Marina Nogueyra nació en Corrientes y vivió en Villa Fiorito, su pasión es el fútbol y es talentosa en lo que hace. Vivió a tres casas de la del Diez y pateó la pelota en el mismo potrero. Dos vidas paralelas. Una conocida en el mundo entero, la otra no. ¿Y si Marina hubiera sido varón?
¿Y si Marina Nogueyra hubiera sido varón? ¿Si ahà en Villa Fiorito, donde nació, hubiera tenido lugar en los potreros? ¿Y si hubiera salido del barrio para probarse ante los ojos de Francis Cornejo, el descubridor de Diego Maradona, en Argentinos Juniors? Marina pensó que era la única mujer futbolista hasta los 16 años. De chica habÃa jugado sola, con una pelota hecha con sachets de leche, enfrente de su casa, a unos metros de la del Diez, uno que sà pudo proyectarse desde el barrio al mundo para vivir de lo que más le gustaba: jugar al fútbol.
Marina nació el 23 de agosto de 1969, nueve años después de quien serÃa un héroe de nuestro fútbol. ¿Y si hubiera sido varón? ¿Y si hubiera podido armar un equipo con sus amigas y le hubiera puesto Cebollitas?
La chica que jugaba al fútbol vivÃa en una casa que era una casilla de fibrocemento, similar a una prefabricada, iba a patear a un baldÃo que quedaba enfrente. Simulaba que esquivaba conos, o rivales, y le daba: contra las paredes, contra los árboles, contra lo que se cruzara. Hasta que un dÃa, en la escuela Remedios de Escalada de San MartÃn, la número 63, ahà donde también habÃa estudiado Maradona, Fernando Maidana, el compañerito más terrible de aquel tercer grado, la invitó a un partido que se jugaba en uno de los terrenos baldÃos cercanos al colegio, a pasitos de la estación de trenes de Villa Fiorito. Marina estaba, como siempre, sentada. Observando: las nenas ahà no jugaban. Hasta que llegaron las palabras mágicas de Maidana:
-Nogueyra, venÃ, entrá.
En la cancha, Nogueyra y Maidana tiraron paredes. Una de esas terminó en un golazo de ella. Marina, agitada y con gotas de transpiración que le recorrÃan los cachetes, tenÃa la mente puesta en el partido, el primero de su vida. Hasta que la maestra le llamó la atención: la sacó y le dijo que las señoritas no hacÃan eso.
***
El dÃa que Marina nació Diego Maradona estaba a un mes de cumplir los 9 años. Fue la época en la que se grabó el video en el que él, un niño, hace jueguitos con su zurda y el número 10 en la espalda, y le cuenta a la cámara uno de sus sueños: jugar un Mundial. Marina supo de la historia de su vecino cuando se jugó el Mundial juvenil de 1979, en el que Maradona fue elegido el mejor jugador del torneo después de que Argentina le ganara la final a la Unión Soviética por 3 a 1, en Tokio, con un gol suyo.
Si alguien preguntaba por la chica que juega a la pelota, todos señalaban su casa
-Cuando supe de él le pedà a mi mamá que me llevara a su casa, querÃa conocerlo. Pero él ya no vivÃa en el barrio. Por entonces ya todos hablábamos de él. Estábamos orgullosos, caminábamos y jugábamos en las mismas calles. DecÃamos que Fiorito era la capital del fútbol -cuenta Marina desde Nueva York, donde vive actualmente. Su historia es parte de uno de los cuentos de Pelota de Papel, que editó Planeta en marzo de este año, un libro histórico, escrito, prologado e ilustrado por mujeres que ya está en librerÃas. "Fiorito, Nueva York” es el relato de Marina para contar su recorrido en el fútbol.
Desde que vivió a tres casas de Diego y terminó la escuela primaria, Marina se dedicó a jugar al fútbol. Como pudo.
Cuando entró en la adolescencia se unió a la comparsa Los Galanes de Laprida, que eran de Avellaneda. Recorrió los corsos del Conurbano bonaerense hasta que un dÃa, en una juntada con amigos en su casa, salió el tema del fútbol. Un pibe del barrio le gritó que recordara que al otro dÃa tenÃa partido. Marina jugaba con varones.
En el potrero Marina recibÃa agresiones que a herÃan, pero no la volteaban. “¡Marimacho!, ¡machona!”, le gritaban.
Si alguien preguntaba por la chica que juega a la pelota, todos señalaban su casa.
Cuando les contó a sus compañeros de comparsa que ella jugaba, uno dijo que conocÃa a un equipo completo de mujeres. Marina abrió los ojos, se quedó muda. Hasta ahà pensaba que era la única.
Le pusieron un requisito: que se armara un equipo. Marina tenÃa 16 años. Fue a buscar a las compañeras de escuela que la habÃan discriminado porque a ella le gustaba el fútbol. Recorrió casa por casa, les habló del desafÃo, de jugar juntas contra pibas de otro barrio. Las convenció. Y armó hinchada: el dÃa del partido, además de las jugadoras, fueron una barra de amigos, amigas, novios y familiares a alentarlas. Caminaron desde Fiorito hasta el cementerio de Lomas de Zamora. En el camino -una distancia que toma 50 minutos a pie- eligieron el nombre, el del barrio: Las de Fiorito enfrentaron a Las Rebeldes.
Pura sublevación.
Con el encuentro empezado, Marina se emocionó: enfrente tenÃa jugadoras de verdad. “¿Dónde estuvieron todo este tiempo que no las habÃa visto?”, pensó. Su equipo perdió por goleada, pero lo importante era que ya habÃa encontrado a otras mujeres para compartir la pasión.
-Yo jugaba de 10, a veces de 8, de delantera, de punta izquierda, era armadora. Desde ese momento en que las conocà puedo decir que me dedico al fútbol.
***
En el Mundial de 1986, cuando Maradona conquistó el mundo, habÃa una chica que se transformaba en futbolista, en el mismo lugar donde habÃa nacido Diego. Marina miró todos los partidos de aquel torneo junto con amigas, sus hermanos y su mamá. Su papá, que trabajaba de navegante, era un ausente en la casa por el trabajo. Nogueyra dice que por aquellos dÃas Fiorito parecÃa un estadio de fútbol.
¿Y si hubiera sido varón? ¿Y si hubiera podido armar un equipo con sus amigas y le hubiera puesto Cebollitas?
-HabÃa silencio, todo era celeste y blanco. Y de golpe, en cada gol, sonaban tiros. Era como una Navidad. Los periodistas y las cámaras llegaban hasta la vereda de mi casa. HabÃa gente de todo el mundo: no sabÃamos ni qué idioma hablaban. Les pagaban a los chicos para que hicieran jueguitos, como hacÃa Diego.
Marina vio aquel éxito con la admiración de quien observa el logro de un hermano. A partir de ahà su vida, un camino de fútbol, parece haber avanzado en fast forward. Un dÃa alguien le pasó el dato de que en Huracán estaban probando a chicas. Salió corriendo de su casa en Fiorito, pasó al trote por la casa de Diego, se tocó el corazón. Y tomó el tren hasta Puente Alsina. Caminó desde ahà hasta la sede de Huracán. Le pasaron un número de teléfono. Volvió a su barrio. Llamó desde el único público que habÃa: le dijeron que el viernes se presentara.
Lo hizo. Y la ficharon. Ese fin de semana salió de su casa con la ropa de Huracán. Dice que todo el barrio salió a saludarla.
En Huracán conoció a Elvira Flores, una compañera del equipo que le ofreció un trabajo en la Ciudad. Marina decidió mudarse. Se fue a Capital.
Desde ahà hasta entonces jugó para Excursionistas, Sacachispas, Berazategui, Independiente, San MartÃn de Burzaco, El Porvenir, la Selección argentina.
Y durante 8 años viajó por Argentina con otras ocho jugadoras haciendo exhibiciones de fútbol. Un empresario, Atilio Mortarino, armó un espectáculo: fútbol show, lo llamaba. Marina fue parte del grupo que usó como nombre “Fair Play International”. En los pueblos que recorrÃan enfrentaban a mujeres y también a hombres. Para todas aquellas jugadoras ese fue un trabajo.
Marina tenÃa su momento de estrellato cuando hacÃa la bicicleta, dormÃa la pelota en su pie derecho, hacÃa siete u ocho jueguitos, después la pasaba a la rodilla y de la rodilla, a la nuca.
Cuando eso se terminó se tomó un año sabático. Hasta que apareció la posibilidad de ir a Nueva York: una amiga suya estaba jugando allá y Marina pidió que la recomendara, asà ella podÃa viajar.
Pasé necesidades, algunas veces no tuvimos para comer. Jugué descalza porque tenÃa un solo par de zapatillas. No tuve pelota hasta que fui grande
Llegó en el 2000 y a Argentina no volvió más. Jugó en ligas amateurs, trabajó como árbitra durante ocho años. Dejó el fútbol en 2008 porque una lesión en las rodillas le impidió seguir.
Ahora, con 49 años, Marina Nogueyra se gana la vida limpiando oficinas. Es parte de las Pioneras del Fútbol argentino, el grupo que organizó la ex arquera Lucila Sandoval y que reúne a las ex futbolistas. Ama al fútbol por sobre todas las cosas.
***
Ahora recuerda que en Fiorito lo vio alguna vez a Maradona: una de las ocasiones en que él iba de visita a llevar donaciones. Lo miraba desde lejos porque, dice, Diego parecÃa que tenÃa una pollera de niños: los chiquitos se le pegaban para pedirle autógrafos, asà que Marina lo conoció de la cintura para arriba.
También lo fue a ver adentro de una cancha. Trató de estar como local y visitante en los partidos de aquel Boca de Carlos Bilardo que lo tuvo como genio y figura.
-¿Pensás que si hubieras sido varón habrÃas tenido otras posibilidades? ¿Cómo Maradona, tu vecino, por ejemplo?
-Siempre sentà que yo vivÃa casi lo mismo que él. Cuando él hablaba de cómo jugar, yo coincidÃa. El siempre dijo que a la pelota hay que quererla, tenerla pegadita al pie. Yo siempre hice y dije eso. También pasé necesidades, algunas veces no tuvimos para comer. Jugué descalza porque tenÃa un solo par de zapatillas. No tuve pelota hasta que fui grande. TenÃa un solo short. En Fiorito no tuvimos luz, no tuvimos gas. Mi viejo hacÃa el mismo camino que Don Diego para ir a trabajar. Los dos venimos de abajo. Pero bueno, Diego es Diego, y sÃ, él es varón.
“Quiero ser reconocida como lo que soy: una jugadora profesional”
Macarena Sánchez fue desvinculada de UAI Urquiza e inició acciones legales. En esta columna denuncia la precarización laboral en el fútbol femenino.
El partido que todas queremos jugar
Maca Sánchez se animó a denunciar al club que la echó y logró la visibilidad de una demanda histórica: que el fútbol femenino sea profesional. El camino allanado por las pioneras de los 70, 80 y 90, el empuje del feminismo, la potencia de la lucha colectiva, el gran logro anunciado por la AFA y el acompañamiento de ex jugadores de la selección en un picadito mixto organizado por AmnistÃa Internacional.
El dÃa que Norita conoció a su equipo de fútbol
Ellas juegan a la pelota. Armaron un equipo y le pusieron el nombre de su referente de la vida para entrar en la Liga Nosotras Jugamos. La historia del Norita Fútbol Club contada desde adentro.