todo se resuelva en asamblea, y que las ganancias y pérdidas se repartan, se trata del primer paso para luego pasar al verdadero socialismo.

Las ideas pueden llevarse mucho mejor en un plano de asamblea, en un plano social. Yo siempre he apoyado las cooperativas

¿Cómo se autodefine políticamente?
Tengo 84 años. Cuando empezó el peronismo tenía 18. Viví el primer peronismo, después me fui a estudiar a Alemania donde estaba esa juventud de posguerra que no se explicaba cómo sus padres pudieron haber apoyado a Hitler y haber participado de la Guerra Mundial. Había un gran interés en toda esa juventud por el hecho de llevar a cabo un cambio. Y allí formé parte de la Juventud Socialista. Pero cinco años después volví a Argentina, quise afiliarme al partido Socialista, y vi que era un conservadurismo literario. Además no me aceptaron porque me hicieron una especie de examen de ideología y les parecí demasiado avanzado. Finalmente, como aquella Juventud Socialista Universitaria de Alemania tenía rasgos libertarios del anarquismo, lo estudié a fondo, y me parece que es la teoría más profunda, más humana, más saludable. Es como el socialismo pero en libertad, jamás una dictadura del proletariado. Y el poder, es todo para las asambleas. Puede ser un ideal, pero paso a paso, con paciencia, se puede llegar a eso.

¿Qué es ser un anarquista hoy?
Desgraciadamente, la conformación poderosa del capitalismo y esta social democracia burguesa, más el poder del bloque comunista, hizo casi desaparecer al anarquismo. Ser anarquista en estos tiempos es una especie de mala palabra. Se cree popularmente que se trata de un tira bomba, un saboteador, o que se niegan a trabajar, pero eso es una gran mentira. Basta ver lo que fue el anarquismo en Argentina, que dio comienzo al movimiento obrero. Que luchó y obtuvo las 8 horas de trabajo. El anarquista de hoy debe comprender a la sociedad, comprender a la gente, conversar, tratar de convencer. Enseñar principalmente, a través de la experiencia de uno. Que tras tantos años vividos y con tantas corrientes políticas que hubo, ninguna trajo alguna solución. Seguimos teniendo villas miserias, niños con hambre, desnutridos. O sea que los argentinos no somos capaces de alimentar siquiera a nuestros propios niños. Y vemos el fracaso de todos los partidos políticos. No resistieron a las dictaduras militares, el pueblo no salió a las calles a defender sus gobiernos de turno. El 17 de octubre fue una gran concentración popular, pero cuando fue el verdadero peligro de las armas, la gente no salió a las calles. Todos nuestros presidentes huyeron, algunos lo han hecho en forma patética. Es decir que no hay ningún talento democrático de defender la democracia. Y el hecho de que hayamos llegado a una dictadura con desaparición de personas, habla del fracaso total de nuestras democracias. Ni el radicalismo ni el peronismo se interesaron por democratizar al ejército. El peronismo apenas fue un reformismo, y la juventud peronista que quiso llevar ese movimiento a la revolución, encontró la muerte en manos del peronismo de derecha con la Triple A, o con las fuerzas armadas. Ahora es muy interesante esta apertura de puertas con respecto a la discusión política existente y las cosas que se están logrando. Sostengo que dentro de las fuerzas mayoritarias, los K –con sus enormes defectos- son los que han hecho cosas positivas, como el de llevar por primera vez a los asesinos de uniforme del poder a los tribunales y verlos en cárceles comunes. Este es un hecho que hay que resaltarlo. Porque lo de Alfonsín fue todo una puesta teatral que terminó con lo de la Obediencia Debida y el Punto Final. Y ahora se los condena a prisión común y esto es muy importante. Yo creo que estamos comenzando una época en la que se van a acabar para siempre los golpes militares. Ya nadie va a atreverse a hacer un golpe militar después de esto. También, por ejemplo, destaco el haber devuelto los haberes de las jubilaciones al Estado y no a empresas privadas como lo hizo Menem. Y también comenzar la discusión sobre democratizar a los medios de comunicación. Pero claro, al mismo tiempo hay que cimentar la defensa de la democracia y terminar con la corrupción ambiente que hay. Puesto que este gobierno tiene muchas cualidades, pero nada ha hecho todavía con respecto a la defensa de la ecología ni acerca de los derechos de los pueblos originarios. Les queda a las bases una larga lucha hacia una verdadera democracia.

Ni el radicalismo ni el peronismo se interesaron por democratizar al ejército.

¿Y cómo ve este momento tan polarizado en cuanto a la sociedad argentina?
-Lo veo con mucha preocupación. Cuando la sociedad se divide en los buenos y los malos, o al revés, hay un pronto peligro de la democracia. En mis 85 años he soportado trece dictadores militares y por eso conozco bien el ambiente que se iba formando antes de los golpes de Estado. Ya el levantamiento o protesta de gendarmes y efectivos de la Prefectura no hace muchas semanas nos tendría que haber puesto de sobreaviso. Y luego esta marcha de las sartenes originada en el barrio Norte. Siempre son las mismas fuerzas las que comienzan a conspirar. Sí, tienen derecho a salir a la calle en una democracia. Lo único positivo de ella fue que no hubo ni represión por parte del gobierno ni violencia por parte de los manifestantes. Pero hay que estar preparados contra toda posibilidad de golpe militar. Aunque esas fuerzas no tienen ya la fuerzas de antes pero siguen teniendo las armas. El pueblo también debe prepararse ante cualquier peligro de golpe y estar preparado para salir a la calle. Y no como en los casos anteriores desde Uriburu, que el pueblo se quedó en sus casas. Y los presidentes en vez de defenderse hasta el final –como lo hizo Allende en Chile- los nuestros huyeron, algunos en forma patética y ya los últimos en helicóptero.

Foto: Viojf

Foto: Viojf

¿Cómo nace su relación con los pueblos originarios?
Al entrar en el Archivo General de la Nación y empezar a leer los momentos históricos, me di cuenta del racismo de un Bernardino Rivadavia, extremo racismo, como cuando contrata al coronel prusiano Federico Rausch. Y después toda la documentación de la Campaña al Desierto de Roca. O los originales de Sarmiento, donde es insoportable en su racismo, y de esto nunca se habla, pero hay que decirlo. Sarmiento, en casi todos sus escritos, habla de los indios piojosos, y eso que él tenía un 25% de huarpe a través de su madre Albarracín. Pero claro, su sueño era Estados Unidos, y él quería hacer de la Argentina un Estados Unidos, y por eso trae las maestras norteamericanas para que nos enseñaran a ser como los norteamericanos. Ése era el sentido de progreso de Sarmiento. Cuando Alberdi se da cuenta de que el país estaba vacío, por las interminables guerras entre Federales y Unitarios y por el genocidio que había hecho Roca con los pueblos originarios, proclama que “Gobernar es poblar”. Y es entonces cuando Sarmiento sale al cruce y le retruca: “Sí, pero poblar solamente con europeos del norte”, refiriéndose a ingleses, alemanes, suecos y holandeses. Porque ésos eran los que fueron a Estados Unidos y formaron la plataforma de aquel país. Pero aquí tuvo que “conformarse” con italianos y españoles, ésto dicho en sorna, porque si aquellos pueblos del norte decidían emigrar, no se iban a Argentina, ya que les quedaba demasiado lejos. Hubo minorías alemanas y de otras etnias, pero en general se produjo esa cuestión épica de millones de italianos y españoles hacinados en conventillos. Otra cosa que nunca se nos dijo fue que la Campaña al Desierto fue cofinanciada por la Sociedad Rural. Su presidente era nada menos que el señor José Martínez de Hoz. Por un vale de 4 pesos se le entregaba a los estancieros una hectárea de tierra. A Martínez de Hoz, en el reparto de tierras que hicieron el Presidente Nicolás Avellaneda y el ministro Roca, le tocaron dos millones y medio de hectáreas, por ser presidente de la Sociedad Rural. ¡Vayan a contarlas! Son dos millones quinientas mil manzanas. A todos los demás miembros de la Sociedad Rural, los Pereyra Iraola, los Anchorena, los Unzue, les dieron un mínimo de 500 mil hectáreas. Y de ahí nació el poder de la tierra. Y para los indios comenzó la esclavitud. Otra cosa que no se nos contó. Está en los diarios de Buenos Aires de 1879, y se puede ven en el Archivo General de la Nación, en la Biblioteca Nacional: “Hoy reparto de indios. A toda familia que lo requiera se le entregará un indio varón como peón, una china como sirvienta y un chinito como mandadero”. Se les quitaba los hijos a las mujeres indias, para repartirlos, y para que aprendieran a ser civilizados, en teoría. Todo esto se hizo, y luego de ese estudio que hice decidí que no había que seguir soportando esa historia oficial que tuvimos y tenemos nosotros. Ni tampoco soportar un monumento a Roca que fue hecho por el mismo hijo de Roca, que era vicepresidente de Justo en la década infame. Y los que inauguraron todo, pues, tendrían que ver los apellidos: por ejemplo, los Unzue, los Anchorena, que están agradecidísimos a Roca porque tienen tierras gracias a él. Yo hice durante diez años, todos los jueves, unas clases en el monumento a Roca, en las que muchas veces hubo una concurrencia que lograba parar el tránsito. Y le pedimos al Concejo Deliberante que sacara ese monumento, y yo tuve la idea de que se cambiara el nombre de Roca y que con ese bronce se hiciera un monumento a la mujer de los pueblos originarios. Pues, ¡cómo ha sufrido esa mujer, que en su cuerpo ha nacido el criollo, el soldado de nuestra independencia! Pero el Macrismo nos contestó que en historia hay que mirar hacia adelante. Entonces le escribí una carta a Macri diciéndole que había aprendido mucho después de su respuesta. Yo suelo ir a Alemania y voy a proponer allí que se devuelvan las estatuas de Hitler, porque “en historia hay que mirar hacia adelante”. Por supuesto que no me respondió.

El anarquista de hoy debe comprender a la sociedad, comprender a la gente, conversar, tratar de convencer

¿Cómo se inició en el periodismo?
Cuando arranqué con el periodismo pensé y me dije: yo quiero ser historiador y hacer ensayos al respecto, pero voy a hacer periodismo durante unos dos años para adquirir un estilo muy claro para mis investigaciones y así terminar con ese estilo académico que suelen tener los textos de trabajos sobre historia. O sea que se puede decir exactamente lo mismo en un idioma claro y periodístico, y sin poner términos academicistas. Ahí trabajé un año y medio en el diario Noticias Gráficas y me ofrecieron ir al diario Esquel de la Patagonia. Estuve al frente del diario, pero cuando vi el trato que se le daba a los pueblos originarios de allí, donde eran explotados literalmente, empecé a escribir a favor de los pueblos originarios. Y ahí duré poco, el propietario me llamó y me dijo que eso no se podía escribir. “Cómo que no, si es la verdad”. le dije. Finalmente me echó la Gendarmería. Me acusaron de doble tentativa de homicidio, y eso que nunca manejé un arma. Sólo lo hice en el servicio militar, pero salí especialista en lustrar pisos. Estuve 18 meses y fue un bochorno. Yo ya era pacifista y lo hice como experiencia, para ver cómo era la milicia vivida desde adentro. Fue nefasto.

A diferencia de aquellos tiempos hoy podemos hablar de una Ley de Servicios Audiovisuales que, entre otras cosas, pretende darle voz a los marginados de los medios. 
Me parece muy importante que haya comenzado la discusión. Y me parece una magnífica medida haber nombrado a Sabbatella en esa función en la que está. Porque los medios jamás deben pertencer a empresas comerciales ni a propietarios privados, al contrario, tienen que ser de derecho público. Es decir a instituciones que representen los interes de las bases en sus distintos aspectos y también, el Estado tiene que dar cabida y ayudar a las cooperativas de periodistas, de artistas, de músicos y de gente del espectáculo. En este sentido hay que seguir la lucha. Mientras haya empresas, el periodismo no puede ser jamás independiente, porque hay que seguir la línea del patrón. Es decir, si pertenece a empresas privadas, no es democracia.

 ¿Cuál siente que es su responsabilidad generacional hacia los jóvenes? ¿Qué les dice cuando habla con ellos?
Uno puede hablar por la experiencia, nunca someterse a dictados de nadie. Tener la libertad de la palabra. Si se pertenece a una agrupación política, que todos tengan el mismo derecho a hablar, por eso la asamblea tiene que ser el medio para toda discusión política. Por supuesto que después hay que acatar la resolución de la mayoría, pero que siempre se tenga en cuenta el parecer de la minoría. Y por último, la única paz que se va a encontrar, la única forma de terminar con la violencia, es la palabra “igualdad”, que cantamos en nuestro himno nacional desde 1813. En 1837, Esteban Echeverría escribió en el dogma socialista: “No puede haber democracia, nunca, si primero no hay igualdad”. Llegar a una igualdad de a poco, o con una revolución es la forma de conseguir la paz. Las diferencias sociales traen la violencia.

*Nota publicada el 8 de febrero de 2016

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