Se cumplieron 40 años de la desaparición forzada del cineasta. Sin embargo sus películas, que supieron estar prohibidas, cada vez se ven más y tienen una actualidad que impresiona.
“Estoy en la cama”, dice Juana Sapire cuando atiende su celular. No puede ser cierto. Esa mujer de más de 70 años que en unos minutos hablará con pasión y voz fuerte, erguida, acerca de las injusticias de ayer y de hoy, no puede estar en la cama. Debe estar jugándonos una broma. Ella no solo está llena de vitalidad, también es la persona que ha conseguido volver inmortal a su compañero Raymundo Gleyzer. Fue Juana quien después de la desaparición del cineasta se encontró con que los brutos de los milicos se habían llevado el televisor pero no las películas y las conservó para que hoy esos documentales y esas ficciones prohibidas que no han perdido una gota de actualidad sean remasterizadas y formen parte de una serie de homenajes a Gleyzer por los 40 años de su desaparición, que incluyen también la presentación del libro Compañero Raymundo, escrito por la periodista Cynthia Sabat y la misma Juana Sapire.
La obra de Raymundo Gleyzer se ha vuelto inmortal no sólo porque Juana la rescató. El director también había hecho su parte. Filmó (en varias ocasiones con la presencia de Juana realizando el sonido y/o la producción) a los desposeídos con humildad. Y los desposeídos siguen ahí. Documentó las luchas y las pequeñas victorias obreras de los empleados a la explotación de las fábricas imperialistas en Swift(1971) y en Me matan si no trabajo y si trabajo me matan(1974). Y los obreros explotados cada vez son más. Ficcionalizó con bronca y violencia a los burócratas sindicales en Los Traidores(1973). Y ellos siguen traicionando. “Parece hecho a propósito, se pasa Los Traidores en el Cine Gaumont la misma semana que la cumbre del sindicalismo argentino pactó con el gobierno para no hacer el paro general. Sigue todo igual. El hambre, la desigualdad. Las películas tienen una vigencia tremenda”, destaca Cynthia Sabat, autora del libro y apasionada por las películas, la vida y la familia de Raymundo.
¿Cuál es la película a la que le tienen más cariño y por qué?
Cynthia Sabat: Me matan si no trabajo y si trabajo me matan es la película que siempre elijo para pasar. Es mi preferida. Me gusta porque aborda un tema tremendo, una huelga que hacen un grupo de obreros de INSUD, porque se estaban envenenando y muriendo de saturnismo. A ese tema tan tremendo Raymundo le da cierta liviandad con fragmentos de humor, canciones y hasta una secuencia animada que explica el capitalismo. Me parece maravilloso como en un momento en una situación tan dura de la Argentina él pone una cuota de humor y hace una película que no solo se sobrelleva bien sino que dan ganas de volver a verla.
Juana Sapire: Toda nuestra obra me gusta, trabajamos en ella toda la vida. Me gusta Los Traidores porque marca la burocracia sindical en Argentina. Me parece una obra muy valiosa y muy actual. Ahí se mandó con todo, no se guardó nada, hizo todo. También me gusta México, la revolución congelada por las mismas razones. Retrata la situación de México de muchos años. Y en la actualidad los problemas persisten.
¿Cómo eran las producciones de las películas? ¿Cómo convivían con familias en lugares donde faltaba la comida y hasta el agua?
C.S: Raymundo viajaba al lugar, se contactaba con los habitantes del lugar y no robaba imágenes, no llegaba y hacía todo rápido. Buscaba convivir con la gente, conocer como vivían y cuáles sus problemas. Si la familia tenía poco para comer, el comía lo mismo. Él se quedaba a dormir con la familia, no se iba a un hotel con agua caliente y todas las comodidades. Vivía en las mismas condiciones que ellos, con absoluto humanismo y absoluta naturalidad. Y un día les pedía permiso para sacar la cámara. Les decía cuando llegaba que iba a hacer una película pero se tomaba tiempo y les daba a las personas que iba a filmar. Ese era su método. Era duro, en Brasil estuvieron en un lugar sin agua, donde a la familia se le murieron los hijos por falta de alimento, él sufría todo en carne propia.
J.S: La producción era mínima, lo hacíamos como podíamos. De la forma la más sencilla, amorosa y amable con la gente. Era sencillo porque nosotros entrevistábamos a la gente, no estábamos en las grandes ciudades, con grandes producciones ni nada. Íbamos en equipo, tres o cuatro personas, a conocer el modo de vida, y cuando la gente te aceptaba, sacabas la cámara, el grabador; y ahí armábamos todo, con el mayor de los respetos. Respetando los tiempos que tiene la gente del interior, que son diferentes a los de la ciudad. Raymundo era una persona trasparente, de mirada clara decía las cosas como eran. Y la gente te mira cuando entiende que entendés sus problemas.
Muchas cosas cambiaron desde 1973, año en que se estrenó Los Traidores y la actualidad. Pasó la dictadura militar más sangrienta, gobiernos democráticos, juicios a las juntas, obediencia debida y punto final, anulación de las leyes, juicios nuevamente y recuperación de la identidad y de la memoria. También cambió la forma de hacer y producir cine. Sin embargo la narración no tradicional de este clásico del cine argentino hacen creer que pudo haber sido filmada ayer. O cualquiera de estos días, porque los diálogos del líder sindical Barrera podrían reproducirse hoy mismo: “Esto se resuelve siempre así. Usted llama al obrero y le ofrece un arreglo con indemnización. No hace falta darle el 100%. Con el 70% está bien. Nos da un 20% a nosotros y ustedes todavía salen ganando un 10”, le dice el burócrata a un empresario que quiere despedir a 200 empleados. En épocas de despidos, y que por supuesto no se indemnizan al 100%, las líneas de Barrera sorprenden por su vigencia. Pero Juana Sapire no se sorprende. Cree que si Los Traidores se volviera a filmar hoy se verían las mismas cosas, las mismas agachadas.
¿Cómo ves a la Argentina y a la democracia de hoy?
J.S: Hoy veo una desocupación terrible, despidos masivos. Estas son las cosas que se ven en la Argentina de hoy. Yo no digo que no funcione la democracia, me pregunto dónde está. No la conozco, no sé dónde está. ¿Cómo va a haber democracia si no hay trabajo? Eso no es democracia, es una porquería, es una basura, una cosa insoportable. A mí la democracia no me importa una mierda porque no la veo, no la registro. Para mi democracia sería que avance el país, que mejoren los sueldos, que las fábricas no cierren, que los niños tengan educación, que no tiren abajo el Paka Paka. Si esto que tenemos es la democracia, no sirve para nada. Estoy podrida que me digan que en la democracia está todo perfecto. No es así, si no resolves lo que está mal la democracia no sirve de nada. Si en vez de resolver arruinas más y más el país, la democracia no es lo que los griegos inventaron. Es otra cosa. No están los milicos, tenemos democracia, dicen. No es así. La gente que habla hoy dice las mismas cosas. Si se hiciera hoy Los Traidores, veríamos las mismas cosas, las mismas agachadas. Todo lo mismo que ahora. Y el presidente del país es el mismo vendepatria.
¿Qué te genera cuando ves que desde los medios de comunicación o los poderes concentrados reivindican a figuras como la de José Ignacio Rucci?
J.S:¿Dónde lo reivindican? ¿En la tele? Yo no miro, ayer la prendieron y estaba el gordo Lanata así que la apagué. Se dice Lanata así como si a alguien le importara lo que dice. Nadie lo conoce afuera de la Argentina. Lo saqué rápidamente. ¿Por qué tengo que escucharlo? ¿Por qué tiene plata y poder?
El que lo revindica a Rucci será el mismo gordo, traidor, hijo de puta que hace 40 años lo hacía. También hay gente que revindica a Macri. No importa que la gente esté en la calle, sin cultura, sin trabajo y que los chicos no tengan frutas para alimentarse. Si no te importa nada de eso, allá vos. Ahora si te importa, te das cuenta del desastre que está ocurriendo con este sistema. Que pone a uno, pone a otro y es lo mismo. No sé a dónde iremos a parar y es muy triste.
Compañero Raymundo
Este viernes 27 de mayo a las 19 en el cine Gaumont, al cumplirse exactamente 40 años de la desaparición del cineasta se presenta el libro Compañero Raymundo, con la presencia de las autoras Juana Sapire y Cynthia Sabat, quien nos contó cómo fue el proceso de escritura.
¿Cómo fue el trabajo con Juana?
El trabajo con Juana no fue fácil. Ella estaba muy sensible por revolver la historia, y volver al pasado. Algunas anécdotas eran hermosas, otras eran duras. Pasamos momentos complicados. Me llamó la atención que le hacía preguntas básicas y se enojaba conmigo. Por ejemplo yo le preguntaba por qué algunas de las películas tenían voz en off en inglés y ella se fastidiaba. Finalmente entendí que las copias que habían sobrevivido eran las del productor extranjero. Fue Juana la que me convocó para escribir este libro. A mi me pareció importante elegir la primera persona, es una primera persona que es una mezcla entre Juana y yo. Yo hago el papel de investigadora, hago el análisis de las películas, contextualizo cada una y Juana la parte más emocional de lo que era hacer cine. Fue una linda experiencia. Confluimos dos generaciones para escribir un libro bastante gordo, bastante importante en cuanto a los documentos que plasma por primera vez. Quisimos que los documentos estén completas para que en el futuro se pueda trabajar con ellos. Me parece importante poder pensar que la obra de un artista no se agota.
¿Qué encontraste que no te esperabas? ¿Qué te llamó la atención?
Encontré cosas maravillosas, como cartas que Raymundo mandó desde Argelia, cuando viajó allá después de filmar Los Traidores y pasó la película en la cinemateca. En las cartas describe la situación en Argelia, los años posteriores a la revolución, la recepción de cada una de sus obras. Y habla de un proyecto que nunca se llevó a cabo de filmar una película sobre la revolución en Argelia.
¿Cómo fue tu primer contacto con la obra de Raymundo?
Hay que agradecerle a los clubes de barrio . Vi ahí La Tierra Quema y Ocurrido en Hualfin. Tenía 20 años, las películas me emocionaron y a partir de ahí me pregunté quién era ese director y me enteré que era un desaparecido. Me interesé mucho por la obra de él pero también por la vida y por su familia. Me pareció que había una historia muy rica acerca de las consecuencias de ser muy consecuente con la propia ideología, con los propios valores, con lo que uno quiere del mundo.
¿Qué significa poder volver a ver hoy las películas de Raymundo?
Las películas de Raymundo tienen una vigencia no solamente temática, también de estilo. Son películas que podrían haber sido filmadas ayer, no son películas que envejecieron. Por ejemplo La Hora de los Hornos es una película importante del cine nacional pero tiene como un tufillo setentoso, uno la ve y tiene cierta estética que hoy está abandonada. Esa cosa de que impone cierta ideología, es un poco dogmática a mi gusto y tiene una estética que pasó de moda, que envejeció. En cambio las películas de Raymundo no; son películas que uno las vuelve a ver hoy y tienen el mismo efecto que tenían antes.
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